Mundos paralelos

No me preguntéis por qué pero ya es tradicional que me encuentre en medio de todos los fregados. Amanezco en metro desde la estación de Sants en Barcelona a la Plaza de Espanya, y me topo con los estudiantes protestando ante el Congreso de Móviles. El metro sería cerrado poco después en ese punto. Enorme despliegue policial. Mi escueto móvil (casualmente) apenas capta, al fondo, las impresionantes tanquetas con sus luces azules girando.

Poco tiempo para descansar y llegar a tiempo a la presentación de La energía liberada en Barcelona. La primera sorpresa en el impersonal hotel es que hay una señorita rubia sentada en una mesa a la salida del ascensor en mi planta. Igual que ocurría en los hoteles del Moscú soviético. Ésta no pregunta ni fiscaliza nada: está para ayudar. Y tanto que me consigue un cargador de móvil que he olvidado. Pero es la primera vez que veo en España tal cosa. Hay también un guardaespaldas. No alguien de seguridad, pinta como digo.

La habitación helada. Pongo la calefacción pero sale más helada aún. Me persigue el duende del frío en los hoteles. Me explican que durante el festejo de los móviles ponen refrigeración el lugar de calor y me suben una manta. Estupenda, eso sí. Me cobran por un cortado en la cafetería 3 euros. Me preguntan si soy cliente del hotel.

Estoy metida en un mundo encapsulado, mientras la vida se manifiesta fuera. Cuando salgo los ejecutivos extranjeros fotografían… precisamente el despliegue policial. E imagino que palos como estos que circula por Internet. Ay, con lo que les preocupa la imagen de España.

Al acto acude muy poca gente (confluyen dos manifestaciones y un encierro estudiantil al mismo tiempo). Pero es de un enorme nivel. Rosa María Calaf está tan indignada como yo -y puede que aún más- con el periodismo actual y su dejación de la responsabilidad de informar sobre lo que la gente debe conocer debidamente contextualizado. Gerardo Pisarello horrorizado por el poder que nos aplasta que mi libro –dice- explica. Jordi Borja es un fascinante hallazgo de brillantez e ironía. Yo me refiero sobre todo a que sólo los ciegos no ven el estallido social que están provocando. O  algo así. Nos falta Ángels Martínez Castells convaleciente de, entre otras cosas,  los efectos de los recortes en la sanidad catalana (menos mal que ya mejora). Los espectadores preguntan con tino, espantados también de lo que nos está ocurriendo. Nos solidarizamos con los estudiantes. Esa realidad que los voceros de la derecha retratan así:

En el desayuno me saludan con un “Good Morning” y vuelven a preguntarme si soy cliente del hotel. Un desangelado y enorme comedor me ofrece una profusa muestra del estilismo de los ejecutivos de móviles: todos van vestido de negro o tonos muy oscuros, hombres y mujeres. Alguno lo alivia con blanco, una camisa por ejemplo.

Intento disipar mi cansancio subiendo a la terraza que ofertaban “con maravillosas vistas”. El acceso parece ser por escaleras de servicio. Allí me encuentro un mundo: tres plantas para suites y salas de reuniones privadas. Todos hablan en inglés. Pregunto al personal del hotel presto a atender cualquier eventualidad de los angloparlantes cómo acceder a la terraza. No saben. ¿Cómo es posible? Son contratados por obra, no saben ni dónde están. En la cápsula.

Una chica se acerca resoluta…

-¿Es Vd. cliente del hotel?

-¿Por qué me lo preguntan tanto? ¿No voy vestida de negro y no “parezco” clienta de este hotel?

Entonces me explica que no se puede acceder a la terraza porque está alquilada “por el cliente”. Y así me entero que Microsoft ha alquilado todo el hotel completo, el Catalonia Plaza. El cliente quería frío para sus procesadores. El cliente no permite usar todas las instalaciones ¿Por qué diablos me vendieron a mi una habitación de oferta además? ¿Quién? ¡ muchoviaje.com! ¿Quién podía ser si no? La cogí hace tiempo.

En la entrada de Sans, un niño corre entusiasmado tras unas pompas de jabón que le produce su madre con un viejo aparatito manual. Redondas como mundos. Paralelos. Parece no importarle que se deshagan: mamá sabe hacer más.

La lucha por la dignidad no mucho más allá es lo único real. Aunque también lo es, en alto grado, el universo de losas negras que conforman el 1% de la población cuya cadena de desmanes diarios no parece tener fin. Leer hoy las hazañas del PP y su prima la UE, sólo de este día, dan ganas de llorar. Temo que el hartazgo que están produciendo no se desvanezca como las pompas de jabón y produzca serias heridas. ¿Hasta dónde llegará su prepotencia y (lo que es si cabe peor) su ceguera? Mundos paralelos… aunque unos encima de otros.