Cólera y desencanto

 Un artículo mío, hoy, en Público. De nuevo afloran sentimientos ante la situación que vivimos, pero con la esperanza de que -racionalmente- podamos reconvertirlos:

La búsqueda egoísta –y extrema– del bien individual como motor de progreso y democracia ha revelado fallos insostenibles, materializados en un profundo desequilibrio social que cada crisis acrecienta. O en el aplastante poder decisorio de una cúpula que no ha sido elegida por los ciudadanos. Estalló como revolución burguesa y con la libertad, la igualdad y la fraternidad por banderas. Contribuyó a alumbrar el laicismo que organiza la sociedad independientemente de las confesiones religiosas. ¿Qué queda hoy del viejo liberalismo?

  Los problemas de España, los de Grecia, los de Europa, los de la sociedad mundial, se libran en pisos sin ventanas de un edificio inestable que resta perspectiva al ciudadano anónimo para enjuiciar la situación. Aun así, puede ver y palpar, si quiere, desde un desigual reparto de nutrientes y severas dietas económicas, a la más arbitraria atribución de responsabilidades por la crisis. Y tampoco se equilibra el sistema. Ese que nos lleva a engullir, como natural, que más de 4.000 millones de personas –la mayoría de la población–, malvivan o incluso mueran literalmente de pobreza.

El “sistema” obliga a tomar medidas al poder político y la democracia no parece disponer de capacidad para atajar sus abusos. En febrero, una cena en Nueva York reunió a los gestores de los mayores fondos de inversión de alto riesgo, los hedge funds –espoleta de la crisis–. Les congregaba urdir un plan para depreciar el euro. Por primera vez, que recordemos, los comensales hicieron declaraciones públicas: “Esta es una oportunidad para ganar mucho dinero”, aseguró a Wall Street Journal Hans Hufschmid, antiguo ejecutivo de Salomon Brothers y actual directivo de GlobeOp Financial Services. Y… la moneda europea ha bajado su cotización frente a la norteamericana.

Jacques Juliard, periodista e intelectual francés, advertía entonces, en Le Nouvel Observateur, sobre las consecuencias de un naufragio del euro: “Cascada de quiebras comerciales e industriales, desbordamiento del paro, ascenso de regímenes populistas o dictatoriales”. Concluyendo: “La factura de la crisis de 1929 fue la II Guerra Mundial. Aprisionada entre Al Qaeda y Goldman Sachs, dos amenazas diferentes pero complementarias, la democracia tiene el deber de poner los medios para defenderse”.

El “sistema” suele saldar las recuperaciones de sus más graves tropiezos con la merma paulatina del empleo, el poder adquisitivo y los derechos sociales en los países desarrollados, e incrementado las ganancias de las empresas que sobreviven en este cruel Monopoly jugado en escenarios reales. Hay un dinero privado que no entiende de obligaciones fiscales o patriotismo, si encuentra mano de obra barata (tercermundista o local), u osadas fuentes de especulación e influencia.

Los ciudadanos comienzan a sufrir un drástico ajuste –que afecta a sus vidas– por la crisis que no provocaron. Los españoles ya perdimos un 4% del poder adquisitivo de nuestros precarios sueldos en la década 1997/2007 –la del milagro económico–, según datos de la OCDE. Hoy, el descenso nos sitúa cuatro puntos por debajo de la media comunitaria que incluye a los mal pagados países del Este, en estadísticas de la Comisión Europea. Y, ni aun así, somos ya competitivos. Ni asalariados, ni autónomos. Basta pasear por uno de los innumerables centros comerciales para leer en las etiquetas: fabricado en Marruecos, en Bulgaria, en India. La variable china, con su inmenso mercado de trabajo, introduce un elemento nuevo en esta crisis. Cualquier empresario sabe que puede pagar 50 o 60 euros al mes en lugar de 600 o 1.000 en España.

Seguir la senda que nos ha llevado al desastre parecería la decisión más errónea. Pero no sólo persistimos en ella, sino que brindamos la más amplia colaboración. Los grandes autores de ciencia ficción anticipatoria no osaron imaginar una sociedad de individuos entregado al consumismo voraz, encandilados con su botín, pero arriesgando su propio dinero y su estabilidad. Más dependientes y vulnerables, por ello, que los epsilones de Huxley con todas sus necesidades materiales cubiertas. ¿Quién induce tal ceguera? Otra neolengua, como la que ideó Orwell, logra ya anular el pensamiento crítico, el gozo de pensar y decidir. Y, paradójicamente, en aras de una libertad quimérica.

Desencanto, pesimismo, desconfianza, cólera, peligrosos gérmenes de potencial violencia indiscriminada crecen, sin embargo, en la sociedad. No era el objetivo al delegar nuestra soberanía. Abandonado por los políticos a quienes entregó su mandato, el ciudadano (mentalmente adulto) sabría qué hacer: vaciar la casa, airearla, limpiarla a fondo, pintarla, planificar una nueva ordenación que erradique los agujeros por los que escapa el dinero y la capacidad de gestión. Y, desinfectando cada objeto, volvería a colocar lo necesario para vivir adecuadamente. Todos.

Más democracia y devolver al individuo la fe en sí mismo y en la búsqueda del bien común, recuperando su papel y su dignidad, se perfilan como caminos positivos. En periodismohumano.com, Sam Daley-Harris, premio Nobel de la Paz, aportaba estrategias básicas: “Dejar de pensar que no hay soluciones. Dejar de pensar que no importa lo que hagamos. Dejar de pensar que puede que haya soluciones, pero que no dependen de mí. Dejar de actuar en solitario. Buscar a otros, buscar un grupo”. Una sociedad global y más intercomunicada que nunca posee el poder de regenerar a cualquier poder.

La «neolengua» te ayuda

Noqueados y eternamente sorprendidos por los males que tanto avisan, muchos ciudadanos no parecen advertir cómo se ha implantado la “neolengua” en nuestras vidas. El término lo creo George Orwell, en su libro 1984, escrito en 1949, en los últimos momentos de su vida. Un tipo estupendo, escritor y periodista, que murió joven, tras haberse implicado incluso en la Guerra Civil española.

  • Algunas características de la Neolengua de Orwell:

La simplificación del lenguaje. Y eso que no se habían inventado ni los SMS, ni el twitter, ni el programa 59 segundos.

Eliminar algunas palabras para eliminar el concepto. Cita en concreto la libertad. “Para evitar que la población desee o piense en la libertad, se eliminan los significados no deseados de la palabra, de forma que el propio concepto de libertad política o intelectual deje de existir en las mentes de los hablantes”. No hay palabra más manoseada y alterada en nuestros días que libertad.

Sólo queda la vieja lengua para actos elementales (comer, beber, andar), el resto se reedita, quitándoles significados potencialmente peligros: malo ya es nobueno.

  • Si Orwell levantara la cabeza no creería hasta qué punto su premonición se cumplió. Por eso se hace necesario traducir al viejo idioma algunos conceptos hoy de uso común:

Rumor = noticia, hecho incontestable.

Mercados = Seres de carne y hueso, con nombres y apellidos, que especulan con la vida de los ciudadanos, en nombre del capitalismo. Los que mandan.

Capitalismo del siglo XXI = Todo para mí y sálvese el que pueda. Gobiernos elegidos democráticamente al servicio del capital (de unos pocos).

FMI = instrumento fundamental del capitalismo para perpetuar el sistema.

UE = burocrática sucursal europea del FMI.

Reforma laboral = congelación o bajada de salarios (aunque como en Grecia, Portugal y España sean los más miserables de la UE anterior a la ampliación al Este), despido sin indemnización o reducida, merma (por el momento) de las pensiones.

Libertad = instrumento del que dispone quien disfruta de dinero y poder y se niega a los demás. Excusa para las mayores arbitrariedades.

Miedo = Arma de los poderosos para someter a la población.

  • ¿Cómo se logra que los grandes conceptos sean engullidos a manera de pollos enteros a tragar de una vez? Adiestrando en cómo tragar los pequeños:

Tolerancia cero = intolerancia que no moleste.

Sensación térmica = El termómetro marca 11 grados, pero Vd siente 4, exactamente. No importa si ha comido fabada o un zumo de vegetales. Exhaustiva explicación con mapas, gráficas y datos, que no se emplean para informar a los ciudadanos de los movimientos de la Bolsa, o de las causas de la situación económica.

Y más:

Tecnico en Hidroconducciones sanitarias = fontanero

Unidad de transporte colectivo= autobús

Alzamiento de bienes = despojar a alguien de sus pertenencias desde un despacho y, normalmente, sin violencia física.

Sacar de contexto = echar la culpa a otro de tu metedura de pata.

Recogida de beneficios = pastón que entra en las arcas de los bancos y grandes empresas.

Falta de Liquidez = Ruina

Suspensión de pagos = No hay más dinero para personal o acreedores, otra son mis cuentas en Suiza.

Otras, en anterior entradas.

  • Y un par muy importantes:

Historia = versión neocon española en la Biblia wikipédica, tertulias neocon, ruedas de prensa de políticos mediocres, desinformados, y manipuladores, que cada día reescribe los hechos. Último ejemplo: el que atribuye al socialismo griego (y por extensión al español, portugués y británico) la ruina económica que ocasionaron las políticas liberales.

«Equidistaní» = Persona inculta y desinformada que entre dos «versiones», la realidad y la mentira manipulada, elige la que más le gusta, creyendo que así es «objetivo».

Y un ejemplo gráfico de las consecuencias de la neolengua actual y explicación de la reacción ciudadana ante sus problemas, los suyos, no los de quienes se los han organizado:

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