Estado de indecencia

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Catalá y Rajoy en el Congreso.

No bastaban el saqueo reiterado del dinero público y las maniobras de distracción, ahora se da el salto cualitativo de intentar normalizarlo. La laxitud moral que nos atribuyen a los españoles desde los tiempos de la Picaresca vive momentos de esplendor. En Rumanía el gobierno se propuso hasta legalizar la corrupción (leve, decían) y dos ministros han saltado para calmar la indignación ciudadana. Aquí ya ni causan especial sobresalto la cadena de desvergüenzas que nos caen encima a diario. Lo prueba lo sucedido en apenas una semana, citando solo lo más relevante.

El ministro de Justicia, Rafael Catalá, coparía él solo la ración para revolver estómagos curtidos. Es el autor del dicho ‘Prevaricar no es corrupción’, formulado al indultar a unos funcionarios condenados por su actividad delictiva continuada. Los jueces no saben, las fiscales, mucho menos. Catalá descalificó expresamente a las del Caso Púnica. Apoyando por la banda derecha, llegaba el portavoz del PP Rafael Hernando para defender que la Fiscalía General ponga límites a los fiscales que se «inventen delitos». Como se sospechaba los cambios anunciados este miércoles han relevado a Fiscales esenciales, como el de Murcia,  y ponen de Fiscal Anticorrupción a uno especialmente cómodo para el PP, como se puede apreciar por la información de eldiarioes.

La Fiscalía General, precisamente. La que proporcionó al presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, información reservada de su imputación, según admitió Catalá sin un pestañeo. La que le avisaba de que no sería imputado. El presidente murciano está acusado de prevaricación continuada, fraude contra la Administración pública, falsedad en documento oficial y malversación de caudales públicos. Y va a tener que declarar ante la Audiencia Nacional, a pesar de la oposición de la Fiscalía Anticorrupción. El PP le apoya con firmeza. No ven corrupción por parte alguna.

En la Murcia entregada al PP ocurren hechos curiosos, como recordando el ambiente de la Tangentópolis italiana. El asalto a la casa de un subinspector de Hacienda que investiga para la Fiscalía casos de corrupción en la Comunidad y, en la misma semana, un nuevo allanamiento al domicilio del fiscal anticorrupción, tras el de junio en el que se llevaron el ordenador con datos de casos judiciales.

Otro presidente autonómico del PP, Pedro Sánz, se ha librado por el momento de ir al juzgado por el caso de su chalet ilegal y del decreto que aprobó para regularizarlo. La Fiscalía también lo ha evitado. Concretamente, el fiscal del caso cambió de criterio en menos de dos semanas, según informaba El Mundo.

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Al exministro offshore José Manuel Soria le ha ido peor a causa de la tenacidad periodística. Los hechos se inician cuando eldiario.es publica que ha sido invitado a una suite de lujo en Punta Cana (con mayordomo las 24 horas del día), por un empresario amigo suyo que tiene un hotel ilegal en Lanzarote. Soria lo niega y demanda al diario.es, a su director Ignacio Escolar y al autor de la noticia Carlos Sosa. Tras un intento de componenda a la que Escolar se negó. Un juez acaba de sentenciar contra Soria, afirmando la veracidad de la información e incluso su interés como servicio público. Obliga a pagar las costas al exministro.

Para la historia del cinismo quedan las declaraciones de inocencia de Soria cargadas de acusaciones. Gran parte de la prensa parece no compartir la necesidad de esta información relevante. Cuesta encontrar la noticia destacada en los medios.

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Rajoy con el presidente de Murcia

Y entre tanto Rajoy no sabe nada. No ha leído siquiera la sentencia contra Soria, dice. De nuevo osan hablarle de alguien de su remoto pasado. Aquel señor que nombró ministro al llegar al gobierno en 2011 y hace solo meses quiso mandar «becado» al Banco Mundial. Rajoy nunca sabe nada, salvo cuando «tiene la impresión» de que a la infanta le irá bien. O cuando tiene «la convicción moral de que ha sido ETA», respecto a los atentados del 11M en entrevista publicada en El Mundo en día de reflexión en 2011. O cuando pide respeto y presunción de inocencia para el presidente de Murcia.

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Faltaba la sentencia del Caso Nóos. Cristina de Borbón resultó absuelta de responsabilidad penal, no así de una tenue multa. Su marido Iñaki Urdangarin fue condenado a 6 años y 3 meses de cárcel. La tercera parte de lo que pedía el fiscal y dos años menos que su segundo en la trama Diego Torres. La hija del Rey Juan Carlos y hermana del Rey Felipe ha sido considerada por la justicia ignorante de los hechos.

Aquí se han saltado todas las barreras. Medios y políticos se volcaron en parabienes. El PSOE afirmó que «la sentencia muestra el funcionamiento ejemplar de la justicia». Ramón Jáuregui llegó a calificarla de «Orgullo para la democracia» en la Cadena SER. La derecha oficial, PP y Ciudadanos, participaron del mismo júbilo. «Queda demostrado que en España funciona el Estado de Derecho y que nadie está por encima de la ley», concluía en editorial El País. Para ABC, Nóos ha entrado en «sus proporciones». Por el contrario, Ignacio Escolar argumentaba, con datos comparados, que « Sin la infanta no habría habido negocio, con ella se gastó el botín. Cristina de Borbón estaba allí. Era cómplice y coartada, escudo y arma de su marido, Iñaki Urdangarin». La Razón ya avanza que Zarzuela debate sobre la rehabilitación de la infanta tras su absolución.

La enumeración de esta semana delirante chirría pero hay que ir más allá. Incluso personas poco sospechosas de contaminación han alabado la simple celebración del juicio sobre Nóos. Alegando que hubiera sido impensable hace 15 años. ¿15?, entonces ¿vivimos en un remedo de democracia con condiciones? ¿Debemos dar las gracias por permitirnos soñar con la justicia? ¿No condenar a familiares de sangre del rey son las «proporciones» requeridas? El colmo es ya explicar esta sentencia por «Razón de Estado», compartida o no. ¿Hemos de entender que España se tambalea si se certifica por sentencia judicial que parientes directos del rey son unos delincuentes que han robado o distraído dinero público? ¿Los problemas de honestidad de la familia del jefe del Estado serían intocables por el bien del conjunto de los españoles?

El dinero público ha desaparecido de las arcas en todos los casos. En la Púnica, la Gúrtel, Nóos y la larga lista de corrupciones que son atropellos a la integridad y dignidad como pueblo. Mantener al mando a estas élites tan tiznadas dice mucho de España. Toda la sarta de perversiones que nos aquejan son hechos consumados. Las responsabilidades en cambio se diluyen.

Por las palabras de personajes de relevancia pública, la honradez y la credibilidad son ya valores negociables. De manera que se está educando en la indecencia. También en el abandono de valores éticos que sí sustentan una sociedad. Un padre de la Constitución «levita» por la absolución de la infanta, como un vendedor de telefónica rindiendo cuentas, en palabras de Antón Losada. Juan Luis Cebrián, director de El País, se lanza un poco más y pide que se invada Cataluña y se suspenda su autonomía; denosta la Ley de Memoria histórica y le saca la cara al franquismo. Un diputado canario rechaza que se investigue a la Fundación Francisco Franco porque es «inquina innecesaria». Mucha complicidad y mirar para otro lado desde sillas del poder se ha dado para llegar a esta situación.  Demasiada comprensión ante la inmundicia. Tantos pelillos se han echado al  mar de la decencia que lo han atascado.

Pocos han resumido estos días el espíritu que impera en estas gentes. Rafael Hernando lo declaró en ABC: « Mantener principios inquebrantables te convierte en una opción inútil». No puede estar más claro, ni Groucho Marx  lo hubiera dicho mejor.

*Publicado en eldiarioes

El mundo que funciona

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Viviendas del mundo que funciona

El promotor del informe sobre el Mercado Inmobiliario español lo expresó con gran soltura: «Solo se venderán los pisos de… la España que funciona» . Apenas un 10% del 1,6 millones pendientes, por cierto . El resto será pasto del derrumbe o el permanente monumento a la tragedia urbanística que vivió este país, origen de la porción genuinamente española de la crisis. Hablaban de “áreas metropolitanas y ciertas localizaciones de costa consolidadas”. “Es la España que funciona”, añadían. Las demás no y no merece la pena distraer ni recursos, ni un pensamiento para ellos.

Fue la forma de visualizar con gran realismo cómo se organiza el sistema neoliberal con sus pufos, sus víctimas y sus elegidos: una parte funciona y otra no, succionando la primera a la segunda como garrapatas.  “Para que haya ricos, tiene que haber pobres”, se dijo toda la vida. Y ahora se aplica con más rigor si cabe.

A mayor escala, la global, ocurre lo mismo. Hay países que son tenidos en cuenta como aquellos que funcionan, y otros no. Y dentro de ellos, sectores sociales a los que cuidar y respetar, y sectores a desechar.

Evidentemente no es lo mismo para una mayoría de la consideración occidental, un atentado en París que en Beirut o Kabul. Esto también viene de serie desde hace tiempo, cuando se podían hacer equivalencias de muertos a publicar en los medios: un norteamericano equivalía a unos 3.000 etíopes; un israelí a 10 palestinos.

Alemania es un país respetable, funciona, pero no todo. Las personas que malviven con el genial invento de los minijobs, muchos jubilados y trabajadores extranjeros (españoles incluidos) no pertenecen al club de los que funcionan. No plantea problema alguno: se obvian y ya está. Y así ocurre en el resto de los países y clubs como el europeo: la UE, para entendernos. No es lo mismo Grecia que el Reino Unido (aunque se quiera ir), ni es lo mismo Francia que España, sobre todo si ésta se empecinase –que parece que esto ya lo tienen bastante arreglado- en no votar ultraliberalismo conservador.

La forma de visualizar con gran realismo cómo funciona el sistema neoliberal con sus pufos, sus víctimas y sus elegidos: una parte funciona y otra no, succionando la primera a la segunda como garrapatas

África no les funciona absolutamente nada, a no ser para expoliar recursos. A los africanos menos, por eso se van en busca de otros horizontes. Y el mundo árabe, según el petróleo, comunicaciones, o influencias que proporcione. Incluso dinero y comisiones estratégicas. No es lo mismo el país del intocable “amigo” –de ellos, de las autoridades- saudí, o el del nuevo dictador egipcio, que Yemen o Siria.  Y dentro de Siria andan viendo qué poder les conviene más que marche, pero desechan prácticamente a todos sus ciudadanos.

Este escarnio que estamos presenciando de los refugiados expulsados por las bombas que se compran y se venden entre los países… que funcionan, simboliza el horror al que ha llegado esta civilización que aún conserva el nombre de tal. Hombres, mujeres y niños que tenían una vida, con comodidades y expectativas, hasta que muchos decidieron sumarse a la protesta contra el tirano Al Assad, al calor de la indignación en otros países árabes y en medio mundo. Cuatro años después, Siria es una pelea de hienas –sucesivamente sustentadas por unos o por otros-, mientras la población sucumbe. Y salen al mar, a cualquier vía, con miedos y esperanzas, en pos de recuperar sus vidas. Y los estamos viendo hambrientos, apaleados, insultados, marcados, confinados, abandonados en las cárceles adonde les mandan o ante los Muros que les levantan.

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El mundo que no funciona. Foto de Magnus Vennman

Y, ahora, la siembra de equiparar yihadismo con refugiados, refugiados con sirios. Y escuchar a individuos miserables, con más insultos y amenazas, queriendo ensañarse con inocentes y blandiendo la misma intransigencia, fanatismo y crueldad a la que invocan.

 Es el mundo que funciona, que funciona… así. Con un 1% ya que posee tanto como el 99% restante, según la última estadística de Credit Suisse. Con más de 1.000 millones de desnutridos crónicos. Y 2.500 millones sin sistema de alcantarillado, y 1.600 millones  sin electricidad y 900 millones más que no tienen acceso al agua potable. Con carencias en educación, salud, futuro…

La España que funciona también ofrece un empecinado retrato al que cada vez le salen más taras: 13 millones  y medio de personas (el 29% de la población) en riesgo de exclusión social. Tres millones de pobres que sobreviven con 332 euros al mes. Un tercio de los niños padecen graves carencias. Nunca se conoció una tasa de pobreza tan alta en la infancia desde que existen los registros. Persiste el paro y a muchos el trabajo no les alcanza para pagar sus mínimas necesidades. El cuidado de la salud ya no es lo que era con los recortes. Menos mal que las empresas del IBEX han ganado 25.837 millones de euros hasta septiembre, un 27% más que en el mismo período del año anterior. Y que tienen tan buenos candidatos a las elecciones de Diciembre para que todo siga igual. Es la España que funciona… así.

Y todo funciona así por el egoísmo o la estupidez de los que se sienten en la zona que funciona. Porque es lo que eligen aquellos a los que se cuida algo más para mantener el tinglado, o tienen fe en que les caiga alguna sobra de la mesa.

El mundo que funciona es en realidad muy pequeño. Feroz y egoísta. Desecha a una parte de la humanidad, de cada sociedad. Y cada vez son más los que caen en ese lado. Aunque algunos nunca sospecharan que ésa iba a ser su desgracia. Si le tocó, se aguanta. Una bolsa de silencio. En la que igualmente se vive y se sueña, pero con más dolor y esfuerzo. Así funciona. Porque muchos quieren. Hasta que la sinrazón de la desigualdad les estalle en la cara o en la de quienes menos lo merecen.

*Publicado en eldiario.es

Grandes hitos de lo que llaman «política real»

  • El triunfo en las elecciones griegas de Tsipras (en silla de ruedas) se enmarca en esa «política real».roto.ajedrez

Nos lo dicen todos los días incontables veces: no hay alternativa. La política real se impone a ensoñaciones y “populismos”. De Grecia a Alemania, de Siria a Hungría, de Catalunya a España, el camino está trazado sin escape posible. Alguno va más allá y admite ligeras disfunciones en la propuesta. Como una tribuna en El País de su serie “Aniquilar a Podemos” que hablando de los retos de la Transición afirmó: «No siempre decentes pero inexorables», resumiendo en 5 palabras el tratado de lo que entienden por Política Real.

Acaba de cumplirse el octavo aniversario del inicio oficial de la crisis: la caída del gigante Lehman Brothers a la que siguió el desmoronamiento de las torres del capitalismo como en un castillo de naipes. Histórica fecha a partir de la cual nos “refundaron” a los ciudadanos para que pagásemos los platos rotos de sus errores y abusos. Es la política real. Ésa que se permite, sin que nadie clame, rebajar la nota de Madrid porque osa auditar la deuda que dejó la anterior corporación del PP. A bono basura dice que la mandará S&P el diario La Razón. Y sin molestarse en que «parezca un accidente».

Su «política real» ha disparado el aumento de las desigualdades. Con el PP, el riesgo de pobreza infantil en España pasa del 24% al 36%, en cifras cautas de UNICEF (las hay más alarmantes todavía). Ya tenemos 3 millones de pobres y se ha duplicado el número de multimillonarios, insiste Intermón Oxfam. Más de la mitad de los españoles no llega a fin de mes con sus ingresos. El 80% de los abuelos ha de ayudar a la manutención de sus hijos y nietos. Política real; la real, no la que maquillan.

Y es que gran parte de los medios de comunicación versionan la verdad o la ocultan de acuerdo a intereses muy precisos. Las deudas, además de las simpatías, cambian periodismo por propaganda o distracción de objetivos, privando a los ciudadanos de su derecho a la información. Ha estallado incluso la censura anoticias inconvenientes al poder, al PP, y no escuchamos ni a las asociaciones de periodistas tan sensibles cuando se siente atacado su corporativismo.

Lo que llaman política real está permitiendo que el PP utilice su mayoría absoluta para cambiar sustancialmente las leyes. Tras las reformas que han convertido a España en una de los países más autoritarios de Europa, culminan con el cambio drástico del Tribunal Constitucional. Desprestigiado por su composición marcadamente política, ahora el PP va a colocar en sus manos prerrogativas extraordinarias. La potestad de suspender a un presidente, incluso las elecciones, sin control, ni consulta, de ningún otro organismo. De este modo, el magistrado Francisco Pérez de los Cobos, activo militante del PP en su día, asume, como presidente, un poder casi omnímodo. Es lo que llaman política real.

No muy decentes son sus caminos, no. La corrupción anega este país. Nuevas revelaciones de los sumarios implican a altos cargos del PP, pasados y presentes. Ni en la “política real” de otros países pasarían como algo sin mayor trascendencia las revelaciones sobre nada menos que un presidente del Senado. Gravísima la indefensión que dicen padecer quienes denuncian corrupción. En el caso de Ana Garrido Ramos –que reveló la Gürtel- le ha supuesto perder casa, trabajo y salud. Y no es la única. Piden firmas para que una ley les proteja. Si esto no parecen técnicas mafiosas bien poco le faltan. Y asombra la tibieza de una sociedad que les deja solos.

En aras de la política real, Europa permite actuaciones cercanas al fascismo de Hungría con los refugiados. Han apaleado y gaseado a hombres, mujeres y niños y levantan un muro para detenerlos. Conserven la imagen por si un día tienen que aplaudir de nuevo su caída y lanzar fuegos artificiales. Si esta ideología se impone, igual, simplemente hay que vallar Europa entera por parcelas. Porque esta UE, este Parlamento, ha tenido el valor de callar ante el monstruo que crece en su seno cuando se permite condenar a gobiernos extranjeros como el de Venezuela. Es la política real. No hablemos ya de trasnochados, erráticos y patéticos ex presidentes españoles. Del PSOE procede, por el contrario, una petición para que la UE actúe contra Hungría. 

Grecia vota este domingo. Tras haber sido chantajeado y ajusticiado su gobierno. Al punto de endurecer las condiciones del rescate por haber convocado un referéndum. No hay alternativa. Aprendan soñadores y “populistas” quién y porqué manda; para quién. La política real “alerta” –como escriben a diario sus cómplices-: quien pretenda un cambio no llegará a la meta. Si es preciso le rompen las piernas. Profecía autocumplida. Y eso es lo que la política real avala: que le rompan las piernas.

Tsipras ya va en silla de ruedas. Mientras el neonazismo de Amanecer Dorado recibe un complejo revitalizante: crece, como era de esperar, lo que no incomoda al mando neoliberal de Bruselas, visto lo visto.

Vuelve con fuerza, pues, y cada vez más sucia, la Realpolitik. El término que acuñó, casualmente, un alemán: Otto von Bismarck, el aristócrata a quien se considera padre de ese Estado. Hundiendo sus raíces en El Príncipe de Maquiavelo, se guía por el pragmatismo expulsando molestos principios filosóficos o morales. Bien diferente a la Ostpolitik, desarrollada por otro alemán: el socialdemócrata Willy Brandt. El diálogo, el acercamiento de posiciones la caracterizaba. Incluso a la otra Alemania que izaba muros de separación. Sería mejor guía para afrontar los retos que se nos presentan.

España y toda la congregación de notables –no sabemos aún estos a qué precio- han elegido la confrontación con Catalunya. Lo que la intransigencia previa propició. Son tales las coacciones que los votantes pueden confundir dignidad mancillada con secundar la “política real” catalana, similar a la del PP, que ha venido desarrollando el partido de Artur Mas. Déjenles votar tranquilos. Las amenazas empresariales forman parte del manual. Véase Escocia. Obren en conciencia y con lucidez. Si les parece y pueden.

Ateniéndonos tan solo a los grandes hitos de lo que llaman política real, observamos que van desde aumentar las desigualdades a gasear niños. De amenazas sin fin, de la imposición del miedo. De manipulaciones y complicidades. De mirar para otro lado. De alterar normas, de romper piernas para concluir: ¿ves? ya te dije que no llegarías.

Pero se les ha abierto una importante brecha. El laborismo británico ha decidido elegir para dirigirles a un ser tan insólito como un laborista auténtico, alarmando a los Cameron del mundo que temen por sus seguridades. Otro llanero solitario, en montura demócrata, Bernie Sanders, irrumpe en los Estados Unidos de América apelando al fin de la intolerable desigualdad. Varoufakis y algún otro colega griego aún se mantienen en pie y bien firmes. Alienta la izquierda en Francia o Italia y resurge el veterano socialdemócrata alemán Oskar Lafontaine. Y todos ellos firman Un Plan B para Europa.  Tampoco han doblegado a las alternativas españolas al neoliberalismo feroz  pese a los múltiples zancadillas y puntapiés. No son muchos, pero de hecho, la ola “radical” asusta a los del todo atado y bien atado.

Nada más irreal, arbitrario e injusto que lo que llaman política real. Desconfíen de sus colaboradores y sicarios: sí se puede. Y, si parece que no se puede, es por ellos; por sus denodados esfuerzos para que no se pueda.

*Publicado en eldiario.es

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