Lo primero que publiqué en mi vida fue un alegato contra la Navidad. Contra su parafernalia e hipocresía. Tenía 17 años y, muy osada, me presenté en el vespertino Aragón Express y dejé el artículo en un sobre. Al día siguiente apareció en el periódico con un antetítulo: “La rompedora de tópicos”.
Aquellas celebraciones, las de mi niñez y juventud, eran casi humanas al lado de las que se fueron desarrollando con el tiempo hasta llegar a hoy. Quiero decir que sí tenían un punto entrañable en la reunión de la familia o en los menús de “tirar la casa por la ventana” que solo se producían esos días en todo el año. En “sacar” la vajilla o ver a mi madre maquillarse por única vez en los doce meses. Mi tío Fernando componía unos versos de resumen y anticipo, de cambio de ciclo, con referencias a quiénes y a qué le había parecido más destacado. Luego se comentaba en corrillos si había gustado o no. A mí siempre me encantaban.
Hubo Navidades exultantes en vida. De efervescencias absolutas. De seguir tradiciones por el placer de hacerlo, no por obligación, o volver a romper moldes. Y es cierto que la felicidad personal ha de aislarse de la general, pero las circunstancias que concurren, convierten a éstas en una de las peores de nuestras vidas.
Me asombra que, con la debacle en la que estamos inmersos, sigan llegando multitud de comunicaciones -ahora también por Internet, sobre todo por Internet- deseando “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo”. Frase que detesto, por tópica y poco imaginativa, desde que tengo uso de razón, creo. Regresa la moda de enviarlas con escenas religiosas. Hasta con la mula y el asno que ha dicho el Papa en su ensoñación que no existieron como tales, pero que la jerarquía eclesiástica española decide que se pueden poner por tradición. Esos despropósitos continuos. Las hay también indignadas, poniendo de relieve los muchos atropellos de los que estamos siendo objeto. Pero todos me desean que sea feliz. Brinde no sé bien por qué, y sobre todo que el 2013 sea “próspero” y estupendo.
¿En base a qué razón va a serlo? ¿Cambia algo porque los arbitrarios calendarios salten de un mes a otro? Eso de entrada, porque si nos atenemos simplemente al futuro inmediato, con los mimbres que se han sentado no cabe esperar más que una profundización en el caos.
Amigos, que Rajoy y su “troupe” siguen ahí. Y parece que por mucho tiempo. Nos privatizan la sanidad, nos la recortan, y es asunto fundamental para estar vivos y sanos. Cercenan también la educación, la ciencia, la cultura, que en este caso es vital para ser personas. Dejan la justicia para los ricos, mermando las posibilidades de ejercer como ciudadano. Con un sin fín de chorizos impunes que hacen hervir la sangre. Cada vez más pobres, con menos seguridades, con el horizonte de empeorar… ¿Qué broma es ésta del Feliz Navidad y el Próspero Año Nuevo?
Porque sí, continúa ahí Rajoy y su enfermo PP. De codicia, ineptitud y ultraderechismo. Y los medios informativos que nos hablan de Cataluña y del fin del mundo. No todos. Hoy me han reconfortado Isaac Rosa, Iñigo Sáenz de Ugarte, Juan José Millás o Federico Mayor Zaragoza. Y, sí, la gente que se bate en las calles protestando contra tanta inmundicia. El problema es la masa ameba. La que sigue sustentando el tinglado y pensando que por arte de magia esto se arreglará sin más.
Los grandes afectos que me sustentan siguen ahí también. La esperanza en muchos –aunque insuficientes- ciudadanos con criterio y coraje. Pero no hace falta que sea Navidad para sentirlos cerca. Van, vais, a estar aquí pasados los espumillones y los brindis huecos. Próspero no lo creo, pero fructífero lo será en amor (algo más especial sería bienvenido 😉 )y –espero- en la búsqueda de soluciones. Lo mismo hoy, que mañana, que el día 1, o el 11 de Enero. Por cierto.. ¡Muchas gracias!





