La baja productividad española no es responsabilidad de los trabajadores

  En mi libro ya contaba como causas la mala organización -responsabilidad de la dirección-, el elevado porcentaje de jefes por número de trabajadores y, últimamente, descubrí que los españoles «se reunen» mucho más que los extranjeros, restando tiempo a la productividad efectiva. Lo que no quita los «cafecitos» y aperitivos de los asalariados durante la jornada laboral, en cuanto tienen oportunidad, sobre todo en el sector público -aunque también son fruto de la planificación de la empresa- . Y que cada día se dan menos, por cierto, a excepción -insisto- del sector público.

  Este artículo de «porantonomasia» señala el conjunto de problemas del sistema laboral en España. Me ha parecido magnífico. Y, asimismo, todos los enlaces que incluye.

«Es común achacar, cuando se habla de la baja productividad española, la responsabilidad a los trabajadores cuando realmente el problema de fondo es otro. Un problema estructural: el sistema productivo español está desfasado y las condiciones laborales son mediocres. De ahí, entre otros, los graves problemas de desempleo actuales».

Artículo completo aquí.

2 comentarios

  1. apajerabierta

     /  15 enero 2010

    La culpa es de Zapatero

  2. Jo, yo soy la de las anécdotas… pero no puedo resistirme, lo juro.

    Tuve yo un trabajo hace unos 12 o 13 años: empresa pequeña montada por un par de socios con media docena de trabajadores. Todos hombres menos dos mujeres. La empresa estaba en un polígono industrial y el horario laboral, de jornada partida y muy extenso de lunes a jueves para salir los viernes a la hora de comer, hacía obligatorio o bien coger el coche para ir al restaurante o bien llevarse comida casera en una tarterita. Yo siempre opté por esta modalidad. La hora de comida era de 2 a 3. El socio-gerente (con más capital) era alcohólico… y gustaba de beber en compañía. El caso es que un día detrás de otro, a las dos -y no siempres sobrios todos- se iban socios y trabajadores varones a comer y (lo juro) jamás, llegaron antes de las cinco de la tarde. Con frecuencia llegaban a las seis y, a veces, más tarde. Ya bien borrachos todos, claro.

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