El periodismo existe, no confundir con adulteraciones

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Se llamaba Anabel Flores Salazar, tenía 27 años y era madre de un niño de “unos 4 años” –dice la noticia- y de otro recién nacido: hace 2 semanas. Periodista, especializada en crímenes, había trabajado en diarios modestos de una ciudad de 120.000 habitantes, Orizaba, en el Estado mexicano de Veracruz. Allí impera el cártel mafioso de Los  Zetas. Y todo el mundo lo sabe y lo admite.

Anabel fue secuestrada por un comando armado, nos cuenta El País, en su casa el lunes de madrugada y hallada, muerta, este miércoles al borde de una carretera, semidesnuda y maniatada. Los diarios en los que “colaboraba”, como se apresuran a decir, se desvinculan un tanto de ella. Hasta hay rumores, igual era «conflictiva». Son 17 los periodistas asesinados en ese Estado desde el año 2.000, la mayoría en los últimos 5 años.

La excelente información de Pablo de Llano para El País, incluye en uno de sus artículos, el hecho que constata Reporteros Sin Fronteras. Esta organización «considera a México uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas y responsabiliza a los grupos criminales y a las autoridades federales y locales, principalmente policías compinchados con las mafias. Todo ello asentado sobre una extendida impunidad. En términos generales, en México quedan impunes nueve de cada diez delitos. Los de los reporteros no son excepción, pese a medidas más aparentes que efectivas como la creación en 2010 de una Fiscalía para Delitos contra la Libertad de Expresión».

RSF documenta la muerte de 110 periodistas en 2015, un año más, la mayoría a causa,  demostrable, del ejercicio de su profesión. Amnistía internacional también llama la atención sobre el problema.

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No hace falta, por supuesto, poner en riesgo la vida –y perderla- para informar a los ciudadanos de lo que les afecta. Y es bien lamentable que sí sea peligroso  quedarse sin trabajo o entrar en problemas por contar la verdad en muy distintas partes del mundo.  Pero me ha llamado la atención esta pobre chica –y otros muchos periodistas- que emprenden la aventura de informar a sus conciudadanos en lugares muy pequeños y con medios muy escasos, sabiendo lo escasos resultados que se logran en un país infectado de corrupción. Al que, hago un inciso, como buen neoliberal, no lleva a plenos y editoriales “la comunidad internacional”.  Pero ahí siguen, pasando a engrosar la cifra de las estadísticas de reporteros asesinados.

El periodismo existe, no os quepa duda. Yo lo sé y lo veo. Está para informar de los grandes temas que cambian la historia, pero también –igual de vibrante y necesario- para las historias de todos los días en las comunidades de todos los tamaños.  Cada vez con menos recursos y más imaginación para lograrlos y poder seguir en la brecha. Creemos que merece la pena, mejor si fueran muchos los implicados en la labor.

Pero el periodismo sufre una profunda crisis de credibilidad en España. El oficial, el más visible. Con razón. Y es realmente irritante y profundamente injusto que se nos confunda a los periodistas con los paniguados del poder. Los de las portadas y editoriales infames, los llamados a las tertulias –presuntas o reales- a poner siempre la voz en defensa del PP o de quien quiera que mande. Trabajando decididamente en política malamente camuflada y manipulación para lograr objetivos que nada tienen que ver con el periodismo. Esos se dedican a otra cosa.  Probablemente, quienes los llaman también. O deberían pararse y cuestionar qué están haciendo y adónde lleva. En la práctica, se disuaden argumentos en la confrontación y en el intento de meter cuña de 15 segundos en medio del griterío.

Entre aparecer asesinada en una carretera, como ocurre en México, y sentarse a dictar doctrina y arrojar basura sobre el adversario político de aquellos para quienes trabajan –no en periodismo- hay un abismo. El que va entre el periodismo y la propaganda servil, ni siquiera encubierta.

Solo quiero dejar claro que no deben confundirnos con los Marhuenda y toda su corte, los Inda, los Bieito, las 13TV que pagan los obispos con el dinero que nosotros les pagamos con nuestros impuestos. Los Merlo, San Sebastián, Curris Valenzuela, Cuesta… y todos los que ustedes saben.  Y puede que tampoco con otros menos visibles y más influyentes.

A pesar de las evidencias, los periodistas creemos que hay que seguir informando, contando lo que -con mayor o menor acierto-  honestamente nos parece la verdad que interesa a los ciudadanos.  Que afecta a los ciudadanos al punto de influir y mucho en sus vidas.  Denunciando las malas prácticas también. Pero es una fuerza que tiene tanto en contra que, a veces, cuesta seguir en la brecha. Lo que pasa es que los periodistas –dejemos de apellidos, periodistas- no lo podemos evitar. Así de simple.

Ahora bien, los ciudadanos no pueden ser un sujeto pasivo y menos en estas circunstancias. Deben ser exigentes, responsables, y evitar secundar lo que destruye el periodismo.  No puede uno quejarse mientras consume lo que nos perjudica a todos.

*Observo que mi blog registra un gran número de visitas y es porque una vieja entrada está en portada de Menéame. La publiqué en 2010 y demuestra que lo que se siembra permanece. Porque en ella, recogidendo los cabes de Wikileaks, figuraba esto:

Según los documentos publicados por El País, El Fiscal Zaragoza haría “todo lo posible para que el caso de Guantánamo no cayera en manos de Garzón, sino en las del juez Ismael Moreno“.

Podéis leerla en Menéame. 

 

 

¿Existe la libertad de información?

Hoy es el día internacional de la libertad de prensa, tan vinculada a la libertad de información y de expresión. Las principales referencias a la efeméride, a la exigencia, las encuentro en periódicos latinoamericanos. México se queja de sus 61 periodistas asesinados en la última década, de los límites que sufren.También se preocupan en Colombia, Honduras, Venezuela. En Cuba, ni pueden abrir la boca.

El primer mundo, al que pertenecemos, apenas ve amenazas a la libertad de prensa, o no de ese calibre. El informe anual de Reporteros sin Fronteras nos presenta el mapa de sus 40 “predadores” mundiales. España está en al lista por ETA que, es junto a la mafia italiana, la única organización europea reseñada en tan amargo capítulo.

Ahora bien ¿gozamos de libertad de información? La búsqueda del beneficio máximo a cualquier precio, ha abaratado los costes del periodismo. Cada vez menos inversión, cada más copia y pega en lugar de elaboración propia. Y cada vez sueldos más precarios y más despidos. ¿Sirven, con esos condicionantes, la mejor información?

El periodismo, como todo, sufre de la sobreabundancia de oferta. Son tantos los medios que quien ha de responder, no parece disponer de tiempo –o de ganas- para todos. En algunos acontecimientos importantes, la organización exige el establecimiento de un “pull”, un pequeño grupo que entra y sirve lo que ve a los demás. Lógicamente, no elige a la Gaceta de Bollullos del Condado, y mucho menos a casi nadie de Internet. La masificación resta poder al periodismo. Lo diluye. Y también la asunción de responsabilidades por las disfunciones que es de lo que se trata.

Noticias repetidas, seleccionadas con el criterio de la venta, en los grandes medios, para una sociedad cuya infantilización se busca premeditadamente para hacerla más manejable.

Y al otro lado la gran esperanza blanca: Internet. La veo cada vez más sumida en un gueto. Tan obsesionada por el medio y las formas que casi parece ignorar los contenidos. Inventa palabras: nube, tractor, para viejos conceptos, en la idea de expedir carné a los socios, excluyendo al resto. Incluso algunos altos representantes de la cosa, elevan su tiernos puñitos para despreciar a quien no conoce la jerga.

Salvo gloriosas excepciones -algunas de las cuales reseño a menudo en el blog-, se diría que a las nuevas generaciones de periodistas la objetividad y el compromiso en la información les parecen conceptos trasnochados y tópicos. Prefieren la “objetividad” y… el funcionariado. Pero ni unos ni otros tienen voz, audiencia, no la suficiente. Todo se cuece más arriba, como en cada parcela del mundo en el que vivimos. Y la libertad se coarta por el miedo, en forma de autocensura, incluso mental. El miedo a perder el puesto de trabajo, influencia, y, de alguna manera, el favor de los poderosos -que lo son y mucho-.

Leo con pasión estos días a José Vidal-Beneyto, a cuyo homenaje asistí hace unos días. Demócrata practicante, permanente crítico, siempre esperanzado, confiado en el criterio de la sociedad, la única que ya tiene la llave del cambio (en la que habrá de madurar con información y educación, añado, siguiendo también el contexto de Vidal-Beneyto). Aterrado por el triunfo de la desmemoria. La última palabra que escribió fue –nos dijo otro intelectual de gran talla, Federico Mayor Zaragoza- Camus. Por esto: “los desprecio porque pudiendo hacer tanto han hecho tan poco”. No sé por qué, me parece que todo guarda relación. Yo me voy a abrir la mañana del lunes, como Passolini.

 ABRO LA MAÑANA

Abro a la mañana de un blanco lunes

la ventana, y la calle indiferente

roba entre su luz y sus rumores

mi presencia infrecuente entre las hojas.

Este moverme… en días totalmente

fuera del tiempo que parecía consagrado

a mí, sin regresos ni paradas,

espacio lleno todo de mi estado,

casi prolongación de la existencia

mía, de mi calor, del cuerpo mío…

y se ha truncado… Estoy en otro tiempo,

un tiempo que dispone sus mañanas

en esta calle que yo miro, ignoto,

en esta gente fruto de otra historia.

Pier Paolo Passolini Italia, 1922 – 1975

 

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