Es un aquelarre, una orgía de despropósitos, que el PP ejecuta sin contemplaciones. Como si no hubiera mañana. Como si mañana fuera también un tiempo ya colonizado, que les pertenece. La mayoría absoluta que gentes poco previsoras -es de suponer que a saña dura no fue- les otorgaron se ha convertido en una apisonadora sin frenos que arrasa con todo.
Y contra todos, nacionales y extranjeros, contra la voluntad del 82% de la población, aprobaron este jueves la Ley Mordaza que supone un drástico recorte a la libertad de manifestación en España, un recorte de libertades en toda regla. Es cierto que en un futuro hipotético en el que se restablezca la separación de poderes, indispensable en una democracia, se declarará la ilegalidad de algunos de sus puntos, de su espíritu -espero-, o un gobierno decente la derogará.
Bravo y apoyado, el ministro -del círculo íntimo de Rajoy- tan responsable como él y como el motor del gobierno Soraya Sáenz de Santamaría- no se conformó con eso. Como hasta comisarios europeos han criticado la «legalización» de las ilegales devoluciones en caliente de emigrantes, va y reta así a cuantos ponen el grito en el cielo por lo que está haciendo: «Que me den su dirección y les mando a esa gente«.
Debe ser que a ciertos caracteres pisotear derechos y hacer sufrir les estimula (ya lo dijo Gallardón en su día: «gobernar a veces es repartir dolor»), y por eso se lanzaron sin frenos a meternos el dedo en el ojo, en la inteligencia y en la paciencia.
El sucesor de Javier Rodríguez en la consejería de sanidad de la comunidad de Madrid, un tal Maldonado y médico también, dedicó un rendido homenaje a su antecesor y la bancada popular le secundó con una larga y cerrada ovación. De enmendella nada. Y no contentos con eso, el presidente heredado de la inefable Aguirre, contestó al líder socialista que no abriría los comedores escolares en Navidad porque el problema de los niños madrileños era la obesidad. Con un par de nísperos, si se me permite.
El tipo que preside el gobierno y este ejemplar partido se ha ido a América a decir que la crisis es ya una historia del pasado. Con su desfachatez habitual. Casi cinco millones y medio de parados de los cuales tres millones no cobran prestación. Peores sueldos y pérdida de derechos y seguridades. La deuda pública disparada al billón de euros a causa del fortísimo incremento registrado durante su gestión. Dilapilado el patrimonio por las privatizaciones y aún así sin recursos al punto de saquear la hucha de las pensiones. La confianza del consumidor cae 3,2 puntos y la demanda eléctrica es un 9% inferior a la de 2008. Entre otros muchos indicadores.
Uno de sus más descarados órganos de propaganda, RTVE, soltó ayer un «pero» demoledor, según advirtió el periodista Juan Tortosa. Es un inmigrante, sin trabajo, que devuelve dinero perdido. Un emigrante «pero» persona honrada. Mucho más que quienes en mi antigua casa propiciáis esto.
Ayer, en una consulta abarrotada, salió un médico y se estableció una pequeña charla sobre los recortes: «Huy, con otros será peor», dijo. Un médico, como los JavierRodriguez y Maldonados de turno. Lógicamente, le argumenté alguna cosilla. La sala, llena de esas «mayorías silenciosas» que adora Rajoy, evidenciaba querer desaparecer para no tener que pronunciarse. Y entonces una viejecita sentada a mi lado, puede que cercana a los 80 años, le dijo al médico: «Pues yo lo quiero ver». Y me sonrió cómplice. Fue la luz en el día.
Un PP sin freno, a ver si es camino a desaparecer de nuestras vidas.