Otro 11 de Septiembre

Otro 11 de Septiembre. Es la tercera entrada del blog con el mismo título y casi idéntico texto. Lo escribí en 2010. Después de grandes cambios personales como lo fue el ERE de TVE en donde trabajaba y muy a gusto. Antes de la indignación, de querer y lograr reinventarme y empezar otra vez. Antes de los libros que ahí siguen como cimientos, antes de Eldiario.es, neófita entonces en un Twitter más confortable. Antes de tocar el cambio con la mano, de ayudar en el empeño, antes también del desencanto.  Pero mi 11 de septiembre -y al final parece que somos muchos quienes tenemos el nuestro- era y es así, como lo publiqué la primera vez en 2010:

Uno atraviesa los años deteniéndose apenas en el día en el que nació y en los que lo hicieron los seres queridos, o en los que aquellos murieron. Encuentros, despedidas, compromisos señalados. Y pasan los años sin saber cuál será la fecha en la que otros te recordarán porque te fuiste. Un día cualquiera para ti hasta entonces, por el que pasaste decenas de veces sin reparar en él. Uno atraviesa los días sin saber que algunos se fijarán de forma indeleble.

Probablemente el 11 de Septiembre sea para mí un signo imborrable en el calendario. El primero fue el de Chile en 1973. Amanecía un futuro a estrenar con grandes destellos de promesas. Los libros de la Universidad me detuvieron en el caos que padecía América Latina. Bolivia, Panamá, Uruguay, Argentina en ciernes, Cuba siempre, vivían en dictaduras, igual que España. En el resto, la democracia era muy precaria. Había preguntado un día en clase de COU sobre el diferente destino de los conquistados del norte y del sur del continente. “A los del norte los mataron a todos”, comprendí. A los del sur les robamos y les dejamos genes, cultura y escala de valores. Chile era la esperanza: el socialista Salvador Allende y sus reformas… imposibles. Duele amanecer con la esperanza rota por los tiros que cercenan los sueños. Un botarate –como suelen serlo todos los golpistas- acabó con ellos. Vivimos apasionadamente la peripecia, el final de toda confianza en una solución. Los muertos, los torturados, los despojados, los desaparecidos. Las manos cortadas del asesinado Víctor Jara solo porque cantaba con candente ingenuidad. Al amor explotado de Amanda, contra el vecino dictador de Guatemala, Rios Montt, por la paradoja mil y ciento repetida: “Mi padre fue peón de hacienda, y yo un revolucionario, mis hijos pusieron tienda, y mi nieto es funcionario”. El dolor mortal de Pablo Neruda que me había descubierto que cualquier noche se pueden escribir… los versos más tristes. Como querer fuera del amor.

Un 11 de Septiembre, Cataluña comenzó a volver a celebrar su Diada nacional.  Y recordé que los aragoneses lo veíamos como un agravio comparativo. Los sentimientos nacionalistas son muy atávicos. Todos. Para mí ya no, en un mundo global. De hecho la Europa sin fronteras, no deja de levantarlas como cerrojos y los siento en el alma. Esto es lo que más ha cambiado 7 años después. En 2013, añadí cómo los catalanes se disponían a celebrar una Diada decisiva con el independentismo por bandera y con el nacionalismo español enfrente. Se han mezclado tantos intereses, tan burda guerra sucia, que se ha creado un callejón sin salida. La política y la lógica se desdibujan a la sombra de dineros y poder.  Ojalá logren festejarlo los catalanes sin zancadillas.

Otro 11 de Septiembre, en 2001, presenciamos en directo por televisión como las dos torres del país líder mundial se derrumbaban como si fueran de arena, como en un sueño. Habíamos contemplado, desde su restaurante en la cumbre, el Empire State, maravillados por el esplendoroso Nueva York que se abría a los pies,  osada y vibrante línea del cielo, paisaje urbano del siglo XX. Y de las enhiestas torres soberanas ya no quedaba nada. Ni los muertos que nunca vimos. Y algunos supimos que venían malos tiempos. Ceguera fanática usada como excusa para un cambio social. Merma de derechos civiles, militarismo, ascensión y desborde del capitalismo, la guerra, la tortura, las invasiones que no encuentran lo que dicen buscar porque no es lo que nos cuentan lo que buscan, la trampa financiera que nos ahoga. A mi padre le quedaban exactamente 5 días de vida y ni siquiera llegó a enterarse del acontecimiento que tanto hubiéramos comentado. Desapareció su imprescindible presencia, demostrando que la vida sigue de todos modos.

Un 11 de Septiembre, en 1984, la que murió fue mi madre. Tan pronto. Y, un día, mucho después, conocí sus secretos anhelos, su dolor, sus esperanzas y sus sueños, apenas en signos, a través de unos recortes de periódicos guardados en primorosa carpeta, que hilvanaron mejor los recuerdos. Instalando la certeza de cuánto más debió hablarse. No fuimos tan distintas.

Múltiples sinrazones tiñen este nuevo 11 de Septiembre, dije y digo. El mundo es aún peor. La inacción permite avanzar insanas mareas y campar a sus anchas. Pero el calendario es un convencionalismo. El futuro se llena de doces, treces, catorces y mucho más días, más onces, incluso. Lo vivido sólo sirve para poner el pie, si es en sólido, y utilizarlo de impulso. Para saber desbrozar del camino lo útil de lo fútil.  A través de los 11 de Septiembre componiendo de continuo la Ítaca eterna. Sorber de la vida la felicidad mientras se abre a nuestros pasos, sobre las grandes frustraciones y los dolorosos desgarros. No queda más. Ni menos. La melodía continúa.  Ésta es la que escucho los 11 de Septiembre. «Dame un beso para construir un sueño».

1 comentario

  1. «Sigan ustedes sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el Pueblo! ¡Vivan los Trabajadores!…» (SALVADOR ALLENDE por Radio Magallanes 11 de Setiembre de 1973)

    La destrucción de las Torres Gemelas el 11 de Setiembre de 2001, el derribo de ese símbolo del poder financiero en el centro del corazón de lo más preciado de EEUU, fue un acto de guerra, una respuesta bélica que según cómo se mire se nombra guerra o terrorismo. Irak, y gran parte del radicalismo y no radicalismo de Oriente Medio continuaban en guerra con EEUU y sus amigoaliados. Pero era una guerra, ciega, indiscriminada, como lo son todas las guerras. También y mucho lo son las de esta coalición permanente, esbirra, de nuestro way of life. Era, y sigue siendo una guerra. Con metodologías diferentes, pero guerra al fin y al cabo. Por eso continúan golpeando en esta parte, a los países con los que se declaran en guerra.

    Chile no estaba en guerra alguna. EEUU a través de la CIA y de otros organismos, promovió y financió un golpe de estado que significaría la muerte, el asesinato del Presidente Allende, y la puesta en marcha de una represión bestial, una pérdida muy severa en los DDHH, y el genocidio de mucha gente, principalmente obrera, estudiantil e intelectual. Pero Chile no estaba en guerra alguna. Como no lo estuvo Argentina, ni Uruguay, ni todos los países y pueblos a los que les cayó el Plan Cóndor, desde EEUU.

    Y ESTA ES LA DIFERENCIA.

    Cuando hablan de terrorismo, la primera imagen que me viene (porque además lo he sufrido) es el TERRORISMO DE ESTADO, y el TERRORISMO DE ALGUNOS ESTADOS, contra otros, contra sus pueblos y sus gentes. Tengo claro para mí, que no justifico terrorismo alguno, que el más peligroso terrorismo que existe es precisamente éste, estos.

    Entonces…
    ¿POR QUÉ LE LLAMAN TERRORISMO CUANDO NO QUIEREN DECIR GUERRA?

    Un saludo.

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