Crónica escéptica del conflicto en Ucrania

Ni un cuarto de siglo ha pasado aún desde que la URSS, Unión de Repúblicas Soviéticas, se disolvió (1991) tras la caída del Muro de Berlín ocurrida dos años antes. 130 etnias se veían obligadas a mantenerse unidas en 15 países distintos bajo la fuerte égida de Rusia, de Moscú.

Una sociedad fuertemente diversa tenía las necesidades básicas cubiertas –es decir, casa, educación, sanidad y cultura– a cambio de duras estrecheces en el consumo hasta de alimentos básicos y de amparar un marco de corrupción, crisis económica, burocracia, falta absoluta de libertades y censura, que constituyeron la auténtica causa de la desintegración. No eran –y sobre todo no son– mucho mejores las cosas al otro lado del Muro, pero nunca el mal compartido puede ser un atenuante.

Aquellas culturas comprimidas en el corsé soviético –como suele pasar en todas las sociedades comprimidas, incluso en los cuerpos comprimidos– reaccionaron de variadas formas al sentirse sueltas. No recuerdo ninguna que se desparramara. Chechenia, en buena medida, de la que, por cierto, se terminó desgajando Ingusetia. La mayoría se asió con fervor a la bandera de los nacionalismos, a mirarse el ombligo de la diferencia y la nostalgia. Checoslovaquia, la primera en abandonar el comunismo, también se había partido en dos: Chequía y Eslovaquia.

Y no se hundió el mundo. Partirse o sumarse no parece ser un problema irresoluble. El Este de Europa, Europa, ha experimentado numerosos cambios a lo largo de su vida y en particular en el último siglo. Las fronteras no hacen otra cosa que cambiar. Cuánto mejor derribarlas.

Ucrania o su precedente aproximado fue la nación más relevante de Europa en la Baja EdadMedia, el Rus de Kiev. Incluso la orgullosa Rusia pudo nacer allí y no al revés. Los imperios se turnan en hegemonía. Pero no duran siempre. Ni mucho menos. Les suele dar por la desintegración total al cabo de un tiempo, de hecho.

Las wikipedias no anotan en el pasivo de Ucrania los estragos que dejaron en el país la obsolescencia soviética y la local. El accidente de la Central Nuclear de Chernobyl (26 de abril de 1986) ha sido el mayor de la historia, aunque ya comparta liderazgo con el japonés de Fukushima. Perdieron la vida directamente 31 personas, pero, silenciadas por el oscurantismo, murieron después muchas más por las secuelas y miles han sido afectadas por graves malformaciones.

Los ucranianos más cercanos a la planta aún deben meditar si arrojan un hijo al mundo que les ha tocado vivir. Chernobyl hoy es tierra quemada que ya no produce alimentos sanos. Visitar la zona requiere pasar, por ejemplo, por el Consejo de Energía Nuclear español al regreso y ver si la radiación acumulada en el cuerpo supera los límites permisibles. Varios países todavía ponen el veto a exportaciones ucranianas.

Ésta es la vida de las personas. La que también parecieron ignorar los turbios dirigentes que han padecido. Los que se envenenan y encarcelan unos a otros, por ejemplo. Y el último elegido democráticamente –o lo que se pueda parecer– Viktor Yanukóvich, que incumple cuanto promete, vive enfangado en la corrupción y se modifica leyes para amparar sus tropelías. Pasa en las peores familias, ¿a que sí? El que se tenga que ir por piernas, algo menos.

Prorrusos y proeuropeos –¿de qué Europa?–. Nacionalistas, todo el arco de la ideología política con predominio de ultraderecha. Dispuestos a matarse por si, al andar el camino, Crimea es Ucrania o vuelve a ser rusa o es simplemente autónoma. Qué más dará. Algo más, mucho más, influye quien maneja los hilos. «Nacionalismo es creer que tu país es el mejor del mundo porque tú has nacido en él», concluye la mejor definición del concepto que conozco. Lo que no deja de ser una enorme casualidad. De haberlo sabido otros países, hubieran invitado a tu mamá a parirte allí.

Uno necesita raíces, al parecer. Y, al parecer, están en la tierra –que es el lugar más adecuado para ellas de una forma estable–. En la que se pisó y se olió. Más fuerte es la cultura que se respiró, aunque tantos pasen por la vida con la nariz tapada. Y a la vista de cómo va todo, también deben de hacer patria los caciques y los desalmados. Los propios para la propia patria. Pero ahí está el nacionalismo desatando pasiones ciegas.

Ucrania como tablero. Un interés geoestratégico. La llave de paso del gas esencial. Un enjambre de confluencias. La flota rusa no aparece de repente en el Mar Negro. Se ha derribado por la fuerza un gobierno. Sentimientos que se exacerban y manipulan como mandan los cánones. Pagar por todo –también ocurre en las peores familias–.

Y Moscú en busca de pasadas influencias, cuando podía incluso establecer con dirigentes de países de su órbita, no con la gente, convenios de “soberanía limitada”. Y Washington, que algo ha de decir si no quiere que le apeen del escenario de cuyo centro empieza a ser desplazado. Y Alemania, que algo ha de hacer para que se note quién manda en Europa. Y la UE, que nunca sabe, ni hace, aunque se manifieste de continuo tan preocupada y convoque tantas reuniones para firmar que reitera algo.

La tierra de Ucrania ya se ha regado con sangre. El enemigo real apenas nunca pisa el asfalto.

*Publicado en eldiario.es

4 comentarios

  1. Miguel

     /  5 marzo 2014

    Interesante artículo, pero decir que en la historia de la humanidad ha sido una constante el sometimiento, la aniquilación de unos países o tribus sobre otras. Parecía que hoy, que nos creemos tan civilizados y democráticos eso ya no tendría que pasar pero no, nada ha cambiado, los hay que son igual de insensatos que los más salvajes de nuestros antepasados, aunque no lo parezca.
    Porque las estrategias e intereses cambian lo que hoy está pasando en el mundo no son guerras entre naciones, ni civilizaciones, ni religiones, la verdadera guerra es la de los banqueros por conquistar el mundo entero.
    Lo de Ucrania ( y en Venezuela, dejando aparte las simpatías que tenga cada uno por el gobierno de ese país) cómo antes ocurrió en Libia, Egipto, Siria, etc.. no es mas que una salvaje ofensiva más de los defensores de la “unipolaridad mundialista» que bajo la bandera del neoliberalismo, lo que buscan (aprovechándose de canallas colaboracionistas) es eliminar la libertad de los pueblos, homogeneizar el mundo, demoler los estados soberanos e implantar gobiernos autoritarios a base de golpes duros y suaves, violencia, dictaduras o invasiones si fuera preciso, en los países que todavía no se hayan doblegado a sus intereses.
    En su libro Confesiones de un Sicario Económico, John Perkins explica como funciona esto:
    «Los banqueros utilizan su control de la moneda para imponer la deuda esclavizante sobre los individuos así como sobre las naciones. Obligan a las naciones a aceptar préstamos que son imposibles de pagar – a propósito. Los banqueros usan la resultante bancarrota y/o “acuerdos de reestructuración de la deuda” para apoderarse del control de esos países y sus recursos.
    Si el líder de una nación se niega a obedecer a los banqueros, ese líder es puesto en su lista negra. Esa nación se convierte en objetivo de cambios de régimen, ya sea por asesinato, golpe de estado o elecciones robadas. Los banqueros utilizan los servicios militares y de inteligencia de las naciones que controlan para atacar y perturbar a las naciones que no controlan. También usan sus propios ejércitos privados y sus servicios de inteligencia privados para desestabilizar a todos los países.
    De esta forma, la guerra en Siria no es en sí una guerra estadounidense contra Siria, ni de Israel ni de AlQaida, ni de Qatar ni de Turquia ni Saudita. Es una guerra de los banqueros contra Siria»
    La lucha actual es entre los que defienden la unipolaridad contra los que defienden la multipolaridad.
    Vamos a ver si los multipolares puede contener a los unipolares, que parece abogan por una guerra total antes que ceder un palmo de sus intereses.
    De momento los que defienden la unipolaridad son los más belicosos y no dan su brazo a torcer.
    Saludos

  2. Hay un refrán a propósito muy recurrente, gallego, que dice: «Las vacas son de donde pacen… no de donde nacen».

    «Las fronteras no hacen otra cosa que cambiar. Cuánto mejor derribarlas…» Cierto. Pasa como con los convencionalismos: Lo que vale aquí, no vale cruzando la frontera. Lo que está mal visto aquí, carece de importancia más allá. Y si introducimos la variable tiempo, igual: lo que es perseguible en una época, carece de importancia después. Y no siempre va en progreso. A veces marcha atrás a toda pastilla. Es todo relativo.

    Lo que asombra -si es que podemos aún asombrarnos- es que en un mundo en el que por vez primera el espacio y el tiempo se han acortado hasta casi desaparecer (todo está cerca, todo es de acceso inmediato) la «uniformización» -homogeneizar el mundo, como bien dice Miguel en su comentario-, va el el peor de los sentidos del término. Y la globalización responde a los intereses exclusivos de los Bancos y Corporaciones empresariales. Que son las que se han impuesto a la Política hasta hacer que ésta le lama las botas con las que nos pisotean a la mayoría. Eliminando gobiernos electos que no se «adecuan» a sus preceptos.

    La unipolaridad debe radicar en exclusiva en todo cuanto hace referencia a los Derechos Humanos Universales, el gran común denominador cuyos enunciados debieran ser obligados a ser cumplidos, sí o sí, cualquiera que fuese la cultura y el más oculto rincón del planeta.

    Multipolaridad contra unipolaridad. O lo que es lo mismo: Democracia contra dictadura

    Saludos.

    (Interesante el vídeo de las fronteras en movimiento. Muy elocuente, Rosa.)

  3. «Nacionalismo es creer que tu país es el mejor del mundo porque tú has nacido en él». Que gran definición

    Lo que más me preocupa del «nacionalismo» es la capacidad que puede llegar a tener de anulación del discernimiento, de la utocrítica, en pos de la defensa a ultranza de esa «tierra» que te vió nacer.
    En mi caso, lo que más se puede acercar a ese «sentimiento» es el barrio en que nací, tal vez porque todo aquel «cinturón rojo» de Barcelona carecía de infraestructuras básicas por los que se tuvo que luchar durante años, entrada ya la democracia.

    Éste verano volvía a un lugar hermoso (la Vall de Boi, Parque nacional de Aiguestortes). Subiendo dirección al valle de Aran por la «N-230» serpenteaba entre carteles en la carretera que entraban y salían de Aragón y Catalunya. Fronteras humanas. Cuando subes a esas majestuosas montañas de 3.000 metros, la naturaleza se ríe de nuestros límites. Es imposible distinguir ahí arriba donde empieza Catalunya, Aragon o Francia. A donde alcanza la vista sólo se divisan, impetuosas, cumbres y cumbres pirenaicas. Ellas guardan, impertérritas, parte de esa historia que tan bien queda reflejada en el «time lapse» que has puesto

    Allí eres consciente de donde está la «patria»: en tus zapatos

    —————— MI PATRIA EN MIS ZAPATOS ————

    «Mi patria en mis zapatos, mis manos son mi ejército…»

    «Jamás he podido respetar esas extrañas leyes… »

    «Correré y gritaré si realmente queda algo que gritar
    Lucharé y conquistaré si en verdad queda algo por conquistar.
    Hablar donde las palabras mueren; mis ojos llegan más allá;
    soñar, trabajo de dioses; luna vuela y hazme a mí volar»

  4. Eduardo_zar

     /  6 marzo 2014

    Los legados del “CUCO” de la URSS.
    EL “CUCO” SOVIETICO.
    Al igual que el CUCO, ave que desplaza a la nidada de huevos de un nido que no es el suyo y pone los suyos para que la madre adoptiva los empolle, la migración en la antigua URSS fue utilizada por Stalin mas o menos igual.
    Esa migración en la URSS se puede clasificar en las siguientes categorías generales: las deportaciones de categorías»anti-soviéticos» de la población, a menudo clasificados como «enemigos de los trabajadores, «la deportación de nacionalidades enteras”, la transferencia de mano de obra, y las migraciones organizadas en direcciones opuestas para ocupar el territorio étnicamente limpiado, como por ejemplo… CRIMEA.
    La categoría de república autónoma de Crimea dentro de Rusia fue rebajada a la de «oblast» (división administrativa equivalente a una provincia) en 1945, supuestamente a causa de la generalizada colaboración con el enemigo nazi durante la ocupación, por parte de los tártaros de Crimea, y se convirtió en una región de la RSS de Ucrania en 1954.
    Los tártaros de Crimea fueron oficialmente abolidos como nación por el dirigente soviético Stalin. Aspecto relevante este último, teniendo en cuenta que, por ejemplo, todos -TODOS- los tártaros de Crimea fueron deportados en masa, en una forma de castigo colectivo, el 18 de mayo 1944 como colonos especiales a la RSS de Uzbekistán y otras partes distantes de la Unión Soviética. Según datos, y dependiendo dequien los ofrezca casi el 20% murió en el exilio durante el año y medio siguiente, cifra que aumenta hasta casi el 46%, según activistas tártaros.
    Y el “espacio vacío” se llenó, en el caso de Crimea –estratégica posición en el Mar Negro– con “rusos blancos” afectos al régimen de los cuales el 60% eran militares, sobre todo para la base naval de Sebastopol, y el resto burócratas para los puestos claves del gobierno regional de Crimea. Por supuesto, estos colonos fueron a su nuevo estado con un estatus de vida superior al modo de vida de los pocos habitantes nativos que quedaron y vivieron bajo el socialismo soviético.
    Con la fragmentación de laURSS, un gran número de rusos que vivían en las repúblicas periféricas se encontraron en nuevos estados independientes sin hablar el idioma y sin identificarse con ellos. El miedo ante las leyes represivas, en particular la obligación de hablar las lenguas nacionales de los nuevos estados y/o las tensiones llevaron a millones de rusos a volver, o para algunos, a ir a una Rusia en la que jamás habían vivido pero que consideraban como su patria natural. A estos emigrantes se les llama, dentro de Rusia, “Pies Rojos”.
    En el caso de repúblicas de habla rusa, impuesta o no, y cercanas o limítrofes con la frontera de Rusia, los “no nacidos rusos, pero rusos” -hijos y nietos de aquellos ¿colonos?- y que aún seguían identificándose con la “madre Rusia”, decidieron en muchos casos quedarse a vivir en ellas. Repúblicas como Letonia, Lituania, Estonia, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia y Georgia, fueron en las que mas minoría rusa se quedó a vivir.
    A mediados de los años 90el fenómeno pierde intensidad, pero aproximadamente 18 millones de “rusos emigrados” podrían vivir todavía en las antiguas repúblicas soviéticas. Se debe tomar en consideración que fuertes minorías rusas viven en las tres Repúblicas Bálticas (Lituania, Estonia, Letonia), en la actualidad miembros de la Unión Europea, en las que muy a menudo no han podido recibir la ciudadanía de estas, por lo que siguen siendo a efectos legales RUSOS.
    Tras la caída de la URSS,ninguna ley sobre la repatriación ha permitido facilitar la vuelta de esos “Pies rojos”, teniendo en cuenta además que el gobierno ruso consideraba la presencia de fuertes minorías en las repúblicas periféricas como base de influencia e incluso fuerza «paramilitar» en caso de necesidad, ya que la mayoría de ellos eran, o son militares.
    Y es en base a esta “actuación del cuco ruso” lo que ha puesto a Crimea en la situación actual. Y muchos más si se tiene en cuenta que Sebastopol es la base naval más importante de la Armada Rusa, tanto por su situación estratégica en el entorno cercano al Mediterráneo, como por estar “a tiro” del tradicional “enemigo otomano”, como por ser la única base naval rusa que no se hiela en invierno y queda operativa.
    Unidos los factores de: la IMPORTANTE población rusa, el IMPORTANTE enclave estratégico, y que los gobiernos de Ucrania, títeres o no de Rusia, no han sabido, no han podido, o no han querido desactivar «el cuco en Crimea» durante su corta independencia ahora nos encontramos en esta situación.
    ¿Qué es cierto que Moldavia -por ejemplo- no es tan importante como Crimea? CIERTO. ¿Qué aunque la población rusa de Lituania se viera en peligro, Rusia no actuaría como en Crimea? CIERTO TAMBIEN. ¿Qué es absurdo, pero sería parecido a que la gran población rusa de Salou (Tarragona) quisiera acogerse al mismo derecho que los rusos de Crimea y declarar SALOU independiente? ¡¡¡ Pues también !!! Pero NO.
    ¿Qué derecho tienen los rusos colonizadores de Crimea a exigir como patria propia una tierra que no es la suya? ¿La misma que forzó el nacimiento de EEUU o Australia, ambas colonizadas? ¿Podrían los tártaros deportados a Uzbekistán reclamar volver a Crimea o bien reclamar Uzbekistán como nación propia? ¿Y si el apoyo a Crimea hubiera sido turco, por que la población fuera turca? ¿Qué apoyo militar tendrían? ¿Qué apoyo de las naciones de la ONU? ¿El mismo?
    NO. Peeeero, todos sabemos que una cosa es reclamar derechos, y otra es que “¿algunos derechos?” sean reconocidos, admitidos e incluso “conquistados”. Que eso depende, y mucho, del apoyo económico y sobre todo militar de otro país externo de a los que exigen su independencia, sea esta legal o no, con derecho o no. Y a Crimea, la quiere Rusia, la desea.
    Una vez conseguida ya no volverán a decir que en Ucrania ha habido un golpe de estado y que el gobierno actual es ilegal, por mucho que lo pidiera el pueblo, ni intentaran poner otro “Gobierno títere”, ni tan siquiera tratarán a Ucrania como “nación con acuerdos económicos preferentes”. NO, les basta con Crimea y Sebastopol. Ojo, por lo mismo que a los americanos les basta con Rota (Cádiz), no nos engañemos.

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