Su película «Hiroshima, mon amour» me impactó especialmente en su día. Un mito del pacifismo. Y de la belleza. Con guión de la escritora Marguerite Durás, data de 1959 pero fue estrenada muchos años después en España debido, sin duda, a sus desnudos en blanco y negro y sus relaciones «pecaminosas». No era ése el tema de película.
La guerra como dolor, el amor como salvación de un momento, como nostalgia eterna. Inolvidable el inicio en francés poético…
«LUI : Tu n’as rien vu à Hiroshima. Rien.
ELLE : J’ai tout vu. Tout…»
(Tú no has visto nada en Hiroshima. Nada.
-Lo he visto todo. Todo)
Es sorprendente que, tras años de no recordar a Resnais, solo el viernes asistiera a la presentación del libro del poeta aragonés Adolfo Burriel TIERRA DE SOMBRAS (con un gran Ángel Guinda como introductor) y compartiéramos en el aire los fantasmas. Los hermosos, también. El de Hiroshima, también.
Hace unos días tuve el inmenso gozo de recuperar algo así como un trozo de mi vida. En realidad era un libro de escaso tamaño que leía en mi juventud con tal intensidad que aprendí algunos de sus poemas. Luego lo perdí. He recordado con cierta frecuencia algunos de sus textos. Un librero de Jerez me ayudó la semana pasada a encontrarlo en Madrid, en una tienda de viejo de Malasaña, gracias a una pregunta en Twitter. “Entre la ciudad SÍ, y la ciudad No” de Evgeni Evtuchenko, un poeta ruso nacido en 1933 y que por lo visto aún vive. Un tipo interesante que lo mismo hablaba de Edith Piaf que de un melancólico tranvía en Moscú (ése realmente me estremece). Polémico, porque era evidentemente un espíritu libre.
Lo que me cuesta hacer comprender es lo que sentí al ver la portada idéntica de “mi libro”, desgastada como yo la tendría y la tuve. E intactos sus poemas. Éste que no acierto a entender por qué me atrapó cuando yo, desde luego, esgrimía sin decoro mis “tiernos puñitos”. Creo que Evtuchenko también cuando lo escribió. Y que igual ahora, como yo, sigue protestando, con la piel más trabajada. Debió ser por anticipación, por prevenir las realidades del futuro, lo que tampoco arregla mucho la realidad. Sólo sé que cuando veo hoy a algunos jóvenes (no a los del #15M sino quizás a otros más aposentados), no puedo evitar recordar a Evtuchenko.
¡Ánimo, muchachos!
Evgeni Evtuchenko
Yo era cruel,
Desenmascaraba con brío,
Sin preocuparme de mis propios defectos.
Me parecía
Que a la gente enseñaba
Como hay que vivir
Y que la gente aprendía.
Pero empecé a perdonar…
¡Signo alarmante!
Y cierta vez, en una intervención mía,
Una encantadora ayudante de laboratorio con gafas
Me dijo que yo veía las cosas con liberalidad.
Vienen muchachos
Altivos y autoritarios.
Apretando sus tiernos puñitos,
Con el sofoco del placer supremo,
Intrépidamente desenmascaran
Mis debilidades.
¡Ánimo muchachos!
¡Ánimo!
¡Sed firmes!
Sencillamente, soy mayor que vosotros en saber,
Al dejar de ser crueles con los demás,
Dejamos de ser jóvenes.
Avergonzado,
Me doy cuenta de que soy más listo.
Vosotros sois menos razonables,
Pero no es nada malo,
Porque hasta en vuestra injusticia
Sois justos a veces.
¡Ánimo muchachos!
Pero sabed que cuando seáis mayores
Y juréis no volver a equivocaros,
Os cansaréis de vuestra propia crueldad
Y poco a poco seréis más bondadosos.
Otros muchachos
Altivos y autoritarios
Vendrán
Apretando sus tiernos puñitos
Con el sofoco del placer supremo
Y arremeterán
Contra vuestras debilidades.
Y
Os profetizo
Que sufriréis,
Y llegaréis a enseñar los dientes de rabia,
Pero, a pesar de todo,
Conseguiréis tener el valor de decir,
Por mucho que os cueste:
“¡Ánimo muchachos!”
(Por cierto, veo que esto lo escribió Evtuchenko con 35 años. Así cualquiera 🙂 )
Hoy, más que nunca… No te salves, no de esta manera.
«No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo».
«Era un hombre insobornable, el más comprometido de su tiempo. Su muerte deja en silencio mustio su época, su ejemplo y la raíz de sus versos. Pero los muchos que le cantan no lo dejarán, como él decía del verdadero amor, en lo oscuro». (Juan Cruz, El País)