Peligros globales en ascenso

«Le diré que no siempre los gobiernos pueden hacer, en determinadas circunstancias, todo aquello que desde fuera parece que se puede hacer». Era el histórico 12 de Mayo de 2010, con un hemiciclo casi desierto ya, cuando José Luis Rodríguez Zapatero contestaba así a los partidos minoritarios. La troika –Comisión Europea, BCE y FMI- y hasta Obama le habían conminado a hacer recortes en la Era de la austeridad. El panorama no ha cambiado… a mejor.

El gobierno progresista español ha aprobado este martes las llamadas Tasa Google y Tasa Tobin –impuestos a determinados servicios digitales y a algunas transacciones financieras- aunque no entrarán en vigor hasta final de año. Se trata de buscar fondos que no pasen por la tijera a la sociedad del bienestar como se ha venido haciendo. Y a los Estados Unidos de Trump no le gusta, como tantas otras medidas no gustaron a sus antecesores y movieron en embajadas, según supimos hasta por WikiLeaks. Ni a EEUU ni a los países que detentan más poder, ni a aquellos para quienes gobiernan, ni a la derecha española sin ir más lejos, que también tiene muy claras sus prioridades. Puestos, ni a la derecha de los demócratas estadounidenses que andan mirando cómo desactivan a Bernie Sanders por ser demasiado progresista.

El problema se ha incrementado. Donald Trump no es un presidente republicano al uso, parece más bien el Director Gerente de EEUU S.A., incluso de Trump S.A. Su director de ventas y gestiones, también conocido como Secretario de Estado, Mike Pompeo, anda advirtiendo a los países europeos que utilizan telecomunicaciones Huawei que eso «podría dañar sus relaciones con Estados Unidos«, según CNN. Insistió más bien. En diciembre había hecho la misma «advertencia» en Portugal. Las relaciones dañadas con EEUU suelen implicar sanciones y aranceles. Y la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China nos está haciendo asistir a nuevos e inquietantes capítulos.

Trump S.A. no se para ahí. También pone en el punto de mira a las misiones médicas cubanas que operan en más de 60 países, y no precisamente los más favorecidos. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, desde los años 60 han sido enviados a más de 160 países no menos de 600.000 cubanos como médicos, enfermeros y técnicos sanitarios. Una veintena de misiones trabajan en países que no pagan nada a cambio, pero el resto de naciones entrega un dinero al Gobierno cubano a cambio de los servicios médicos,informa eldiario.es. Lo que prima para Trump S.A. es presionar al gobierno cubano. La salud ajena le importa poco. Ni de sus propios ciudadanos, ni de aquellos que castiga con la terrible arma de las minas antipersonas que ha vuelto a autorizar.

No es la habitual dicotomía ideológica, es el dominio económico… si alguna vez fue otra cosa, bien es verdad. Ése que con fuerte tintes de fanatismos varios –religioso y de lucha contra el conocimiento- ya se encuentra el Brasil de Bolsonaro con medidas que alcanzan la categoría de espeluznantes para la razón. No anda lejos la Bolivia hoy golpista. El Salvador nos sorprendió con un presidente que lleva al ejército al Congreso porque le rechazaban que pidiera un crédito y que entretanto reza en trance en la tribuna. Falta la Venezuela que quieren para Guaidó.

¿En serio alguien es capaz de creer que la Venezuela de Nicolás Maduro supone algún peligro para nadie y menos aún para España? Pues así ocurre y más desde que el PP descubrió que Venezuela «da cohesión» al partido. Y en ello insisten, reprobando al ministro Ábalos, poniendo demandas junto a Cs y Vox. Si la mayoría de los adeptos a ese descomunal globo lo pensaran dos veces se avergonzarían de su falta de juicio. ¿Por qué y para qué iba a ser modelo Venezuela de España siendo dos países tan diferentes en sus estructuras?

Más aún, cualquiera de los mandatarios de los países citados, desde Trump a Bolsonaro, merecería las prohibiciones que implantó la UE a los dirigentes venezolanos, tanto o más. Añadan el México de los feminicidios, con 10 mujeres asesinadas por día; ahora ya hasta niñas, y la mayoría previa tortura. Y la prueba del algodón de la hipocresía internacional se centra en el país con un príncipe acosado por intensas sospechas de descuartizar periodistas críticos con el que se fotografian altos mandatarios sin oír ni una queja de la oposición ni prácticamente de nadie. Produce vergüenza ajena.

Recapitulemos, las Tasas Google y Tobin no gustan ni a EEUU ni a los países que detentan más poder. Presiones también por la guerra tecnológica. Vivimos tiempos de intereses indisimulados. Económicos y de poder. Abrumadoramente controlados y espiados los ciudadanos, como cobayas involuntarios. En el paraíso fiscal de Suiza acaban de descubrir que «en ese casino se juega» desde hace décadas. Desde antes de los Huawei, los Samsumg y todos los demás. La aterradora variable es quienes están gestionando este nuevo escenario. Dirigentes sin escrúpulos, con escaso o nulo respeto por los Derechos Humanos y lo más temible si cabe: sin demasiadas luces. Apoyados a menudo por el voto de ciudadanos con unas tragaderas intelectuales de niveles infrahumanos.

Y manejados por personajes mucho más inteligentes que sus jefes. No se pierden el nuevo Reino Unido, ya influencia externa, pero influencia al fin. Como en los viejos reinos el presidente Boris Johnson tiene una mano derecha, con los mismos pocos escrúpulos, en Dominic Cummings. Uno de los grandes artífices del Brexit. El que definió la técnica empleada como un hackeo del sistema político, según mostraba el documental «Brexit: La guerra incivil», producido para la Plataforma de televisión HBO. «Muestra una capacidad alarmante para enfocarse en un objetivo con la exclusión de notar o preocuparse por cualquier daño colateral. Las emociones figuran principalmente como formas de distracción irracional», cuentan en este extenso e interesantísimo análisis de The Guardian. Ya han obligado a dimitir a un asesor que se pasó de la raya: cuestiona la inteligencia de los negros, dice que el deporte femenino parece paralímpico y defiende la eugenesia para seleccionar bebés inteligentes. Numerosas críticas sitúan al temible Cummings como presidente en la sombra, dado el carácter de Johnson. Otro Bannon como en Trump, aquí cerca. ¿Qué puede salir mal? ¿Seguro que el peligro es Venezuela?

Como en España, otros países viven la distracción de las zanahorias desinformativas que gusten poner en servicio. Venezuela, aquí, y los políticos como Casado dando lecciones desde posiciones que hacen lo contrario de lo que predican. Arrimadas permanentemente impulsada por los medios en el mismo discurso. La supina torpeza de Martínez Almeida borrando el poema «Para la libertad» de Miguel Hernández del Memorial de la Almudena. Y los otros, socios y cómplices, infiltrados como un virus ultra por la actualidad. Y la derecha del PSOE alineada con esa deriva, como los demócratas norteamericanos de su cuerda. Y las dimensionadas disidencias en el antiguo núcleo de Podemos. Y los medios con sus objetivos más políticos que informativos en muchos casos, más económicos por ser precisos.

Y en este clima gobernar. Y para los ciudadanos. Con algunas cesiones que asustan. Ya lo dijo Zapatero: no siempre se puede hacer «todo aquello que desde fuera parece que se puede hacer». Hemos perdido unos años preciosos por inacción y grandes distracciones. La situación es peor. No, en España, si el gobierno puede echar andar de una forma efectiva con presupuestos aprobados, vendrá al menos una estabilidad y unas acciones que pueden callar mucha propaganda. Se ven primeros pasos firmes con la subida del SMI y las pensiones o al anular, por ejemplo, el despido por bajas médicas que implantó el PP.

El problema es ese mar de fondo que ha vuelto a crecer en degeneración. Los ciudadanos han de ser más responsables que nunca: un mundo dirigido por personas con escasa inteligencia y todavía menos escrúpulos es peligroso para todos. Venga esa amenaza de fuera o de adentro. La única cohesión admisible para el bien común es la razón, y mucho mejor acompañada de decencia. Indispensablemente, diría.

 

*Publicado en Eldiarioes

Apología del franquismo y apología de la estupidez

Anuncia el Gobierno su intención de tipificar como delito la apología del franquismo y la reacción nos muestra a qué niveles está infiltrado en la médula del cuerpo social español. Quizás no tanto en la ciudadanía como en sus estamentos esenciales, incluyendo medios y líderes de opinión. Y ocurre así, sin duda, por la impunidad de la que siempre ha gozado esta ideología tan fascista como la que asoló Alemania o Italia y que aquí desencadenó una guerra civil, una dictadura de 40 años más otros tantos de esa desgarradora comprensión.

España lo constata cada vez que el franquismo sociológico sufre el más ligero roce. Ha arraigado hasta en quienes muestran una decidida permisividad en aras de la libertad de expresión, según dicen. Qué gran labor educacional se ha venido haciendo. Porque los análisis en favor de dejar tranquilo al franquismo muestran lagunas de peso, nada raro por otra parte: siempre se dijo que si estrujas conveniente los datos terminan confesando lo que quieras.

Lo he buscado varias veces y no he encontrado un país que sufriera tan terrible lacra en sus cimientos y no exigiera ninguna responsabilidad —recordemos que aquí incluye provocar una guerra civil—. Argentina lo intentó con las leyes de Punto Final pero terminaron siendo derogadas y juzgados algunos responsables de crímenes de las dictaduras. Portugal, quizás. Los principales jerarcas se libraron. Aunque no tiene metido en sus genes la defensa de ideologías fascistas.

España, sí. Tan larga y potente presencia del franquismo impregnó la educación, las costumbres, los criterios. Y así nos vemos ahora con el renacer de la derecha extrema y con unos librepensadores de diseño que ven normal lo que no lo es, con un sector de la sociedad que les incluye aquejado de una preocupante falta de criterio. El franquismo persistente no solo dejó tirados en las cunetas a los muertos de segunda, hasta se mofó de ellos y los sigue manipulando. Prendió mucho más allá de los hechos denunciados, entró en el alma de una parte de España con la intensidad con la que otros lo rechazan, bien es verdad.

Lo peor hoy es la herencia mental. «Estamos hablando de luchar contra la idea de que una nación, una raza (sic), un género o una especie tiene el derecho de dominar sobre otra y hacerlo sin consecuencias», y tomo las palabras del actor norteamericano Joaquim Phoenix al recibir el Oscar por su papel de Joker. Porque la ideología es la misma, y pervive, y se extiende, ante la ceguera nada inocente hasta de opinadores. Es igual, solo que aquí se configura más botijera y cutre si cabe.

Y está en la comprensión con las desigualdades, con los privilegios, con el machismo. Con las pautas que inclinan a no rebelarse ante la injusticia, y a tener miedo. La mujer fue convertida en un ser débil mental precisado de la tutela de un varón y caló de tal forma que la ultraderecha actual dice añorar el presunto paraíso en el que las mujeres se dedicaban solo a los hijos, gozaban todos de tres meses de vacaciones y de pisos baratos y todo tipo de comodidades. ¿Dónde estaba esta gente que no se enteró de lo que sucedía? ¿No vio siquiera películas que lograron pasar la censura como el Plácido de Berlanga? De ahí que un ideólogo de la derecha diga —en una tertulia, cómo no— que 10 mujeres asesinadas por sus parejas en un mes es «una casualidad estadística». Casualidad que no se da con los hombres, por poner el caso.

Estamos viendo defender la libertad de expresión a algunos que genéticamente la rechazan y la impiden cuanto pueden. Vuelven a salir los estereotipos de motivaciones ideológicas que cargan —ideológicamente— contra enemigos políticos, con virulencia que se pertrecha de mentiras o medias verdades para sustentarse.

La apología del fascismo recibe la condena del Tribunal Internacional de Derechos Humanos. Porque contra ellos atenta. No metan en la cazuela otros ingredientes que distraen. Alemania persiguió y prohibió el nazismo porque lo sufrió en sus carnes y lo mandó a herir las carnes de los europeos, por la tibieza de quienes no los vieron venir. No mezclen. España lo que sufrió fue el franquismo y esas secuelas que continúan. No sumen peras y manzanas con ETA, con el comunismo o con cualquier otra cosa. Lo que sufrió España fue un golpe de Estado fascista, una guerra, una larga dictadura ha dejado terribles secuelas en los criterios y una herencia ética pavorosa.

Difícilmente la derecha en el gobierno condenaría la apología del franquismo, no insulten nuestra inteligencia. Recuerden, por favor, casi por piedad, el diferente trato que ha tenido con lo que quieren homologar. Aquellos titiriteros encarcelados de forma sumarísima, sin acabar casi de desmontar el escenario, por sacar un cartel que decía ‘Gora Alka-ETA’ como una parodia crítica, al ser considerado enaltecimiento del terrorismo. En España hay quien mira con la suciedad de su retina. Por contra, ataques de la ultraderecha como el perpetrado contra un acto en la librería Blanquerna en Madrid siguen en un limbo que al parecer no implica ingreso en cárcel. Y es que el franquismo impregna, no solo una parte de la justicia, sino las costumbres.

Tipificar como delito la apología del franquismo llega simplemente tarde, pero algo hará para quitarnos al menos esa sensación de impunidad insoportable. Hasta de ver cómo se permite y hasta subvenciona su protección. La del franquismo, que se dice pronto. Lo deben. Llega tarde, pero es un principio. En el trabajo para erradicar el franquismo y la «comprensión» que despierta. Desde luego la labor empieza en los colegios. Se ha evitado enseñar nuestra historia, nunca hay tiempo, dicen, no la conocen. De ahí quizás que personas adultas evalúen aquella etapa y ésta con tal frivolidad.

Enseñar nuestra historia. Y a pensar, a razonar, a separar lo importante de lo accesorio, a fomentar el espíritu crítico que se hace preguntas y cuestiona respuestas hasta llegar a conclusiones personales honestas con uno mismo. En los colegios, en los hogares, en los medios. Ésa fue y es la peor herencia del franquismo y la más difícil de erradicar: que fomenta la apología de la estupidez y la ignorancia.

 

La muerte enseña a vivir

Estos días he aprendido muchas cosas o recordado que tenía que aprenderlas. A pesar de mi profesión y de mi edad, no he asistido a demasiadas muertes en directo, aunque bien pensado siempre parece la primera. Estos días, el sábado 18 de enero en concreto, sí, y corroboré que morir en el fondo no es sino un sueño del que ya no se despierta; sin más dolor, ni gozo. No es ese tránsito igual para todos. Se dan grados en la intensidad o la extensión en el tiempo, en la consciencia del momento. Las hay desde inevitables como término de ciclo, a injustamente provocadas por las zarpas de la injusticia. Pero el final es siempre el mismo: un letargo profundo irreversible donde ya no se está. No se puede aspirar a mejor morir que hacerlo en calma rodeado del amor de aquel y aquellos que elegiste para vivir.

La muerte es para los que se quedan en el roto que deja la ausencia. Lloramos por nosotros. Y somos nosotros quienes precisamos racionalizarlo. La tierra no será leve, ni dejará de serlo. No habrá una ventana en un lugar determinado del cielo para que nuestro ser querido se asome. Pero sí la presencia de la huella que se ha dejado. La vida que, si produce ese vacío, es porque realmente nos llenó tanto que no sabemos qué hacer con él. De ahí las reacciones tan diversas de los seres humanos ante este hecho natural.

La muerte de las personas que consideramos valiosas lo que nos enseña es a seguir aprendiendo a vivir. El funeral de la periodista Alicia Gómez Montano, a cuya muerte me estoy refiriendo con estas reflexiones, fue como ella en toda su rotunda esplendidez. Con lágrimas y risas. Reencuentros. Abrazos. Abrazos con ganas o rompiendo barreras de papel. Necesidad de compartir el dolor, tanto como se hizo con la alegría. Para salir curiosamente reconfortados por ese calor vivido en compañía.

Para seguir aprendiendo a vivir incluso en la lección que aportan los detalles. Desde el bolso de mano sin el que no podíamos ir a parte alguna fuera de casa que se queda a un lado. Qué no pasará pues con tantas cosas que nos parecen trascendentales. Cuánto tiempo y energía perdemos en tareas inútiles. Vivos ante la muerte ajena pero cercana, se relativizan los exabruptos de los intolerantes, se ven con otra mirada los manejos. Casi no se mira dónde quedan los mezquinos o la importancia dada a las ausencias. Nunca somos más verdad que ante la muerte. En ese shock de los esquemas sale la verdad de las emociones y hasta se desnuda el rostro del fingimiento.

Y, desde luego, la certeza de un final invita a abrazarse a la vida, a la risa, al amor, a los afectos, saltando por encima de escollos que se vuelven insignificantes a la luz de lo que de verdad se quiere. Se enmarca en claridad que solo se vive una vez y cada momento es único e irrepetible. Para decir o poner en práctica lo que no debe quedar dentro.

También se aprende a morir y creo que no viene mal para ese empeño amar apasionadamente la vida. El miedo que nos inspira la muerte propia puede racionalizarse. No con libros de autoayuda, por supuesto. Mejor contemplándola con naturalidad, aunque cueste, que cuesta y de hecho eludimos hasta hablar de esto. La «Antología de Spoon River», poema casi satírico, real, irreverente, poema al fin, de Edgar Lee Masters, que se sigue atesorando más de un siglo después de ser publicada, la desdramatiza en su cotidianeidad. En uno de los epitafios que recoge, remite a Séneca para precisar que es básicamente «la anticipación» lo que desasosiega: «la memoria despierta en nosotros la angustia del temor y la previsión, la anticipa». Porque, en sí, es un momento. Y, entretanto, hay que seguir exprimiendo el jugo de la apasionante aventura de la vida. Sin duda, poniendo los medios para prolongarla en salud en cuanto quepa.

Que no nos ocurra como a George Grey, que sintió su vida tan marmorizada como la piedra donde escribió su propio epitafio, según Masters:

«He estudiado muchas veces el mármol que me han esculpido: un barco con velas arriadas anclado en puerto. En verdad no expresa mi destino sino mi vida. Pues se me ofreció el amor y temí su desengaño; el dolor llamó a mi puerta, mas tuve miedo; la ambición me reclamó y me asustó el riesgo. Anhelaba, sin embargo, darle un sentido a mi vida. Ahora sé que debemos desplegar las velas y encarar los vientos del destino dondequiera que nos lleven».

Aprender a vivir es a entender, a elegir, a priorizar, a valorar lo importante, a ser tan selectivo con el agujero por el que quieren entrar y anidar los odios a los que no les damos apenas cabida. A abrir los ojos para ver lo que tenemos al lado y más allá. Lo que vale la pena. Lo que queda por hacer… hasta dormir.

*Publicado en eldiarioes

La España ultra vuelve a estallar en Colón

 Los cimientos  podridos de España vuelven a crujir. Los que nunca se resolvieron porque siempre se tapan.  La derecha española pretende estallar este domingo en la Plaza de Colón de Madrid. Haciendo lo que mejor sabe hacer: bombardear cualquier camino que no pase por su uso y abuso del poder.  Es una de las patas de este conflicto eterno de la España infecta. El principal pero no el único. No es nuevo, siglos llevan clamando los progresistas españoles por una regeneración que no llega y que, por enquistada, cada vez nos hunde más.

La excusa esta vez es Catalunya. La figura de un “relator”, mediador, para ver de solucionar el conflicto. A lo largo de los tiempos ha habido muchas otras polémicas:  ETA, la educación, los derechos de la mujer, el aborto, el matrimonio gay, hasta al divorcio se opusieron. Algunas las rescata el alocado presidente que se ha buscado el PP. Hace falta ser miserable para vincular aborto y pensiones, como han hecho Casado y su ejecutiva diabólica. El quid es otro.

 La derecha española no sabe hablar. La derecha española no quiere hablar. La derecha española no quiere resolver conflictos, quiere el poder. A cualquier precio. Y Pablo Casado lo está demostrando.  Ahora, con la ayuda de las otras dos alas similares que se fueron desgajando: Ciudadanos y Vox. Los tres indistinguibles en la ultraderecha. Y con un potente ejercito mediático que redobló su fuerza –no sin subvenciones de dinero público en eufemísticas entregas- durante el mandato de Rajoy.

   Todas las corrupciones que han sangrado a la sociedad española palidecen ante esa bandera grande y una, roja y gualda, que lo tapa todo. Vuelan los sobres, las facturas falsas, el saqueo de lo publico en especie y contante y sonante, pero lo importante es el “a por ellos” “a por los catalanes”. Hasta su añorado Rajoy se dopó con facturas falsas y todo tipo de trampas en falso para salir elegido en 2011, según la UCO. El nuevo  gobierno andaluz sitúa entre sus primeras medidas dar un buen tajo a la sanidad pública. La cultura la ha entregado a VOX como en un mal chiste provocador. Pero todo estará bien empleado si España no se rompe, su concepto de España, y así enardecen a sus descamisados de dignidad. Pero parece que solo una bandera –bien usada en manipulación- les arrastra.

   El complejo tema, del que tanto se ha hablado, podría resumirse en dos errores de base.  Las fuerzas políticas españolas todavía no han entendido que el principal  objetivo de las catalanas es Cataluña. Por mucho que parezca hasta una redundancia, no lo entienden. Lo mismo que los independentistas catalanes no calibraron con qué España se batían, lo cual es el origen de los descalabros sufridos pasados y presentes. Y ahí siguen. Se ha roto el diálogo, dicen, con su relator y todo. La derecha, ya salivando, mantiene por supuesto la manifestación del domingo.

  Por lo demás, todos los gobiernos han negociado en temas de calado. Todos han tenido mediadores y relatores o como les quieran llamar. Lo que no han tenido, tanto al menos, es un ataque tan feroz, antidemocrático y… desmemoriado. Así que los periodistas que patinan en la pista helada de la equidistancia deberían contemplar el paisaje completo.

   El añorado Mariano Rajoy y su PP entero pusieron la proa a  Rodriguez Zapatero desde el mismo 14 de Marzo de 2004 cuando ganó las elecciones. Consideraron su gobierno ilegítimo. Igual que los muchachos y muchachas de Casado y Rivera al de Pedro Sánchez.

Rajoy llamó a Zapatero acomplejado, agitador, ambiguo, antojadizo, aprendiz de brujo, bobo solemne, chisgarabís, cobarde, débil, frívolo, grotesco, hooligan, impreciso, imprudente, incapaz, inconsecuente, indigno, inestable, inexperto, insensato, insolvente, irresponsable, maniobrero, manipulador, mentiroso, oscuro, perdedor complacido, radical, rastrero, sectario, taimado, traidor, turbio, veleidoso y zafio. Casado ha incorporado al acerbo “felón” que suena a vasallaje si es que tamaño inculto sabe su significado.

   Rajoy, los obispos y la ultraderecha, entonces menos visible, le montaron al gobierno Zapatero una docena de manifestaciones, le frieron a preguntas en el Congreso sobre la política antiterrorista, para dificultar su trabajo.  215 de una tacada, un 19 de abril ya del mismo 2004, basadas en la Teoría de la Conspiración inventada por El Mundo. Llenaron la Plaza de Colón de Madrid varias veces, con banderas y autobuses pagados -¿con el dinero de todos?-. Casado también invita, costeando el viaje a quien quiera venir a Madrid. Dinero no les falta.

  La lucha antiterrorista del PSOE dio frutos, pese a las algaradas del PP para evitarla. ETA está acabada. Pero en marzo de 2007, cuando los atentados son ya una excepción, el PP llega al paroxismo con su acoso y derribo a Zapatero.  La víspera de los atentados del 11M,  y sin que el hecho sea siquiera mencionado, el PP reúne en Madrid  a más de 2.500.000 personas, según ellos. Ha fletado 760 autobuses.  Entre vivas a España y el uso del himno de todos, Rajoy se clava un exaltado e inquietante discurso:  “En ese espíritu, convoco solemnemente a todos los españoles, a los que les importe España, a poner fin a esta situación”. Oigan aquí el tono.Las víctimas de las que hablan son de ETA, nada del 11M y añade el rosario de falacias habitual, el que esgrime el PP hoy.  Casado no es sino un alumno, altamente iletrado, de sus predecesores. Al que se le hunde el PP en expectativas de voto.

No se rían, en aquella manifestación cantaron a coro “la Estaca” de Lluis Llach.

  También se mencionó aquellos días el término  “Alta traición” en los medios adictos. El escritor Juan Manuel de Prada en ABC tituló así su columna para concluir: “llamemos a las cosas por su nombre: esto es alta traición. Cabría preguntarse si un gobierno que humilla el honor de un Estado no merece algún tipo de castigo. En épocas menos confusas esta pregunta habría obtenido una respuesta inmediata y severísima”. ¿Hay quien dé más? Sí Casado, Rivera y VOX. Y  sus medios.

  Lo lamentable es la presión del ala derecha del PSOE indistinguible de esta ultraderecha activa. Los reinos de taifas de las comunidades que no aprenden y que llevan el anticatalanismo pegado en las vísceras. Y los prebostes de un pasado que ha radiografiado sus miserias. Alfonso Guerra, ídolo de la derecha y ultraderecha. Y Felipe González, el que habló alarmado del  clima prebélico instalado en la España en 2007 desde la soleada Acacapulco.   Es un invento de los políticos para hacer una política desapegada de la ciudadanía, y empieza a calar en la sociedad, decía. Hoy enciende cerillas también contra Sánchez. Doce años dan para mucho.

   Los medios españoles parecen haber olvidado todo esto, y presentan la manifestación de este sábado en Colón como la hecatombe. En cierto modo lo es pero por el montaje que engloba a quienes buscan echar al gobierno a la fuerza, lo que tiene un nombre bien claro. Toda la ultraderecha, incluidos fascistas y neonazis organizados que también se apuntan.  PP y Ciudadanos rechazan, en un comunicado, la presencia de grupos que no defiendan «los valores democráticos y de convivencia» en su manifestación precisamente en contra del diálogo con Catalunya. A cuya autonomía, además, ellos quieren aplastar.

 Cuando algunos periodistas hablan del malestar creado por Sánchez y sus gestiones, como justificándolo,  aumenta la dimensión del problema programado para estallar el domingo. ABC  volcados en campaña para derribar al gobierno.  Y la COPE. Les oí casualmente el jueves. Llamando a acudir a la manifestación ultra del domingo en el programa de Carlos Herrera. Esperaban, dijeron, que acudan a Colón PP Ciudadanos y Vox “y toda la gente razonable”. Subvencionamos a la Iglesia Católica para que aliente el golpismo. Muy generosamente.

  Si la ruptura del diálogo con la Generalitat es una cesión a la derecha del gobierno central, supone un error. La bestia ultra se crecerá. La única salida frente a su ofensiva es justo la contraria. Pedro Sánchez y el PSOE que le queda, Unidos Podemos y toda la izquierda, deberían solucionar los problemas estructurales de España. Si a la mínima le montan este tinglado, será mejor ir a por todas. Y no hay quien construya nada en ese estercolero fangoso.

Moncloa anuncia que Pedro Sánchez visitará en breve la tumba de Antonio Machado en Coilluore, Francia, adonde le llevó el exilio de la España franquista. El mejor tributo sería luchar por aquellos españoles que él veía, los eternamente olvidados.  A veces imagino a Machado, volviendo a decir : “Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza”. Lo escribió hace más de un siglo. Y no hay uno, sino muchos españoles así.  Ocultos tras ese manto de caspa fétida que parece impregnarlo todo. E inmensamente hartos.

 
 

 

Me quedo contigo

Hay un fuerte contraste entre la bronca permanente, la siembra de odio, y la liberación de los sentimientos con toda naturalidad que estamos viendo estos días.  Se mostró rotunda en los Goya 2019. Cuando Jesús Vidal agradeció el premio al actor revelación que le entregaban por su papel en Campeones. Y cuando Rosalía cantó Me quedó contigo la mítica canción de los Chunguitos. Merece la pena detallarlo y buscar los porqués a esa reacción de entusiasmo que han despertado. La verdad de los sentimientos desarma. Antes habrá que hablar del contexto en el que se ha producido.

Vivimos un momento en el que las opiniones críticas y –lo que es peor- los hechos que las sustentan caen sobre los espacios públicos como un bocado de carne en una piscina de pirañas.  Los frustrados, los fracasados, los haters con causa y sin ella, los que odian a sueldo, se lanzan a dentelladas. Enturbian cualquier conversación. Están acabando con las Redes, con los debates serenos, con la luz. Lo han aprendido en la tele. Y la sinrazón política les ha dado la fuerza de la inconsciente ignorancia.

Porque en esta etapa oscura proliferan los surtidores de inquina. Con el tiempo, he llegado entender que hay personas incapaces de sentir empatía, compasión, generosidad, amor. Desde la frialdad, muchos se sirven de otros a quienes despiertan pasiones, básicamente de odio. El odio sí es un poderoso motor. Un eminente neurofisiólogo de la Universidad de Nueva York, Rodolfo Llinas, me confirmó hace años que, en efecto, existen distintos grados de experimentar emociones. Una amplia gama. Los que carecen de todas –y de conciencia- tienen un nombre: psicópatas. Y los hay en grandes puestos de decisión. Lo que ellos tienen es gusto por placeres varios.

Cayeron sobre una población que ansiaba gritar “a por ellos” y demostrarlo. Sobre el inmenso tedio y melancolía de los jubilados… de la vida. Los que siguen chillando en los parques y las mesas de cartas y las barras de los bares el repertorio completo: España, la unidad, Maduro, Venezuela, Podemos, Pedro.  Pedro también.

La Razón. Traslado VIP.
La Razón. Traslado VIP, titula abriendo portada

El traslado de los presos independentistas a Madrid para el juicio del procés registró otro episodio de infamia. Llevados en un furgón de celdas del tamaño escaso de un lavabo de avión, con un orificio alto por ventana, incomunicados y grabados permanentemente, mereció una portada de La Razón inhumana en su desprecio. A sus seguidores, aún les pareció excesivo el lujo.

Los dispensadores de inquina han reforzado la misoginia de larga tradición.  La violencia machista agrede o mata cada día. Viola, corta cuellos, hiende hachas, como un sarpullido de dolor e ignominia que se evapora de las noticias en horas. El machismo también odia, el feminismo ya no si alguna vez lo hizo. Y no masivamente.  Pueden ahorrarse sus improperios los cazadores de supuestas feminazis, pasamos.

Hoy tocaría hablar de todo esto. De los problemas enquistados y los que surgen a consecuencia de ellos. Más aún que siempre, más cada vez.  Abrumadores hasta el sonrojo ajeno. Ante esta ruina de cesiones, presiones, intereses, desfachatez mayúscula, mentiras, insultos, elogio de la psicopatía social…  se ve una cierta esperanza, una espita de alivio en quienes salen a hablar de sentimientos, cuando, por casualidad y no sin esfuerzo, han logrado un hueco con acceso a micrófono.

Jesús Vidal, León, 43 años, filólogo, actor, dramaturgo, máster en periodismo, con un 90% de discapacidad visual, emocionó a media España al recoger su premio.  Inclusión, diversidad, visibilidad, fueron directos a la audiencia hecha seres humanos.  Iba creciendo la emoción en sus agradecimientos. “Gracias porque me enseñaste a ver la vida con los ojos de la inteligencia del corazón”, le dijo a su madre, desbordada en lágrimas. Y, a su padre, recientemente fallecido, un “gracias por haber vivido, por luchar tanto por mí, y porque solo con una sonrisa cambiabas el mundo”.  Esa inteligencia, de la que tantos carecen, esa manera de cambiar el mundo, logra personas como Jesús y tantos otros. Me quedo con ellos, sin dudar.

Conozco de primera mano la frescura, espontaneidad y talento de los 10 actores discapacitados que hicieron posible Campeones, en palabras de Jesús. Así es mi sobrino Carlos, Carlos Artal. Montó el periódico de su asociación de Síndrome de Down, escribe y nunca fingirá una actitud. Sabe lo que quiere y lo busca. Y es tan claro como luminoso. Son una lección constante. Como todos quienes se sobreponen a las limitaciones mecánicas para impulsar sus sueños con una tenacidad que sonroja las propias debilidades. Algún político, odiado por sus ideas en las cloacas de pobres diablos, me viene a la memoria.

Y luego Rosalía. El éxito de esa canción que tiene mil años y que sirve como pocas para expresar algo muy sencillo: “Si me das a elegir, me quedo contigo. Entre tú y la gloria, entre tú y la riqueza, entre tú y ese cielo de vuelo libre, me quedo contigo”.  Mis prejuicios ante la abusiva campaña de promoción de la cantante, cayeron.  Rosalía cantaba la emoción de esa letra rotunda.

“Esa canción necesita desesperación para ser cantada”, me opuso un tuit. ¿Desesperación por haberse enamorado, estar a su lado y ser muy feliz? Ni una canción de amor se libró de la piscina de carpas voraces, no llegó en este caso a pirañas. Las preferencias en las versiones se expresan sin apelación. Yo me pongo la de Manu Chao por las mañanas para expandir la gloria, preferentemente. A toda hora si surgiera, los Chunguitos, el trío elegante y sabio de los años en los que, efectivamente, se creyó que el amor vencería a la guerra. Al menos, fue ilusionante y placentero. Y se puede pensar en  Rosalía para las noches cálidas antesala de días con parques para oxigenarse sin vomitar resentimiento. O alterar completamente el orden y añadir más voces. Lo que importa es esa válvula que se ha abierto para recordarnos que existen personas distintas a las que muerden y sueltan bilis remuneradas desde las pantallas. Y que, probablemente, son las que, sin hacer ruido,  consiguen que el mundo no se desmorone.

A menudo pienso si no será inútil la denuncia que no logra parar la cadena de destrucción constante. Se podría probar, otra vez, la ingenua tarea de impulsar los cambios por la vía de los sentimientos positivos. A la racionalidad le cuesta más calar.  Situemos lejos de la mirada,  aislados en sus jaulas ajenas de humanidad, a quienes no sirven sino a sus propios intereses, arrasen a quienes arrasen.

Démonos permiso para parar el mundo que gira a nuestro alrededor y sintamos como una respiración profunda. Seguro que así sabemos mucho mejor a quién, a quiénes, decir: Me quedo contigo.

Ese molesto trámite llamado democracia

Lo sabían EEUU y la Unión Europea. Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, 33 años, se iba a plantar en la calle y autoproclamarse presidente de Venezuela. La Administración Trump le mostró su apoyo en pocos minutos. Lo sabía de primera manera. Se confirma el rumor de que Guaidó viajó hace un mes a EEUU, Colombia y Brasil para, en secreto,  informar o acordar la operación.  La eufemísticamente llamada Comunidad Internacional reparte juego.Nicolás Maduro, te tocó, esta vez sí, parecen decir.  Tras algunos ajustes,España dice que plantea a la UE reconocer a Guaidó como presidente venezolano si Maduro no convoca elecciones inmediatas. La prensa toma partido. Se llega a escribir que « Maduro se atrinchera en el poder con el apoyo de la cúpula militar«. Muchos parecen no recordar que -mal o bien- Maduro es el presidente electo de Venezuela y que lo normal en estos casos es que la «cúpula» militar, como todo ejército, esté bajo las órdenes del poder político. De momento se mantiene. Total, los golpistas -autoproclamados, si lo prefieren- «solo» se están saltando los trámites democráticos.

La derecha española se desnuda al límite y se echa a la calle a exigir el apoyo a Guaidó bajo las más desaforadas amenazas. La derecha del PP de Pablo Casado –con su corte de hooligans– y los Ciudadanos de Albert Rivera. Vox también. Y Aznar y Felipe González como si les fuera la vida en ello. Y con el apoyo mediático de costumbre todos ellos. Lo más terrible, sobrecogedor, de la máxima preocupación, es que los líderes de la derecha parecen considerar la democracia como un trámite, incómodo y prescindible. Y hace temer que de llegar al poder se quitarán de un plumazo las opciones políticas que no coincidan con la suya. Concretamente, Casado y Rivera ilegalizarían partidos independentistas. Lo han dicho. Corruptos, no, por supuesto. El gravísimo problema ahora es ese.

Imaginemos que Casado o Rivera se autoproclaman presidentes del Gobierno español. No es imposible: ambos consideran a Pedro Sánchez un okupa, dado que solo saben sumar escaños por la derecha. Saltándose trámites democráticos puede ocurrir.

Sin duda, la Venezuela de Maduro es un caos, pero denostar su Gobierno no implica aplaudir un golpe de Estado o un despoje a la brava, elijan si las definiciones precisas asustan. Por más que se haya impuesto el maniqueísmo primario, no es así. Por si las dudas, ni he simpatizado nunca con Maduro, ni lo hice con Hugo Chávez y así lo he manifestado en diversas ocasiones. Ahora bien, con la democracia, sí. De hecho, la defiendo con total decisión.

Venezuela es el ejemplo máximo de una gran hipocresía. Los intereses de quienes se manifiestan sobre esta cuestión son tan ostensibles que se ven las gruesas cuerdas que mueven los gestos. Se puede afirmar que sin petróleo un país está a salvo de ser perseguido por los desmanes de sus dirigentes. Y con petróleo -ubicado en manos generosas y precisos objetivos también, como en el caso de Arabia Saudí. La petromonarquía es uno de los países donde más se vulneran los derechos humanos, al punto de llegar a descuartizar a un periodista crítico. Y si es por la persecución de opositores, allí los ejecutan sin más miramientos.  Pero en ese tema se mira para otro lado.

A quien toca perseguir es a Nicolás Maduro. Cuántas oportunidades de negocio ha tronchado. No todas, pero más de las soportables para algunos. La Venezuela actual es hija de décadas de despropósitos y abusos. Como cualquier persona informada, conozco los detalles de la larga trayectoria que, ante nuestros ojos, llevó a Venezuela a esta situación.

Felipe González sabe mucho de amistades presidenciales venezolanas y de su dureza con las protestas. Tal como él mismo escribió, viajó a Españaen el avión presidencial de Carlos Andrés Pérez, el del «caracazo» que ocasionó decenas de muertos en su represión. Caracazo y algo más: fue expulsado de la presidencia, juzgado y condenado por malversación de fondos y se exilió a Estados Unidos. La historia de Venezuela es trágica y no lleva trazas de cambiar. Abrir la puerta hasta la cocina a EEUU, con todo su historial de injerencia en los países latinoamericanos, y además con Trump, debería avergonzar a quienes aplauden la hazaña de Guaidó. Sobrecoge ver a dirigentes españoles obviando semejante detalle, pero es que la democracia, insisto, se ha convertido en un trámite molesto.

Toda persona honesta debería preguntarse por qué Venezuela atrae tanta atención y no otros países en similares circunstancias. Este mismo viernes, la ONU publicó un informe sobre la crisis humanitaria de América Latina. «En los países centroamericanos ya hay más de 80 millones de personas que viven en pobreza extrema y donde la violencia es una constante. El Salvador y Guatemala exhiben las tasas de homicidios más altas del mundo». A esto se suma el uso «desproporcionado e innecesario» de las fuerzas de seguridad para silenciar la disidencia de manifestantes, críticos o periodistas, según la ONU.

En otro informe de hace un mes, la ONU aseguraba que América Latina y El Caribe sigue siendo «la región más violenta del mundo para las mujeres, con la tasa más alta de violencia no conyugal y la segunda tasa más alta de violencia conyugal».  Y que la situación de los Derechos Humanos en la zona es crítica.

El caso de Honduras

Si hay miles de venezolanos huyendo de su país, también hay miles de hondureños huyendo del suyo. Un caso interesante. En 2009 el Gobierno hondureño también fue depuesto por el presidente del Congreso. Ahora EEUU mantiene una base militar allí y lo considera un «socio preferente». Lo que no quita para que Trump haya dicho textualmente: «Enviamos a Honduras cientos de millones de dólares y nos envían caravanas». Con Honduras, Guatemala y El Salvador también se llevan lo suyo del presidente estadounidense. Es el trato humillante que espera a los protectorados de facto, salvo a sus élites.

Grandes negocios, menos democracia

No es solo Venezuela, Venezuela es la que tiene petróleo. Y muchos negocios con españoles, no con España. Y unos líderes hoy opositores que también hacen suculentas operaciones en nuestro país. La familia de Henrique Capriles opera en el Complejo Canalejas -un empeño personal de Ana Botella como alcadesa-,  el edificio del ático vendido por 10 millones de euros. También está detrás de varios complejos de viviendas de lujo de Madrid, copio y pego.

Los Casado, Rivera, González o Aznar -y sus predicadores en general- solo hablan de Venezuela y con un agresividad que augura días muy negros en nuestro propio país. Todo vale. A los jóvenes pupilos ya los vemos. Los expresidentes se manifiestan con claridad:  Felipe Gonzáles puso de ejemplo al Pinochet de las carnicerías humanas frente a Venezuela. ¿Cómo puede ser considerada objetiva su opinión? Aznar nunca ha creído en la democracia.  En un artículo -que publicó precisamente su entonces oponente Felipe González-  llegó a culpar a los chilenos de «las desventuras» que se hubieran evitado de «haber cumplido con su deber» de no votar a la izquierda de Allende. Pablo Casado lo ha rescatado como ideólogo del actual PP.

En esas están ahora. Con EEUU al que le vuelven a encargar ser «gendarme del mundo». Con Bolsonaro en Brasil, que está usando ya la democracia que le llevo al poder para destruirla. El hijo de Bolsonaro contrató a la madre y a la mujer del sospechoso del asesinato de la concejala Marielle Franco. De su mismo partido, Jean Wyllys, el primer congresista abiertamente homosexual de Brasil dimite y abandona el país por amenazas de muerte. Y ante esto y mucho más los hipócritas de la derecha española no gritan fuera de sí en la calle, callan. La mayoría calla, bien es verdad.

Porque lo que nos jugamos es la democracia. Pensábamos que era un valor incuestionable, pero no lo es. Suprimirla en los trámites como un engorro implica otro orden político. Cuesta entender que no se den cuenta. Hay ya millones de seres en nuestro propio país que prefieren la razón de la violencia del más fuerte, olvidando a los vulnerable, olvidando la razón de la solidaridad, olvidando la razón.

España y sus círculos viciosos

Acabamos de confirmar que la crisis reajustó la sociedad española para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Somos el cuarto país más desigual de Europa y, en él, un 10% de los ciudadanos concentra más riqueza que todo el resto de la población junta. Terribles cifras que originan otros muchos desajustes. Vivimos también en una virulenta ola de misoginia. Y avanza otra de racismo. Y una más de asedio y derribo a la verdad. Son pilares esenciales de la democracia, de la ética y los derechos humanos. Pero los periodistas tenemos que ocuparnos de los políticos, sí o sí. En el fondo son los que hacen la política y de ahí las pasiones que se desatan en los ríos revueltos.

Podemos se rompe. Errejón se va con la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena y se consuma la ruptura con Pablo Iglesias. Viendo los informativos se diría que es algo que no ha ocurrido jamás antes. Allá queda para la mera anécdota el derribo de Pedro Sánchez del PSOE, con trampas, degüello y expulsión, que tanto influyó en la política española. El pulso de Susana Díaz por mantener los ayuntamientos bajo su control en Andalucía sin querer asimilar su derrota. El PP de Gallardón y Aguirre o de Aguirre con Rajoy fue un juego infantil. A Cifuentes no la tumbó, aunque debiera, su máster sino las cremas robadas en Eroski que algún fuego amigo facilitó para su exhibición a los sicarios habituales. Izquierda Unida es otro paraíso de armonía. Y así podríamos seguir en otras escalas y ubicaciones.

¿Ha hecho bien o mal Íñigo Errejón al irse con Manuela Carmena? ¿Y avisando dos minutos antes de difundirlo y en el día que cogía su baja paternal Pablo Iglesias? Es cuestión trascendental en España parece, con enardecidos partidarios y detractores. El poder justifica los medios venía a decir el padre del pragmatismo político, con trazas sucias, Nicolás Maquiavelo, y el personalismo en los liderazgos solo se da en el campo ajeno. Los proyectos son buenos o malos según en qué personalidad se basan. Y no hay manera de salir de los personalismos. Por amor o por odio, condicionan el voto de las sociedades inmaduras.  La razón, tan necesaria hoy, ha dejado de estar de moda.

Rebuscando en antecedentes, aparece un artículo de la periodista Esther Palomera en abril de 2018 que me ha resultado esclarecedor en los detalles a toro pasado. Ahora Errejón, con referencias a las segundas pieles del egoísmo de las que hablaba Saramago.  “Íñigo Errejón ha amagado con dar el portazo, y no será porque la dirección de Podemos no haya cedido a gran parte de sus exigencias. Dicen sus detractores que aun así lo que pide no es autonomía, sino independencia absoluta; una candidatura con Podemos pero sin Podemos”. No era la primera vez, ni la última.

A estas alturas de la historia,  se ratifica lo tremendamente podridos que están los cimientos del “Régimen del 78” que con tanto ahínco trabajan sus benefactores por mantener. Desfilan por los juzgados y las redacciones, o ni siquiera lo hacen cuando son tocados con la varita mágica de la amnistía tácita. La política está hecha de zancadillas. La ética es un azucarillo a diluir en el pragmatismo conveniente. La fidelidad, un concepto trasnochado. Quienes optan por esos valores, unos románticos desfasados. Tanto como para apostar por las batallas perdidas de la dignidad.

Bastante se hubiera avanzado si algunos medios no hubieran hecho e hicieran política de forma tan ostensible. Porque una cosa es la línea editorial y otra la loa sin raíces y las zancadillas al contrario. La campaña sufrida por Podemos no tiene parangón con ninguna otra. Con consecuencias. Para mí es difícil de olvidar la cara ilusionada de una chica joven llamada Irene Montero, con la ecografía de sus gemelos en la mano, allanada en una foto que se publicaría tras pagar por ella un puñado de miserables euros. Luego murió su padre. Luego se adelantó el parto prematuro con riesgo de vida.

Pero vayamos a la política y sus medios. El PSOE está en el gobierno gracias entre otros, aunque fundamentalmente, a Unidos Podemos. Ahora sus periodistas de cabecera nos dicen que el PSOE teme  por su futuro con Podemos dividido. El “insensato sin escrúpulos” ha sufrido una auténtica trasmutación, milagrosa para quienes no siguen la mancheta de los periódicos. Objetivamente, el gobierno del PSOE algo ha hecho positivo , medidas como el aumento salario mínimo, aunque sea en la eterna agonía española que impide de continuo abordar los problemas a fondo. Son muchos en verdad. Enormes, muy tiznados. Es difícil. Los muros y las agresiones se reparten por doquier, pero no sería imposible de darse una decidida voluntad.

Apartar al PP de la Moncloa y de la llave del dinero y las obras susceptibles de sobre es seguramente el más notable resultado. Muchos de los damnificados por ese cambio se revuelven con saña. Hablamos de un partido que, con datos fundados en investigaciones policiales y el canto claro de sus autores, se ha comportado como lo haría una mafia clásica. Tenemos a “policías de cabecera” de políticos de alto rango haciendo trabajitos privados para el PP.S.A. La policía “política” del gobierno de Rajoy interfirió en la causa de la caja B, orquestó la Operación Catalunya, atacó a Podemos y revisó el 11-M, y el Faisán contra el PSOE, pagó a un mercenario con dinero público para asaltar la casa de Bárcenas y protegió a Rajoy como contamos aquí en exclusiva. Rajoy el añorado ya, ante las desaforadas voces actuales del PP aunque parecía ser el gerente de la empresa. Hemos tenido pringado, facilitando datos de todo quisqui previo pago, al informático del Poder Judicial. Tribunales de excepción como la Audiencia Nacional consideran legítimo el uso de la fuerza contra la población de Catalunya, en aquellas imágenes que recorrieron el mundo. ¿Hay país que soporte esto? Sí, España, la España embobada de banderas y tertulias sesgadas. De odios sembrados y sinrazón.

Y así nos vemos. Con Pablo Casado a tumba abierta, machista, supremacista, ofensivo, mentiroso, anunciando medidas excepcionales, incompatibles con la democracia contra las ideas que le molestan. Recuperando al Aznar de todos los truenos, al MAR de todos los desafueros. A Aguirre que le empleó a él, y al policía de cabecera de sus colegas, y al ultraderechista Santiago Abascal. El mismo que empezó a cobrar, al día siguiente de dejar su regazo, de un grupo iraní vinculado al terrorismo internacional, del que poco se habla y al que tanto se lava. Y a los Ciudadanos de Rivera que no pueden disimular su ADN machista, ni sus objetivos políticos al decir: «¿Si hay derecho para interrumpir el embarazo, por qué no lo tenemos para poder concebir a un hijo para otra mujer?». Son palabras del propio Albert Rivera.

En el lado pragmático y nada personalista del centro-izquierda, digamos, tenemos a Manuela Carmena y a Íñigo Errejón, dos personas de indudable talento. A políticos válidos y a los clásicos oportunismos que ya se avistan. A un gran número de medios. Producen hasta ternurita las opiniones de analistas como si fueran un miembro más de la plataforma.  Es Madrid, pero se podría extrapolar. Con el buen ciudadano naranja que volvería a virar a un conveniente centrismo, sin dejar el ultranacionalismo español. Con Vargas Llosa bendiciendo. ¿Cabe felicidad mayor?

El pragmatismo nos ha traído hasta aquí, y aquí quiere que sigamos. ¿Hay vida fuera? Sí, en las calles de la desigualdad, de las mermas, del feminismo, de los derechos sin colores de piel que los distingan. De la verdad.

Con la ejecución de Grecia empezó todo

El Eurogrupo con sus más destacados miembros: el alemán Schäubel y el holandés Dijsselbloem que ha revalidado su presidencia

Hierve España en su política de osadías y descalabros, pero muchas veces es necesario mirar el contexto, un contexto amplio, para entender el nudo. La imposición de la austeridad y el tratamiento que la UE aplicó a la Grecia está en el inicio de una debacle que resquebraja a la propia Europa y que la ha llenado de fascismos. Aire ultra para paliar, también al otro lado del Atlántico, los errores y abusos del capitalismo que llamaron crisis y sembrar una respuesta visceral y errática en la sociedad pueril.

El gobierno de Tsipras acaba de ganar una moción de confianza tras la ruptura del pacto de gobierno con sus socios de ANEL, formación nacionalista y conservadora. Una cuestión de semántica territorial, el nombre de Macedonia, la había provocado. Los mandos de la UE han decidido echarle una mano y reconocer que con Grecia se pasaron tres pueblos. Jean-Claude Juncker ha dicho: “ No fuimos solidarios con Grecia, la insultamos”. Y ya está.

Grecia, un síntoma entre otros, sin duda. Ocurrió ante nuestros ojos y se hizo lo posible por desviar la mirada. Año 2015. Grecia está sumida en la bancarrota a la que le han llevado los gobiernos conservadores (Nueva Democracia) y socialdemócratas (PASOK). Pagan además haber amañado las cuentas para entrar en la Comunidad Europea. Goldman Sachs realiza la tarea. Su antiguo vicepresidente Mario Draghi está en 2015 a cargo del BCE, el Banco Central Europeo.

Grecia transita por la senda del calvario. Ha tenido que pedir un rescate, le han clavado un presidente tecnócrata, Papademos, para que lo cumpla sin fisuras. Tras intensas presiones, coacciones,  para que los griegos no voten a la izquierda moderada, a Syriza, los ciudadanos optan por ese gobierno progresista. Grecia apenas representa el 2% del PIB de la UE, pero hicieron creer que por ese agujero se desaguaba Europa.

Al presidente electo, Alexis Tsipras, se le ocurre convocar un referéndum para que los griegos decidan sobre las draconianas medidas que impone la Troika –el organismo formado por UE, BCE y FMI-. El resultado es NO, no las quieren así, y se desencadena lo que fue un auténtico ensañamiento. Lo capitanea el ministro alemán de finanzas Schäuble y el entonces jefe del Eurogrupo, el holandés Dijsselbloem,  el mismo que solía mostrar su desprecio por los países del Sur.

A la Grecia de Tsipras, ni agua. Es un aviso a navegantes, en España está en alza Podemos y hay que cortar las tentaciones progresistas. Hay que hundir a Grecia, para salvar a España, llegó a decirse. Ante la indiferencia general, Alemania ejecutó su venganza con la aquiescencia del resto de los mandatarios de la UE y castigó a Grecia con dureza inaudita. Los titulares de la prensa española contaban que Tsipras “desafiaba a Europa al querer paliar la crisis humanitaria”, textualmente. La había a niveles de tragedia.

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La tensa relación de Varoufakis con el Eurogrupo

Yanis Varoufakis, el ministro de finanzas de Syriza, se niega a rebajar ( más ) la vida de los griegos, y dimite. Tsipras acata. Siempre esa bicefalia. Bajo intensas presiones. El Eurogrupo “redobla sus amenazas a Grecia por no aceptar más recortes”, informábamos. Varoufakis explicaba sin cesar que el 90% del rescate europeo fue a parar a entidades financieras, no al Estado ni a los ciudadanos griegos.

Hubo bastantes personas que se quitaron la vida por desesperación. La sociedad registró un empobrecimiento insostenible. Llegaban noticias de que no eran libres ni de comprar aspirinas para la sanidad pública, sin permiso de la Troika. Las órdenes eran las clásicas: recortar pensiones y vender o malvender cuanto quedara de valor en infraestructuras y servicios. Tuvieron que deshacerse hasta de territorio rentable: islas. Venía a ser como en la Edad Media a los vencidos en las Cruzadas.

Fue un festín. A modo de ejemplo vimos que una empresa alemana compró en los primeros días de oferta los aeropuertos de las islas turísticas de Corfú, Mikonos y Santorini. El  adjudicatario, el grupo  Fraport (Aeropuerto de Fráncfort),  tiene como accionista principal al estado de Hesse y a la ciudad francfortesa. Entretanto, en Europa se facilitaban rescates multimillonarios a los bancos con dinero público y ninguna condición.

Juncker no han sido el primero en contar  cómo el poder masacró a Grecia, a los griegos. Un informe interno del FMI confesó en 2018 quesacrificó a Grecia por presiones políticas para proteger a los bancos –principalmente franceses y alemanes- expuestos a la deuda griega. Draghi, precisamente Draghi, remató desde el BCE con medidas de apoyo al euro, extremadamente generosas con la España de Rajoy, y no dando ni un euro, ni uno, a Grecia por alguna argucia legal. A los países que abren la puerta a los fascismos la UE no les aplica estas medidas, ni de lejos. Importa lo que importa. Y ese contexto es decisivo para cuanto ha ocurrido y ocurre ahora.

Grecia era el corazón herido de una Europa muerta, lo escribimos entonces. La Unión Europea optó por el suicidio vía ajusticiamiento de Grecia.  Hoy la UE se desangra por el Brexit. Se puebla de ultraderecha en Polonia, Hungria, y varios otros países. Alemania registra la salida de Merkel –fustigada por la derecha, además-. La izquierda y hasta el centro están en mínimos en Francia e Italia.  Solo Portugal resiste íntegra. España, con gobierno del PSOE, también, aunque acosado por las presiones de la derecha y ultraderecha política y mediática. Y financiera y judicial podría añadirse. Por los desvaríos de los caciques territoriales. Por el enquistado y muy viciado y muy utilizado y pésimamente abordado contencioso con Catalunya. O por el desmembramiento de Podemos, roto en las ansias de poder y el abrazo a los pragmatismos que gustan a los bien situados.

Los movimientos políticos, quizás todo en la vida, avisa y hay que saberlo ver. Y afrontarlo. De frente, con más razón que pasión. De poco sirve llorar después.

*Publicado en eldiarioes 18/01/2019

El hombre que susurraba a las vacas y otros prototipos del PP

Moreno apuesta por una Andalucía «sin cordones sanitarios» a la derecha. Aunque incorpore a las decisiones de calado a Vox, la ultraderecha declarada, que se financió con fondos de una oposición iraní, con pasado y presente tenebroso. El MeK, en sus siglas en inglés, es descrito «como una organización similar a una secta, responsable de graves violaciones de derechos humanos y caracterizada por el culto a la personalidad de su líder, Masud Rayaví», escribe Íñigo Sáenz de Ugarte. El grupo, considerado terrorista, fue salvado de la definición por la campana del dinero, hace menos de una década, e inspira grave preocupación, salvo a los dispuestos a lavarlo todo.

Una contundente respuesta de las mujeres se enfrenta a los tiempos oscuros que se avecinan. Miles de personas se manifiestan en las capitales andaluzas, en Madrid, en un centenar de ciudades, afirmando que «no habrá un paso atrás», como ya se intenta dar. El movimiento #MeToo del Parlamento Europeo llama a la misma resistencia ante «la guerra de Vox contra las mujeres». Aunque la tarea es ingente. No solo en Andalucía. La llegada de Pablo Casado a la presidencia del PP está promocionando a una generación de bocazas ultraconservadores, a su imagen y semejanza, que forjan un temible futuro, si esta tendencia se mantiene. Gentes que se muestran con pocos escrúpulos, capaces de vender lo que cualquier ser humano consideraría del máximo valor, por una silla de poder. Es necesario expresar esta realidad en toda su crudeza porque peligra la propia sociedad que conocemos.

A la verborrea desbocada de Casado, se van sumando quienes buscan hacer méritos ante él, como jefe máximo. Dolors Monserrat, sin duda, o el inefable Teodoro García Egea, pero sobre todo el gran fichaje sorpresa para Madrid: Isabel Díaz Ayuso. Como Casado, se ha apuntado a los monólogos del desvarío. No olvidemos tampoco a Ruth Beitia, candidata por Cantabria, quien en su alegato inequívocamente machista cometió algún desliz, y fuera de ello se expresa con esta soltura. A estas alturas cabe pensar en cómo se estarán sintiendo las personas sensatas del propio PP y que no prefieran vender sus halagos para conservar el porvenir, como ya hemos visto estos días.

Las sospechas se van confirmando. El actual presidente de Madrid, Ángel Garrido, un clásico señor de derechas, muestra su apoyo a los candidatos, pero su entorno habla del agravio sufrido. Especialmente, al verse relegado por un perfil como el de Díaz Ayuso: sin experiencia de gestión y con tan escasa entidad. ¿Y cómo habría ocurrido esto? «El vídeo con declaraciones a La Sexta se ha convertido en viral y le ha hecho ganar puntos», explicaron en una jugosa tertulia de la Cadena SER Madrid. Se trataba de una entrevista en la que soltó un discurso machista radical. Resumió todo el paquete en pocas palabras: hay un feminismo exacerbado que criminaliza a los hombres y ha imperado una dictadura feminista. Gravísima irresponsabilidad de caer tales mentiras en cabezas yermas, como está ocurriendo. Ha tenido 3 millones de visualizaciones, dicen. Y para la nueva política ultra es lo que cuenta. ¿Visualización igual a voto?

Sin duda, en Ciudadanos también se ha buscado en la cantera de tertulianos lenguaraces, inanes, y capaces de decir sin pestañear cualquier mentira conveniente. Y Vox es la sublimación del concepto. Pero ¿hemos reparado en lo que implica esto como sociedad?

Los simpatizantes -se ven ya adhesiones entusiastas- parecen querer que su ídolo triunfe en una pelea en el barro a dentelladas y tirones de pelo sin pensar en lo que realmente puede ser su trabajo ejecutivo. Estas personas, de salir elegidas, están destinadas a gestionar la sanidad, la educación, los servicios básicos, el transporte, la dependencia, a cuidar de «nuestros» niños y de «nuestros» mayores, como gustan decir. Esta cuadrilla de seres inestables, sin complejos de conciencia ¿son las idóneas para esta labor? ¿Están siquiera capacitadas para ella? La vida no es un programa de televisión.

El ejemplo práctico lo tenemos en EEUU con Donald Trump, el personaje prefabricado por las cadenas comerciales para captar a un público votante muy determinado. Bannon, o quienes le emplean, lo fabricó como presidente. Y ahora se ha venido para Europa a trabajar. Quienes dirigen ese cotarro -que va más allá de los Casado o los Rivera o los Abascal- saben lo que hacen. Al menos, que hay público para ellos. Y que son el pasaporte para el poder.

El viejo liberalismo ya no existe. Ya no busca personas sanas, informadas y felices. No necesitan que cooperen en la consecución de los objetivos. Se les fuerza con violencia o con miedo. Y sobre todo, con la sobreinformación que engulle mucho de lo esencial y con la banalidad que distrae.  Estamos perdidos como esta mancha se extienda más.

Hay gente que cree que la tierra es plana, que rechaza las vacunas, que piensa que el agua azucarada cura. Gente convencida de que la mujer es una amenaza para el hombre, que se esconden estadísticas con aviesos fines. Que borra las asesinadas por la violencia machista que ya se ha llevado, presuntamente, a 4 mujeres en 15 días de enero. Hay gente que cree en Vox, y en este PP desbocado, y en quienes se amarran a cualquier atropello para medrar.

Hay gente que dice que a Andalucía ha llegado un cambio esplendoroso.

Y no nos podemos quedar callados.

 

 

La inmoralidad de la derecha española

Vox no «ha colado» nada al PP bajo una apariencia u otra, como nos cuentan en las lavadoras mediáticas. Era una maniobra bien visible por chapucera. Las proclamas y autoexculpaciones de la otra pata del acuerdo, Ciudadanos, producen vergüenza ajena. Formar parte de un gobierno con apoyo de la ultraderecha y pretender desvincularse de ese hecho no lo tragarían los niños de primaria. Personas adultas, sí. Y ese es uno de los problemas.

La raíz se encuentra en la inmoralidad de la derecha española, sus dirigentes en particular, puesta una vez más de manifiesto. No será de todos sus miembros, por supuesto, pero es uno de sus signos de identidad. Y lo más grave: va en aumento. Estamos oyendo y viendo cosas en las negociaciones del gobierno andaluz que espantarían hasta al Roy Batty de Blade Runner. No dejan de ser los herederos de los señoritos que retrataron magistralmente Delibes y Camus en Los Santos Inocentes, aunque ahora juegan a un cierto despiste para seguir burlándose de las víctimas. La falta de escrúpulos que está mostrando está derecha ha alcanzado cotas insospechadas, incluso para su estirpe.

Según el manual de la manipulación de masas, Vox presenta un delirante catálogo de propuestas, que luego «modera» la habilidad de Pablo Casado, mientras Rivera hace mohines. En la práctica, Andalucía va a tener un gobierno de ultraderecha. Con una política fiscal que favorece a las rentas altas. Entregando la sanidad y la educación a la iniciativa privada, conservadora, hasta con segregación de sexos pagada con dinero público. Toreros y cazadores a proteger porque los ven muy necesitados, mientras se abandona y combate a las mujeres, los homosexuales  y los emigrantes. El resumen de Ignacio Escolar describe la letra pequeña del acuerdo.

Que nadie se equivoque: las mujeres siguen siendo objetivo de la barbarie ultraderechista, aunque lo enmascaren someramente. Les sale del alma. Y los emigrantes pobres tanto o más. El pacto innoble del gobierno andaluz provocará que no vayan al médico, contempla hasta delaciones, les sitúa ante la espada y la pared. ¿Qué honestidad y valores se atreven a invocar los firmantes y apoyos ciudadanos de este acuerdo?   A la inhumanidad del hecho se añade la torpeza que representa extender las dolencias al conjunto de la población

El sonrojante espectáculo nos trae a los críticos del PP recogiendo velas y felicitando a los ganadores de las sillas de poder andaluzas. A un homosexual casado, Javier Maroto, feliz de ese gobierno que se apoya en quienes se oponen a lo que él mismo representa. Las mujeres del PP tragando machismo, salvo Ana Pastor, la presidenta del Congreso. Ciudadanos presumiendo del logro, mientras quiere hace como que discute con las posiciones más extremas de su bloque. Sí, sí, el gobierno andaluz va a ser «centrista y reformista y sin concesiones ni acuerdos con Vox», como  dice uno de sus primo europeos y retuitea Albert Rivera.  Y a ver si cuela lanzando fango propio desde la máquina de acusar. Cuánta indecencia estamos viendo.

¿Y las personas que les apoyan?  Altas dosis de corrupción, robo sin eufemismos, daño a los más débiles, crueldad, injusticia, se pasan por alto en aras de una falsa moralidad y buenas costumbres. Qué elipsis hacen los católicos de la pederastia y ocultación que impregna esta institución. Cuánta hipocresía, cuánta complicidad.

La lavadora a toda potencia limpia estos atropellos, mientras tizna con el desagüe a la competencia. Qué miserable impudicia en los textos, programas y voces que emiten odio y mentira desde los medios. La realidad es que esta derecha es, insisto, la peor desde la dictadura, recogiendo el eficaz trabajo de sus mentores Aznar y Rajoy. Los hechos lo demuestran, los hechos.

Parón en la economía

Vienen tiempos de recesión económica de nuevo. No paran de avisar.  El capitalismo feroz tiene estas salidas cuando no resuelve sus disfunciones (en el eufemístico caso de que quieran hacerlo). De momento, este jueves se anunciaron más de 4.000 despidos en grandes empresas como Vodafone, Caixabank, Alcoa o Ford. A medios de comunicación –no diré información- como La Razón, llegan bajas y recortes. El Mundo va a optimizar no sé qué.

  En estos casos el ciudadano desinformado, timorato y proclive al pensamiento conservador, se agarra a la derecha. A difundir bulos contra la izquierda, desconociendo al parecer lo que la derecha trifásica, el trifachito (define Gerardo Tecé), prepara en pensiones, por ejemplo. Un casi irse a silbar a la vía. O a alentar que Murcia, con sus carencias y desajustes, elija como prioridad tener la bandera más grande de España. Marcha atrás sin frenos. Al punto equivocado.

El lejano mundo de hace poco

En casa solemos comenzar el año viendo una película que abra horizontes. Amélie, estrenada en 2001, en esta ocasión. Se podía palpar la lejanía, en solo 18 años, de un tiempo de fotomatones y cabinas de teléfono que tejen historias personales. De gnomos viajeros para alentar a la vida. Los vecinos que pintan eternamente un cuadro que mejore los trazos de la realidad. Las vecinas que esperan una carta y llega. De fijarse en el moscón capaz de batir las alas 14.000 veces por minuto. De sentir gusto al oír cómo revientan las burbujas de un plástico de embalaje.

De disgustarse al oír la frase «bendito sea el fruto de tu vientre». Y máxime cuando ya ha desaparecido hasta el vientre de la frase de la criada subrogada. Y “prestigiosas revistas francesas”  cuentan que la actriz  Marion Cotillard se pone bolsas de hielo en la entrepierna para bajar la temperatura de esos genitales de mujer en los que anidan todos los males.

¿No era esto, verdad?

Cualquier tiempo pasado no fue mejor, ni debería serlo, pero éste nos ha embarcado en una vida frívola, materialista y deshumanizada, en mermas y desfachatez.  La nostalgia solo cabe para  lo no vivido en cada momento presente. Esta infame derecha española se reinventa recrudeciendo sus lacras, mientras una parte sustancial de la sociedad no sabe salir del estandarte, el cepillo bendecido para meter la mano y la conciencia clausurada.