Democracia oficial vs Democracia real

La democracia oficial anda muy preocupada por si la democracia real provoca algún cambio en el sistema. Con lo bien que funciona «el sistema» para los siete mil millones de habitantes de este planeta, y para el planeta mismo. Con el bienestar y riqueza mundial que ha creado el libre mercado que se regula a sí mismo tan armoniosamente. «La democracia -aseguran alarmados- es la representativa». Hasta una periodista pionera (incluso en mostrar sin tapujos su edad y sus arrugas en pantalla que no es cuestión baladí aunque lo parezca), CHRISTINE OCKRENT, se echa las manos a la cabeza porque el Partido Socialista Francés vaya a elegir al candidato a la presidencia por votación popular. Diría que llega a la desolación ¡Adónde vamos a llegar mon dieu!: “Sean cuales sean los resultados del domingo, ya podemos indicar algunos vencedores y un gran perdedor: el propio PS, su aparato y su ideología polvorienta, que observan con consternación los demás socialistas europeos”.

Tenemos a la gente en la calle en medio mundo y la “Realpolitic” –como gustan de llamarse- se está empezando a inquietar. Las manifestaciones de su desasosiego son múltiples y van desde el clásico “lo bueno es el “Ocupa Wall Street” –si estás en este lado del Atlántico- o “nada como la ola de cambio en el mundo árabe, el 15M español incluso” –si se plantea desde EEUU- al equiparar al 15M con la revolución francesa. Nuestra castiza Esperanza Aguirre fue la más radical al considerar al germen de la civilización moderna con un Golpe de Estado contra la democrática monarquía absoluta de Luis XVI.

Estuve hace unos días en la presentación del libro “Common Wealth, el proyecto de una revolución del común”, de Toni Negri y Michael Hardt. Ambos filósofos postmarxistas andan por Madrid participando en numerosos debates. Una maravilla el acto por cierto donde descubrí, por ejemplo, periodistas de altísimo nivel que no se ven en las ruedas de prensa habituales.

Mantienen ambos que las formas de organización política tradicionales han fracasado: Ni funcionan las privatizaciones neoliberales, ni la gestión pública del Estado. “No existe una salida neoliberal a la crisis, ni en su forma atenuada keynesiana, ni tampoco hay una salida de tipo soviético«, dijo Negri y corroboró Hardt. ¿Dónde está pues? En la gente, en la gestión común de los recursos por “el común” de la gente, podríamos resumir.

Lo estamos viendo. Quien crea que lo que está sucediendo es casual y lo podrá reprimir carece de visión, pero es lo que ocurre en el Olimpo, tan alejado de los mortales. Aunque pueden hacer mucho daño y lo harán sin duda.

 Los primeros en no ver que los tiempos están cambiando son los partidos tradicionales. La democracia oficial. Porque en este panorama convulso, tenemos, mientras, en España a un Mariano Rajoy que llega al poder, tras dos sonoros fracasos electorales, simplemente por autoderrota del contrario, mientras sus huestes -esa derecha casposa que nunca se regeneró-, gritan “¡A por ellos, eoe!” relamiéndose el placer, o la falta de autocrítica y de las ideas revolucionarias que el momento precisa del PSOE de Rubalcaba. A IU que intenta recuperar un paso que perdió por su falta de democracia interna  (común desde luego a todos los partidos viejos), por haber expulsado o ninguneado a grandes valores de la izquierda. Ojalá lo consiga por el bien de España. A EQUO que nace con otros mimbres le ponen, como a todos los minoritarios, zancadillas para que se presente. Una democracia real estupenda, tenemos. Pegada a la sociedad, desviviéndose por ella.

El filósofo norteamericano Michael Hardt –desde la izquierda y como no podía ser de otro modo- se emocionaba con su “Ocupy Wall Street” patrio, aunque ellos mismos citaron al 15M como inspiración, y se han organizado exactamente de la misma forma-. Pero dijo algo muy relevante al respecto: “Lo que me impresionó del 15M fue su rechazo a tener miedo”. En eso somos únicos… cuando queremos.

Llegan tiempos duros pero una marea intercomunicada como nunca antes lo estuvo, estallando cada vez en más lugares del planeta, no se podrá acallar. Su razón de ser está en los hechos que provocan un hartazgo ya incontrolable y esos lejos de cambiar, acrecientan su virulencia. Y, desde España, con el germen de querer luchar contra el miedo.

Creo que no queríamos riesgos e incomodidades, pero nos dejaron solos, su democracia ha fracasado. Para “el común” de la gente. El mundo va a la deriva y algo habrá que hacer, solo y nada menos que regenerar la democracia. El próximo sábado #15-O es el día de volver a decir que estamos aquí. No por gusto, sino porque no tenemos más remedio.

Ilustración: José Rubio Malagón (malagonadas)

Soy un gasto público por Isaac Rosa

El escritor ha reaparecido en Público con esta impresionante columna:

La semana pasada, y les prometo que fue sin querer, me convertí en gasto público. Algo que hoy equivale a decir que eres un peligro público. Entré en un hospital para un asunto menor y acabé recorriendo varias plantas durante una semana. Me convertí en gasto público desatado, un arañazo en los presupuestos, varias milésimas más de déficit.

No me dieron la factura “en la sombra” ésa que ya reparten en algunos sitios, pero si me hubieran echado la cuenta sería cuantiosa, pues fue una semana de barra libre, atención médica a todo trapo, entre pruebas diagnósticas (con esas máquinas carísimas), estancia (a pensión completa, imagínense), tratamientos y tantos trabajadores pendientes de mí (y para colmo eran muy atentos, incluso cariñosos, en vez de limitarse a cumplir con lo mínimo, que el tiempo es oro). Tumbado en la cama, imaginaba que me colocaban sobre el cabecero un contador digital que sumase euros a medida que pasaban las horas.

Y en esto que, mientras estoy ingresado, oigo que Esperanza Aguirre inaugura en Torrejón un hospital 100% privado (“de titularidad pública”; qué consuelo cuando hasta el personal médico está en manos de una empresa). Y mientras recorre las instalaciones, Aguirre ve en cada habitación un juego de sábanas para la cama del acompañante, y exclama eufórica: “Eso es lo que quiero. Que en las públicas la gente esté igual que en las clínicas privadas.”

Me contuve la carcajada no fuera a ser que se me soltasen los puntos y acabase generando más gasto. Aunque en realidad es para llorar. Aguirre quiere (y lo está haciendo ya en los nuevos centros) que los pacientes estemos en manos de empresas cuya prioridad, por mucha propaganda corporativa que hagan, nunca será nuestra salud sino ganar dinero. Que estemos al cuidado de médicos sometidos a presiones laborales, como ya ocurre en algunos centros. Que nos curemos en hospitales donde la factura no quede en la sombra, sino en la mesa de un contable preocupado por gastar menos para ganar más.

Yo lo tengo claro: el trabajo impresionante del personal sanitario (y aprovecho para dar las gracias de corazón a todos los de Vascular, Cardiología y UCI Coronaria del Ramón y Cajal), que mantiene el tipo entre presiones y recortes, hace que vea el deseo de Aguirre como una amenaza, y los tijeretazos presentes y futuros como una declaración de guerra.