En la campaña para las elecciones municipales de Mayo fui a ver, un domingo como éste, el mitin de Ciudadanos en Madrid y me acerqué un momento al de Podemos, los partidos nuevos por así decirlo.
Albert Rivera convocó en un cine de la Gran Vía de Madrid de tamaño moderado que cubrió con buena entrada. Fue un acto tranquilo, como su lema, en el que no estaban las grandes economistas y sí los candidatos. 700 personas acudieron según sus datos. Con algunos incidentes menores. Ignacio Aguado me pareció un político según los cánones clásicos. Hoy lo tenemos apuntalando al PP de Cifuentes en la Comunidad de Madrid. Begoña Villacís se manifestó «muy ilusionada». Del Madrid que quería regenerar le preocupaba, además de la corrupción, la suciedad de las aceras y del aire. Y los sueldos millonarios. No dijo ni media palabra de sanidad, ni de educación. Le aplaudieron sosegadamente. Era a Rivera a quien querían ver y escuchar.
El mitin de Podemos era una concentración al aire libre en la zona nueva de Madrid Río, con muchas familias y ambiente festivo.
Siete meses después el cambio en ambos partidos es enorme. Al menos en los aspectos formales. Ciudadanos celebraba el llamado a ser su gran mitin de campaña. En el Palacio de Vistalegre. Con capacidad para 10.000 personas. La calle General Ricardos, la larga vía de acceso, se poblaba de carteles. De Alberto Garzón en lugares estratégicos, de Pedro Sánchez casi cada 10 o 20 metros, de Rajoy y su vicepresidenta, con mínimos rótulos podría decirse de Podemos, a mano y sin fotos. Y eso sí una hilera de autobuses similar a cuando hay partido en el Bernabeu. Una buena flota.
A Vistalegre se accede por unos cuantos tramos de escalera empinada sin barandilla alguna. No había otra forma de acceso me ha dicho un agente de seguridad.
Una vez dentro me han indicado que no podía quedarme en el patio de butacas y tenía que subir otro tramo más al anfiteatro. Un par de ancianos renqueaban delante de mí. Al llegar arriba me han mandado seguir andando hasta el final y, ante mi protesta diciendo que me iba sin siquiera ver el recinto –por supuesto como ciudadana que acude a un mitin-, me han permitido asomarme “cinco minutos”. Estaba lleno. Con muchas banderas y muchos aplausos. Hablaba Inés Arrimadas, la hoy jefa de la oposición en Cataluña. Por radio, más tarde, he escuchado que Begoña Villacís se ha quejado que desde que gestiona el ayuntamiento Manuela Carmena –Podemos, ha dicho- hay más atascos, menos limpieza y más contaminación en Madrid. Hace falta cuajo. Ya tenemos a una nueva Esperanza Aguirre manipuladora.
El auditorio que se veía estaba complemente lleno, luego han salido fotos para mostrar que tras el gran escenario no había nadie. Era el planteamiento coreográfico sin duda.
Mis minutos habían transcurrido y he retomado las escaleras de bajada. Una familia con carrito de niño y todo me precedía. Me ha venido a la mente, no sé por qué, la escena de Los Intocables. Hasta la foto borrosa ha contribuido al deja vu.
Piensa hacer un gobierno de tecnócratas y de notables, como publicó en 2012 Luis Garicano. La política sin política, la empresa. Liberalizador, privatizador. Su programa electoral es una chapuza, como ha descubierto eldiarioes. En su mitin, Albert Rivera ha apelado, leo, a la movilización para «reventar las urnas de naranja» y «acabar con el bipartidismo»
Claudio Álvarez, de El País, ha hecho una foto magistral del líder apuntalado. O ésa es la sensación óptica.
Camino de la Caja Mágica oigo en la radio que suelo sintonizar que Podemos aguarda a comenzar porque no tiene lleno el recinto, algo mayor aún, y sin acotar zonas. Comprobaré al llegar que son apenas 5 filas en lo más alto de la grada y detrás del escenario. Está lleno. Otras 10.000 personas. Yo no he podido ni sentarme.
En lugar de carteles y banderas, dominan los globos morados. “Honor de tener un presidente que se parece a la gente”, dicen en el escenario cuando entro. Sí, la gente es completamente distinta. Más naturales. Y para ellos se habla. Para sus necesidades, que distan mucho de las que he visto hace un rato en Ciudadanos. Con un despliegue que rezuma dinero.
Ana Botella y sus delirios olímpicos que llenaron Madrid de centros deportivos enormes es abucheada cada vez que sale su nombre. Esperanza Aguirre más. A Irene Montero, de Podemos, se la aplaude en cada frase. Y a Carolina Bescansa. Y la Caja Mágica se vuelca con Ada Colau, “aquella activista que paraba desahucios y hoy es alcaldesa de Barcelona” como diría Pablo Iglesias, ”porque sí se puede”. Colau ha comenzado su discurso en catalán y llamando al entendimiento: «Madrid puede volver a ser nuestra capital porque dejó de serlo. Podemos recuperarla el próximo domingo«. Y se emocionan. Y fotógrafos de solera como Bernardo Pérez de El País captan ese frame de la expresión.
Muchas sillas de ruedas. Fotografiarlas seria demagogia. Pero sin duda hubieran tenido problemas para ver a Rivera y sus Ciudadanos. Es un síntoma. Entre decenas. Podemos y Ciudadanos no tienen nada que ver y hoy lo he visto con más nitidez que nunca. Una persona coherente no puede pensar en votar a uno e indistintamente al otro. Son mundos opuestos. Y se ocupan de personas y sectores muy diferentes. Ciudadanos es de derechas con cuanto implica, lo de la tecnocracia añade caracteres preocupantes. Podemos, diga lo que diga, es izquierda o más bien de ese espíritu que nació el 15M y pertenece a todos, menos a la derecha. La competición está entre quienes albergan los mismos intereses. Lo difícil es encontrar quien trabaje por el común de las personas sin olvidar a los que solo cuentan para votar.