Hablar de maltratadas es hablar de maltratadores

¿Qué pasaría si, como sucede aproximadamente cada año con las mujeres en España, hubieran sido asesinados 60 políticos, 60 taxistas o 60 fontaneros? ¿Qué pasaría si en la última década hubieran sido 703 políticos, 703 taxistas o 703 los fontaneros, muertos a manos de sus parejas?  Una sociedad acostumbrada a la información-espectáculo se aburre si no hay novedades y las mujeres asesinadas por quienes un día dijeron amarlas se repiten demasiado. A algunos, no a todos por fortuna, les cansa.

En el Día Mundial para la prevención de la Violencia de Género, Ana Requena, nos llama a fijarnos en los maltratadores (palabra, por cierto, que aún no reconoce la corrección ortográfica automática). Para que haya víctimas tiene que haber quienes las ejecutan.

“El dato no es nuevo: 703 mujeres han sido asesinadas en España desde 2003 por sus parejas o exparejas. Sin embargo, detrás de esa cifra hay otro dato obvio que, sin embargo, no suele señalarse: 703 hombres asesinaron a sus compañeras sentimentales en los últimos diez años. La última, este fin de semana en Madrid. “Los hombres quedan muy ocultos detrás de las circunstancias, es una forma de esconder la incomodidad que supone ser responsables de esta situación. La ausencia de los hombres es parte del entramado que hace que parezca que este es un problema de algunos hombres, no de todos los hombres”, explica Miguel Lorente, forense y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género.

(…)

La última macroencuesta sobre violencia de género, hecha en 2011 por el entonces Ministerio de Igualdad y el CIS, puso de manifiesto que 600.000 mujeres la sufrían. “Eso quiere decir que 600.000 hombres ejercen violencia contra las mujeres, o quizá algo menos, porque hay hombres que la han ejercido sobre varias, aunque en cualquier caso sería una cifra muy parecida”, dice Lorente. En la anterior macroencuesta, elaborada seis años antes, en 2006, el número era significativamente menor: 400.000 mujeres eran víctimas de violencia machista.

Para el exdelegado de Violencia Género, este aumento se debe a un cambio de actitud por parte de las mujeres y a la reacción machista que eso genera: “La gran transformación social se está produciendo en base a las mujeres. Cuando llegan a relaciones en las que los hombres siguen teniendo ideas tradicionales cuestionan ese orden. La violencia de género se produce porque los hombres intentan controlar a las mujeres, someterlas, que sepan lo que es bueno”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió hace solo unos meses de que la violencia hacia las mujeres ha adquirido proporciones de pandemia. De las 2.630 millones de mujeres mayores de 15 años que hay en el planeta, el 35% ha sufrido alguna vez violencia física de su pareja o una agresión sexual por parte de otra persona,  alrededor de 920 millones de mujeres. Es decir, cientos de millones de hombres ejercen o han ejercido violencia contra las mujeres”.

Añadiría como causas la crisis que se hace pagar siempre a los más débiles y la ola de grave involución que nos aqueja.

Un hombre -lo cual es bien poco frecuente-, un médico, Miguel Lorente también repara en la invisibilidad social de los verdugos:

“En cambio nada se dice de los hombres en general ni de los maltratadores en particular. No hay un cuestionamiento claro y rotundo frente a los maltratadores, siempre y cuando que “no se pasen” con sus golpes, y tampoco lo hay ante los que se esconden detrás de un silencio liberador.

Los hombres y la cultura que han construido a su imagen y semejanza son los responsables de la desigualdad y de la violencia que se ejerce contra las mujeres en su nombre. Son los hombres violentos y los pasivos quienes están en el origen del problema, y deben ser los hombres quienes también estén en la solución.

La invisibilidad de los hombres sólo es factible por el camuflaje de la cultura. Una cultura y unos hombres violentos que utilizan al resto de los hombres para mezclarse entre ellos, y aparentar una normalidad de puertas afuera que los hace invisibles en el interior de las relaciones”.

Ángels Martínez Castells busca un enfoque más positivo. Citando a Lakshmi Puri, Jefa interina de ONU Mujeres y Subsecretaria General de las Naciones Unidas, constata:

“Hay abundantes pruebas de que los países donde las mujeres tienen una condición más elevada también disfrutan de mejores niveles de desempeño social y económico. También hay pruebas que pueden orientar a los países sobre lo que en efecto funciona, desde las políticas equitativas en el mercado laboral, hasta la eliminación de leyes y políticas discriminatorias, la universalidad de los servicios de protección social y los servicios sociales, así como las reformas de los sistemas de seguridad y justicia para poner fin a la impunidad de la violencia contra mujeres y niñas. El activismo de los movimientos de mujeres en todo el mundo ha sido fundamental para exigir e impulsar los cambios en todas estas áreas”.

¿El camino adecuado?

La policía desaloja el campamento de la Puerta del Sol del movimiento 15M.

La donna

Tenemos mejor conexión entre los hemisferios cerebrales, aunque las mujeres poseemos un 11% más de neuronas en la zona izquierda dedicada a las emociones y a la memoria, también más neuronas espejo que crean afinidades. La diferencia –incuestionable- enriquece a la especie. Diría que contamos también con más capacidad de amar. Y es un privilegio.

Dos protuberancias mamarias, nacidas de la sabia genética que conoce la necesidad de alimentar a las crías, o una cavidad que encaja con el apéndice exterior masculino, marcan nuestros signos, distintos, corporales. Muchos otros aspectos no son exactamente iguales en ambos sexos. ¡Vive la difference!, como dicen los franceses.

Otro privilegio impagable: somos las únicas capaces de desarrollar una vida en nuestro vientre, al menos hasta la extensión masiva de la fecundación in Vitro, si llega a darse. Nuestras hormonas se vuelcan para alimentar y cuidar al incipiente hijo, sensibilizándonos. Los nueve meses que el feto permanece en el interior y el espíritu maternal que nos ata en gozosa misión cuando, ya en este mundo, precisa nuestra atención para ayudarle a crecer física y mentalmente, en su entorno, y en su afectividad, nos han situado en una incomprensible inferioridad frente al hombre. Ellos, cazadores y dueños del universo exterior, la decretaron. Y, aun con el enorme esfuerzo que en las civilizaciones desarrolladas ha logrado cambiar algo la mentalidad, todavía la mujer es discriminada por las mínimas bajas laborales de su embarazo y parto.

No nos concedieron ni alma ni inteligencia durante centurias. Tuvimos que ser hermosas y utilizar artes sinuosas para conquistar al hombre. El macho posesivo todavía tortura y mata –y mucho- a la mujer que un día amó. Gran número de hombres ya saben querernos y respetarnos, sin embargo. Nosotras también hemos aprendido a hacerlo con nuestro propio ser.

El peligro número uno… porque la fascinación y la atracción turban. Turbadas, nosotras cargamos menos la culpa sobre el objeto de deseo.

Ah, las protuberancias femeninas, nuestras curvas, qué inquietantes… ¿tanto como todo el ser masculino para nosotras?  Y pasan los años, y aún a pie de tumba, laten corazones y deseos.

La Italia descarriada vive y exporta el modelo que de dia en dia se afianza y degrada en las pantallas de la televisión “berlusconiana”. Pero en todo el mundo proliferan ya las tetas globo, los –escuetos, bien es verdad- jamones al aire, labios de pato embuchado y estirados rostros de la secta de la cirugía estética y plástica (muy plástica).

Una mujer italiana realizó, hace al menos un año, un reportaje de 24 minutos sobre la utilización del cuerpo de la mujer en la televisión. En la televisión y fuera de ella, realmente, nos están venciendo por la espuma de la frivolidad.

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