El triunfo en derrota de May y Cifuentes

Theresa May adelanta elecciones para contar con más respaldo y pierde la mayoría absoluta que le dejó Cameron. Anuncia que dimitirá si queda con 6 escaños menos, se deja el doble en las urnas y se dispone a formar gobierno. Liar, liar, le canta la canción. Esa pasión común de la más cerril derecha por hacer de la mentira su asidero de gobierno.

A Trump le ha plantado cara James Comey, el director del FBI que destituyó cuando indagaba en la presunta trama rusa. Acusa al presidente de mentir y de difamarle a él y a la agencia. El bravucón queda empequeñecido y al descubierto por un hombre que le pasa dos cabezas, en el más amplio sentido de la palabra. Soplan ciertos aires de cambio y estos ejemplares de la política de la involución no se enteran o hacen como que no se enteran.

Menospreciaron a un Corbyn que ha recuperado la cifra récord de 31 escaños para el laborismo. Le atacaron a fondo la derecha política y la mediática. Aún siguen en la tarea: las elecciones son un error… cuando no salen a gusto del mando. Todavía rezuma aquel artículo que hermanó a  Corbyn, Hamon y Sánchez, en el abismo. Y la manía de la gente de quejarse cuando le roban la cartera, el futuro y los derechos. Eso a lo que llaman «populismo», insuflado en las almas descarriadas  que no se conforman en votar como el que va a misa. O al fútbol. ¿Saben cómo bautizaron a la prensa de esta tendencia en la web ‘ La página definitiva‘? Los letizios, mucho más fashion que compi-prensa.

España, el reducto de las esencias conservadoras y alguna cosa más. El laboratorio para probar y testar. O para enfrascar y ensuciar si nos apartamos de lo conveniente. Por fin los letizios y la Caverna en general tienen a su Puigdemont, su referéndum, su fecha y su pregunta, y meses para machacar con ello. Votar es tan peligroso. Y el cielo informativo se cubre de un manto que no deja ver el sol de cualquier otra noticia. Los robos, las amnistías fiscales, los ministros en la cuerda y esas menudencias.

Ni a Cifuentes. La moción de censura que le presentó Podemos no pudo ser más útil: mostró a la presidenta de la Comunidad de Madrid y al PP que preside en toda su crudeza. Una derecha prepotente, rancia, manipuladora y agresiva, de la peor especie y época. El hábito de modernidad, de tenerlo, no ha hecho al monasterio al completo.

Una derecha tan original que ataca los informes, documentados, de la Guardia Civil. Los que implican a Cifuentes en los delitos de «prevaricación continuada y cohecho». No son a vuela pluma o inventados como los quiere hacer pasar.  Vean el análisis de Ignacio Escolar que lo explica.

Cifuentes se sentó en su escaño a evidenciar el profundo desprecio que le inspiran los representantes electos de Podemos, en particular Lorena Ruiz-Huerta, su portavoz. La presidenta de la Comunidad de Madrid se permitió estar charlando y riendo con sus compañeros, mirando el móvil ostensiblemente, tirando los papeles que le entregaban, y rebuscando en sus bolsas depositadas en el suelo. Ni todos sus afeites disimulaban su mala educación.

Desde la altura en la que ella se ve, no se dignó responder a la moción. Lo hicieron un par de portavoces. El primero, Ángel Garrido, lanzó un alucinante tratado sobre cómo se ponían de largo las jóvenes ricas de la época franquista que debe sonar a cuentos del abuelo a media España de hoy.  Era «con su primer traje de etiqueta», en un baile que suponía «su consagración como señorita». Apostilló que eso ocurría, sin embargo, a una edad que Ruiz-Huerta había sobrepasado con creces. Cifuentes en declaraciones a la prensa –con la que sí hablaba– alabó la «fina ironía de su portavoz que no todos comprenden». Fina ironía de ForoCoches. O de ForoTartanas.

Garrido se alternaba con Enrique Ossorio quien acusó a los miembros de Podemos de ser «todos pederastas, abusadores sexuales, defraudadores, nazis y narcotraficantes», entre otros graves delitos. Paradójico. Ossorio formó parte del Consejo de Administración del Canal de Isabel II. Y se sintió muy ofendido, junto a todo el grupo del PP y la misma presidenta, cuando Ramón Espinar les dijo que aplaudían a corruptos. Su dignidad herida les hizo abandonar en pleno el hemiciclo. Madrid no se merece un gobierno así.

Para los amantes del periodismo letizio, alguien de Podemos dijo «Cristina I, la loca», lo que llevó a ser destacado en la misma proporción. En el curso de «rifirrafes» bochornosos a partes iguales. Lo que ocurrió fue que otro portavoz de Podemos,  Jacinto Morano, remitió al «no ha pasado nada» de Jorge III cuando se firmó la independencia de EEUU en 1776. Dado que era conocido como el Rey loco, anunciaba el mismo paralelismo con Cifuentes. 

Con todo el historial del PP de Madrid, sus tramas de corrupción múltiples, los episodios flagrantes como los que rodean al Canal de Isabel II o el escándalo de la Fiscalía, una política prudente se hubiera comportado siquiera con más humildad. Cuando ya se sabe de las subvenciones ideológicas –o de grupo de intereses– del PP a la prensa afín. Cuando profesionales de la sanidad pública madrileña han de rogar medios, incluso en UCIs pediátricas, la arrogancia de Cifuentes y su trasnochado coro de ofensores son un puro chirrido. Produce desazón pensar en qué manos estamos.

El PP de la manipulación informativa. Telemadrid no retransmitió la moción de censura a la presidenta de la Comunidad. Por la tarde emitió dos westerns, Las pistolas del Norte de Texas y Duelo en santuario, según su escaleta. Ambas producidas en los años 60′ del siglo XX, tiempo en el que parecen vivir en el PP de Madrid. Dio avances en La Otra, segunda cadena, que cuenta con 0,7% de audiencia.

Ciudadanos votó en contra de la moción de censura como estaba previsto. Su apoyo al PP siempre está previsto. Y el nuevo PSOE se abstuvo porque no era el momento ni el modo de la moción, dicen. Y así este PP sigue al mando de asuntos de trascendencia para la ciudadanía. Hay veces que no se entiende que a esto le llamen política.

Trump empieza a estar tocado. May tiene los días contados, ni su partido le perdonará la debacle. Con la negociación del Brexit de por medio podrían ser necesarias hasta nuevas elecciones. Y hay una alternativa laborista en Corbyn que se ha fortalecido, a pesar de las zancadillas.

Los ultraderechistas de UKIP han quedado fuera del Parlamento británico. El Frente Nacional de Marine Le Pen, en Francia, sigue noqueado. El PP español aguanta en sus incontables soportes. Algunos de ellos poco defendibles. A no ser con la teoría expandida por las pantallas de que es preferible un corrupto a un «comunista», que en la terminología patria es cualquier no conservador.

La dirección del viento cambia de rumbo. Y nunca se sabe si la nave que se va, volverá a pasar.

Las elecciones británicas y el jorobado de Notre-Dame

Un amigo inglés, extraordinariamente bien informado por su profesión, me decía que Gran Bretaña ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Sí, incluso premian con votos a los corruptos que tanto les indignaron en su día. Y la ciudadanía pide «el cambio» con la boca y concede su confianza a quien conoce, huyendo de experimentos. El fracaso de Cleeg, se inscribe ahí, con el potente añadido de su ley electoral. Son tiempos de mirar el bolsillo, sólo el bolsillo. Sus conservadores renuevan el mito de la singularidad británica, para acercarse a la concepción del nacionalismo que tienen los nuestros. Para ellos, Gran Bretaña es Inglaterra, sobre todo en sus zonas rurales y menos educadas. Pero resulta que no obtienen mayoría para gobernar, y les va a resultar muy difícil conseguirla. Resulta que los Estados no son un convencimiento moral, sino una realidad. Y Gran Bretaña tiene ahí a Escocia, Gales e Irlanda, que también son Estado (lo son, como Cataluña y Euskadi son España, salvo que saquen unos y otros una sierra y se separen). Los dos primeros no votan tory. Sus partidos nacionalistas y los conservadores se detestan mutuamente. Les quedan por ahí diputados ultraderechistas que los tories ven con simpatía, de hecho fueron sus más potentes aliados en las europeas. Como cuenta Giles Tremblet, corresponsal de The Guardian en España, los conservadores británicos -de Cameron-, se acercaron en las votaciones para la UE incluso a una formación española heredera de Blas Piñar. A pesar del apoyo que aparentemente le van a prestar los liberal democrátas para que forme gobierno, muchos prevén elecciones anticipadas en un plazo razonable de tiempo.

Por tener, tienen hasta un líder conservador mediocre que fue calificado por Obama como un “político light”, a pesar de cuánto babeó al poderoso en su visita a Londres. Sabe hablar, ha bajado a la calle a rozarse con el vulgo que ya es un mérito para los británicos -¿será verdad que han cambiado?-, pero Cameron no tenía nada que hacer contra Blair, nadie daba un penique por él hace bien poco. Sí, al parecer, contra el desgastado Brown, que ésa es otra. Se diría que por primera vez, se ha votado en Gran Bretaña “contra el otro”. Y que ningún líder desata pasiones, como en España, a salvo del espejismo de Cleeg, que hubiera necesitado del inevitable aparato de partido del que disponen conservadores y laboristas -menospreciado, cada vez menos digerible-  pero «seguro en tiempos de crisis«. Crisis, se vota con el bolsillo. Y con ceguera.

Los británicos, sin embargo, nos ganan por la mano en democracia. Los ciudadanos eligen a “su” representante no a una entelequia. Le conocen, le hablan, le exigen, le piden cuentas. He sido testigo presencial de ello.

Gritaba el jorobado de Notre-Dame en la revolución francesa:

– ¡Igualdad, igualdad, igualdad!

– ¿Qué quieres? –cuentan que le respondió alguien con poca sensibilidad para las diferencias- ¿jorobarnos a todos?

La tabla rasa de la política, de la sociedad, se está igualando a la baja. La deformidad de espíritu bajo trajes de seda o chanclas.

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