Rajoy: Del hostigado político de los recortes al hombre fuerte

La prensa conservadora española ha destacado con júbilo el artículo publicado por el periódico alemán ‘Süddeutsche Zeitung’ sobre Mariano Rajoy y su año de gobierno. Tras tantas críticas -y mofas incluso- de los medios internacionales más prestigiosos, este diario que pasa por ser serio y de tendencia socialdemócrata, habla del «milagro» operado por Rajoy en términos muy elogiosos.

Nuestro amigo Otis B. Driftwood ha tenido la deferencia de traducirlo completo. Vamos a leerlo, merece la pena.

DEL HOSTIGADO POLÍTICO DE LOS RECORTES AL HOMBRE FUERTE

Sus comienzos como presidente de España fueron malos: La economía se contrajo, cientos de miles de personas se echaron a la calle contra la política de recortes. Sin embargo, tras doce meses en el cargo el conservador Mariano Rajoy permanece indiscutido en Madrid; y no sólo por la debilidad de sus rivales.

Ni siquiera el Portavoz del partido gobernante en Madrid, el Partido Popular (PP), afirma que Mariano Rajoy sea especialmente querido por sus compatriotas. Según las encuestas el índice de popularidad del presidente conservador anda alrededor del treinta por ciento. Sin embargo en el PP no se preocupan por ello. Pues sus principales rivales políticos están incluso peor. El líder socialista de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba ni siquiera pasa la marca del veinte por ciento.

Y a Artur Mas, el jefe democristiano del gobierno regional de Barcelona, que exige la soberanía como Estado para Cataluña, la inmensa mayoría de los españoles le desea todas las desgracias de la Tierra porque quiere destruir la unidad de la nación.

Durante las fiestas navideñas del pasado año asumió Rajoy la sucesión de José Luis Zapatero, cuyos partido socialista perdió estrepitosamente las elecciones generales por su desconcierto ante la crisis económica. Rajoy se guardó para sí durante la campaña electoral de qué modo pretendía combatir la crisis. Pero cuando, tras pocas semanas en el cargo anunció un rígido programa de recortes, los medios de izquierda y liberales  Estallaron; la palabra «engaño electoral» surgió en los editoriales.

En verano todo parecía desbordarse

Así de mal comenzó Rajoy. Al principio le ayudó poco que sus ministros informaran del enorme déficit presupuestario, cerca del 9%, que había que reducir para que España no perdiera su solvencia internacional. Los comentaristas de la prensa económica internacional le describían como el capitán de un barco con vías de agua que era arrastrado de forma imparable hacia el remolino de la bancarrota estatal. Los indicadores económicos se contraían mientras que el paro ascendía hasta la cifra récord del 25%. El país aparecía como el niño problemático número uno de la UE.

Cuando en verano cientos de miles de personas protestaron en las grandes ciudades contra el paquete de recortes, a Rajoy le pareció que todo se desbordaba. Los sindicatos anunciaron un «otoño caliente» con una huelga general que pretendía echarlo del cargo. Su respuesta sonaba desesperada: «La mayoría silenciosa de los españoles no ve ninguna alternativa a nuestro programa de recortes».

Por esta frase cosechó Rajoy, a la vista de las masivas manifestaciones, sólo burlas. Sin embargo ahora, al final de su primer año de gobierno, todo parece indicar que tenía toda la razón en su estimación de la «mayoría silenciosa». El movimiento de protesta se ha debilitado y dividido, la huelga general del 14 de noviembre fue un revés para los sindicatos porque a la mayoría le dio bastante igual.

Cómo el reservado Rajoy ganó puntos

A pesar del impopular programa de recortes, el PP de Rajoy ganó sorprendentemente con autoridad en las elecciones regionales de Galicia, en Cataluña ha mejorado ligeramente sus resultados y se ha mantenido en el País Vasco. En la desconcertada oposición y en los medios se analiza cómo el cambio de tendencia ha terminado favoreciendo a Rajoy.

La razón más importante: el escenario de horror no ha aparecido. Aparte de eso, los socialistas (PSOE) no sólo no se han recuperado todavía del batacazo del año pasado, sino que tampoco han presentado ningún concepto de alternativa para salir de la crisis. Al jefe del PSOE Rubalcaba se le considera en el mejor de los casos como un zorro, pero raramente como un líder con autoridad.

Bien es cierto que Rajoy es una figura odiosa para la oposición extraparlamentaria. Sin embargo sus ataques le hacen poco daño a los ojos de la mayoría de sus compatriotas. Para éstos se trata de estabilidad. Su línea personal, que ha encontrado tras los primeros e inseguros meses, se corresponde de manera evidente con estas necesidades.

Es algo totalmente distinto a sus ruidosos predecesores, el conservador José María Aznar y el socialista José Luis Zapatero. A Aznar lo señalaban sus adversarios, no sin razón, como un gallo vanidoso; incluso consiguió llevar a su amigo político George W. Bush a la boda de su hija durante una visita oficial a Madrid, cuya fecha se colocó especialmente para ello. Pero principalmente la política económica de Aznar fue la que llevó a la burbuja inmobiliaria, que al reventar se llevó por delante al país.

Rajoy evita ahora en la medida de lo posible aparecer junto a Aznar. Y a Zapatero, el visionario y tribuno del pueblo caído en desgracia, simplemente ni lo nombra. No se ha dejado llevar por la tentación de imputar los grandes problemas de su gobierno a la política de deuda de su predecesor.

Hacia arriba o hacia abajo ¿Hacia dónde va?

En lugar de eso Rajoy habla sobre la crisis en plural: «¡Nosotros hemos vivido por encima de nuestras posibilidades! ¡Nosotros debemos hacer sacrificios juntos!» El jurista (es registrador de la propiedad) aparenta ser el mayor auditor de la nación, cita ejemplos de cifras como en la escuela secundaria popular (NdT: «Volkshochschule» en el original, algo así como una universidad laboral donde se aprenden oficios, idiomas y otras cosas). Habla un idioma claro sin imágenes emocionales. Tampoco eleva nunca la voz, da la impresión de estar siempre controlado. Si en alguna ocasión y excepcionalmente resulta polémico, lo es contra los separatistas en el País Vasco y Cataluña; y eso siempre llega bien a sus compatriotas.

En sus apariciones el espigado Rajoy encarna la distinción contenida, a través de la cuál los españoles tras su autorretrato se diferencian de otros pueblos mediterráneos. Lleva trajes muy elegantes y es un orador excelente. (NdT: he preferido traducir «Rhetoriker» por «orador» porque no estoy seguro de que signifique exactamente «retórico» en el sentido que entendemos en español. Lo dejo a vuestro criterio). Con habilidad delega la proclamación de las nuevas medidas de ahorro en sus ministros y permanece alejado de las cámaras hasta que la primera muestra pública de indignación ha disminuido.

Rajoy es un ejemplo de gallego típico. Para éstos la pomposidad de los madrileños es igual de extraña que la fastuosidad y prodigalidad de los valencianos. Aunque su partido está una y otra vez afectado por escándalos de corrupción, ni siquiera sus más acérrimos contrincantes insinúan que él pueda estar interesado en su enriquecimiento personal.

Marcados rasgos del carácter de la gente del rincón noroccidental de España con ese áspero clima atlántico son su fría sobriedad y su desconfiada reserva. Y se les repite que nunca dan a conocer sus intenciones. «Si te encuentras a un gallego en una escalera, nunca sabes si sube o baja», dicen los españoles de la costa mediterránea.

De este modo ha conseguido Rajoy, tras doce meses en el cargo, encontrarse como el hombre fuerte en Madrid. Para España no ha sido un buen año, sin embargo el batacazo de la economía está casi detenido. Rajoy dice: «¡Debemos seguir esforzándonos!»

Autor: Thomas Urban

*Thomas Urban, de 58 años, es el corresponsal de ‘Süddeutsche Zeitung’ en España. Su nombramiento debe ser reciente porque ni siquiera figura aún en su biografía. Una vida que arranca en Leipzig, Alemania del Este, de donde huyen sus padres poco después de su nacimiento.  Con numerosos premios y publicaciones, la mayor parte de su carrera la ha desarrollado como especialista en Europa del Este.

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