Los narco negocios y el lavado de imagen

Con asombrosa exactitud, grandes problemas de nuestra sociedad aparecen como el dedo roto que duele cuanto toca. Pautas comunes para satisfacer el imperio de la codicia, sin mirar más. Las soluciones, complejas, bajo el mismo reinado. La indefensión de las víctimas resignadas a serlo, ignorantes de cuánto lo son, incluso. Todo es susceptible de compra y venta. Turbias, si es preciso.

El narcotráfico es uno de los negocios más rentables que existen actualmente. Equivale al 1% del producto interno bruto global y forma parte del circuito mundial de la economía, según se estima. Un negocio en toda regla, con enormes beneficios que goza de estabilidad en la demanda y en la oferta. Se recompone a pesar de las detenciones. Utiliza los adelantos más sofisticados de la ingeniería financiera. Se beneficia de debilidades institucionales. Y, por el dinero que maneja, compra complicidades en cuantos estamentos necesita. Llega a influir en  la toma de decisiones políticas.

Una mesa redonda, un panel, en el Seminario Internacional sobre “Drogas, políticas y violencia”,  puede llegar a suscitar interrogantes comunes a los diversos daños que nos aquejan. Se desarrolló esta semana en Barcelona. Con expertos auténticos.

El sur produce y el norte distribuye y se lleva el beneficio. Hasta el 65% en el menudeo de las calles estadounidenses, explicaba el economista colombiano y director del Observatorio sobre Redes Ilícitas Transnacionales, Luis Jorge Garay. “Sin lavado de activos, la economía de los Estados Unidos podría contraerse un 15%”, concretó. Con la droga ocurre casi como en el cultivo del tomate o los limones de cualquier parte del mundo. Solo que los sueldos de los productos que acaban en estupefacientes quintuplican el salario medio del país de origen.

Una tonelada de hoja fresca de coca sale, tras la elaboración, a 800 dólares el kilo. Se pone a 2.200 tras su distribución y  exportación por contrabando. Terminará vendiéndose a 50€ el gramo en España (solo con el 44% de coca real) y a 137 en Finlandia por ejemplo, con un 48.5% de “pureza”. Los datos los aportó Marco Antonio Jiménez, Sargento de Mossos, policía autonómica catalana.

“Pero los muertos los pone México”, resumió la periodista Ana Lilia Pérez, cuyas investigaciones le han merecido premios internacionales y temporadas de exilio de su país. Más de 180.000 víctimas mortales se vinculan al narcotráfico en México. Y luego están las víctimas de su consumo en cualquier parte,  en la salud pública y en la individual, en la calidad de vida.

“Los cárteles tienen un problema importante en la división de Recursos Humanos, no pueden contratar a los mejores”, decía el sargento Jiménez con ironía. Tampoco pueden acudir a la policía a resolver sus conflictos, robos incluidos. De ahí, la violencia mafiosa como método de relación laboral.

De ahí, la existencia de una zona gris, un híbrido de aparente legalidad que trabaja para la ilegalidad, detallado en la exposición de Luis Jorge Garay. Impregna el esqueleto de la sociedad hasta la cooptación del Estado. En creciente expansión.

Los datos fluían apabullantes. Los paraísos fiscales como máquina de lavado. Las bitcoins. El Pitufeo. Las discotecas. La instrumentalización de algunas ONGs como tapadera. Los binladens, o billetes de 500 euros. Un millón de euros en esa moneda, solo pesa 2,2 kilos, se pueden llevar en un bolso. Y, en billetes de 50€, 22 kilos, caben en una maleta. 

Cultivo ilegal "indoor" en Murcia. Archivo. Guardia Civil
Cultivo ilegal «indoor» en Murcia. Archivo. Guardia Civil

La marihuana que ya da cuatro cosechas al año, con uso abundante de electricidad  en el cultivoindoor para no ser detectados por la investigación área. Los errores pueden provocar facturas tan elevadas que levanta sospechas y  llevan a detenciones.

El lavado… de imagen, a cargo de ese ejercito de colaboradores del gris en todos sus tonos. Socialmente admitido, objeto de chanzas, hasta políticos esnifan. En México los capos regalan juguetes a los niños por navidad, apunta Ana Lilia Sánchez. Sito Miñanco sigue siendo un héroe en Galicia, sabemos. La coca no mata, no es como la heroína,  comentan.  Sí mata, sobre todo las conexiones neuronales. Lo constaté en algún reportaje. A menudo está adulterada con anfetaminas y otras sustancias irreconocibles. Pero la cocaína pura es nociva en sí misma, va directamente al cerebro  y al sistema cardiovascular. Sus adictos son considerados enfermos neurológicos. Los efectos son perfectamente detectables en resonancia magnética.

Hay cuestiones pujantes y comunes a cuanto narcotiza a la sociedad. Para lucros ajenos, no conviene olvidarlo.

La legalización o regulación de las drogas, miradas desde un punto de vista pragmático, acabaría con buena parte del negocio al suprimir la clandestinidad. Pasó con el alcohol. En el Seminario hubo consenso casi total en avanzar hacia esa regulación. Canadá ya lo ha hecho con la marihuana. En España lo ha propuesto Pablo Iglesias, en nombre de Unidos Podemos. Porque hay grados. No es lo mismo el cannabis de cuyas flores se produce marihuana y hachís con la resina, que la heroína, otros opiáceos, la cocaína incluso. Cuestión aparte son las metanfetaminas, enorme problema actualmente por su más fácil acceso.  Los daños a la salud física y mental de afectados podrían ser tratados. Los narcos se dedicarían a otros contrabandos, oponen para no mover nada. Pero ya lo hacen. A todos y más que se incorporan. Vuelve con fuerza la minería ilegal.

Grandes dilemas éticos sí se dan y se saldan del lado oscuro, en mi opinión. Producir drogas como modo imprescindible de vida, fabricar armas o barcos de guerra para preservar el pan de los hijos. Es el estadio primario del  lavado de negocios manchados de dolor. El que haya muerto por su causa ya no tiene ese problema. Sus hijos, sí.  Ha de haber, hay, otros trabajos que no impliquen esas cesiones. La organización de los países ha de prever otras salidas. Imprescindiblemente.

Pero eso nos lleva a la clave fundamental. ¿Quién lo lleva a cabo, quién le pone el cascabel al gato? Todos los negocios ilícitos se nutren de la impunidad que llega por complicidades compradas.  Muchos de los lícitos, con graves consecuencias sociales también. “El gran reto es fortalecer las instituciones y atacar los mercados negros generados por el narcotráfico”, apunta Ana Lilia Pérez.

Luis Jorge Garay tiene la respuesta global: La solución está en la mano de las élites. Ellas pueden operar los cambios necesarios. Lejos de hacerlo, caminamos hacia sociedades cada vez menos democráticas, con menos derechos. El capitalismo termina fracasando por esa vía . “Todas las medidas deben ir forzosamente acompañadas de la construcción de sociedades incluyentes, cuyos sujetos sean “ciudadanos y no meros habitantes”, concluye.

No las tenemos. El narcotráfico con su ingente volumen financiero, de daños y beneficios, es un síntoma de un problema más complejo. Sociedades compuestas por un número suficiente de personas adictas a la ignorancia, al odio, a la irracionalidad, a la banalidad, a un hedonismo destructor, a la cesión de sus libertades, al olvido de sus obligaciones, al egoísmo. Sus propias frustraciones les hacen sujetos vulnerables y más proclives a evadirse por cualquier método y se alimenta el círculo. Drogados con narcóticos que no detectan (seguramente el negocio más eficaz y lucrativo). Los que expanden desde la zona gris quienes no tienen escrúpulo alguno en lucrarse a su costa, a costa de toda desgracia.

 

Mafias, un salto cualitativo

  Uno de los mejores y más fiables periodistas que conozco, Pablo Ordaz, escribe hoy en El País un reportaje sobre el narcotráfico en México, altamente inquietante, que no debéis perderos.

    «La policía mexicana vive en alerta ante un cártel que no solo pretende el tráfico de drogas, sino la sustitución del Estado. Los sicarios de este clan extendidos por todo el país controlan desde la venta de armas y los impuestos hasta la espiritualidad de sus vecinos»

  Describe los hechos y argumenta cómo ha llegado a producirse este fenómeno:

 «Todo empezó con el siglo. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió el poder después de 70 años y México tuvo que aprender a vivir con una realidad distinta. Hasta entonces, el presidente de la República hacía y deshacía en todo el país. México era un Estado federal, pero los gobernadores, los alcaldes, los jefes de policía y por supuesto los líderes sindicales y sociales de cada demarcación pertenecían al PRI. «A poco que uno se desmadrara», recuerda un alto cargo de la seguridad del Estado, «nos decían: llevadlo a Los Pinos -la residencia presidencial-. Bastaba una charla con el presidente de turno para que todo volviera a su cauce». Con las fuerzas del orden sucedía igual. La Policía Federal siempre representó un tanto por ciento mínimo del conjunto de las policías -más de 1.600 en todo el país entre estatales, municipales…-. Aunque cada cuerpo policial dependía de un gobernador o un alcalde, cuando llegaba el caso obedecía de forma implícita y efectiva el dictado que llegaba de la capital. Ya no es así. La imagen más gráfica se ha podido presenciar el lunes pasado. Durante tres horas, a plena luz del día y en mitad de la calle, policías municipales y estatales de Nuevo León se enfrentaron con agentes de la Policía Federal. Se encañonaron mutuamente con pistolas y armas largas. No pasó nada, pero fue de chiripa. En otras ocasiones, agentes federales o miembros del Ejército han optado por solventar situaciones parecidas de insurrección a tiro limpio.

En algunos lugares, como Michoacán, el poder del Estado fue haciéndose cada vez más débil y eso fue aprovechado por los narcotraficantes. La Familia, cuya presencia en la zona se remonta a dos décadas atrás, dio un salto cualitativo. Ya no les bastaba con la producción de heroína y marihuana -hay constancia de plantaciones de amapola en 37 de los 113 municipios de Michoacán- ni siquiera con el control del puerto de Lázaro Cárdenas, a donde llega la cocaína del sur de América y la efedrina de Europa y Asia con destino a Estados Unidos. La Familia quería más. Quería el control social, y hasta espiritual, de sus vecinos. Y empezaron de la manera más sencilla, desde abajo, poco a poco».

   Atentos al nuevo fenómeno.  La facturación de las mafias italianas representan el 7% del PIB del país. La corrupción no es inocua, termina por pudrir los cimientos del Estado.

   Hoy es Juan Arias, el mítico corresponsal en Italia, quien da muchos claves en un artículo maravilloso, cargado de amor y de cordura. Entresaco lo que se refiere al tema que nos ocupa:

  «Era aquella una Italia que yo amaba apasionadamente y en cuya lengua escribí mis primeros libros. Hasta que llegó Silvio Berlusconi. Lo vi aterrizar en Palermo, capital de Sicilia, corazón de la Mafia, en helicóptero, como un dios pagano. Eran sus primeras elecciones. Pocos creían que aquel histrión, que nunca había estado en la política, en un país tan politizado como lo era Italia, podría ganar. Yo pronostiqué en el periódico que ganaría. Vi aquella mañana en Palermo a casi medio millón de personas levantando los brazos hacia el helicóptero que traía al Salvador.

La Mafia siciliana había cambiado de bandera. Acababa de abandonar a la poderosa Democracia Cristiana, hasta entonces su señora, para ofrecerle el beso y sus votos al empresario del que decían que tenía el arte mágico de crear empleos de la nada. Italia aquel día empezó a entrar en el túnel de la degeneración. Yo me volví a España».

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