No hace mucho –un par de años- se cumplió un siglo del primer Ford T que supuso la revolucionaria innovación de poder fabricar en serie un producto. Supuso tal cambio que Aldoux Huxley se basó en ella para escribir “UN MUNDO FELIZ”. De hecho comienza el libro hablando del «Primer año de la era Ford T«.
La cadena de montaje afectó radicalmente a los sistemas organizativos de la comunidad. De un lado socializó y propagó el disfrute de los sucesivos hallazgos de forma impagable, pero del otro uniformó en cierto modo a los individuos.
Fabricar en serie implica la existencia de un modelo “MEDIO”, que pena la «diferencia«. Los explotados trabajadores del Tercer Mundo cosen «tallas únicas«, para vender en determinados centros, porque un sólo patrón es más barato para el productor. En las tiendas occidentales, la oscilación de las tallas apenas va de la 36 a la 42 –con suerte-. Quién sale de ese modelo, ha de pagar más. Lo peor es que los usuarios se acomplejan. “Es que estoy demasiado gorda” –la felonía atrapa más a las mujeres- y no “¿por qué no hacen talla para mí? ¿Por qué me cuesta más caro?» La consigna es que “todo el mundo” -salvo los privilegiados- se adapten al modelo, al que sale más rentable a los implicados en el negocio y la fabricación en serie.
No se te ocurra tener un cuerpo armonioso donde el pie es acorde con el tamaño del cuerpo. En Madrid hay 3 zapaterías de tallas grandes o pequeñas. A precio de oro y jamás con rebajas. Y eso que se ha hecho un gran avance con el calzado deportivo, unisex. En mi adolescencia tuve que usar zapatos 3 tallas más pequeños porque sólo cabía acudir a un artesano para que los hiciera a medida, a un precio imposible. Lo mismo sucede con sujetadores o ropa de baño. Y allí se ve las señoras maduras, acomplejadas por no tener la talla que exige el modelo. Y, lo que es peor, pagando el doble o el triple. ¿Imponemos la desnudez para bañarse en público?
La ciencia matemática ha estudiado el asunto en la llamada Campana o Curva de Gauss, y es curioso ver su representación visual: uno tira bolas sobre una tabla predeterminada, y la mayoría va al centro. Fundamento de la estadística, se aprecia que cuanto se aleja más uno de la media, menos individuos hay. Sabedores de ello, los comerciantes adquieren menos género de las tallas “extremas”. Las que se salen del modelo “boquerón escabechado”.
Por eso, también la mayoría de los ciudadanos se declara «de centro», al ser preguntados por su ideología. En España “todo el mundo” dice ser de centro –centro izquierda o centro derecha pero de centro-. El centro, el eje, el ombligo. En este sentido, considerando al centro el núcleo por el que cruzan todos los caminos, cuanto más centralista y patriótico español, más odia el español a la periferia. Se unen para detestar a catalanes –en primer lugar- y vascos, los más ricos junto con Baleares. Defienden España y atacan su contenido. Detestan al diferente. Y eso resulta complicado en un país tan heterogéneo como España. Y no hablemos ya del resto del planeta. Por eso Rajoy se siente el portavoz de “todo el mundo” y cree que “todo el mundo” piensa como él, que es lo único correcto.
Lo grave es que la “talla única” se ha instalado como modelo filosófico también, como modelo social. Hay unos esquemas predeterminados y ¡ay! quién se salga de ellos. Uno se abraza a un pulpo si es preciso para no ser rechazado por el clan. Se abraza y repite, y repite, y repite, en talla única de pensamiento e imaginación.
Peces solitarios -preciosos algunos- bucean buscándose unos a otros, sin embargo. Por más que se rechace la «talla única» como concepto, en los extremos de la Campana de Gauss, a veces hace un poco de frío. Incluso durante las olas de calor.