«Me equivoqué. Lo lamento pero es así. Me equivoqué al mantener la confianza a alguien que ahora sabemos que no la merecía», así ha saldado Mariano Rajoy sus explicaciones sobre el ex tesorero del PP. Las cuestiones que iba a esclarecer «para calmar la intranquilidad de los ciudadanos sobre la corrupción».
Altanero pero leyendo una vez más su discurso -con atropellos en las palabras, con la entonación en las preguntas que se hacía propia de un niño en curso de aprendizaje-, ha anunciado que no iba a apoyarse en el “y tú.. (lee) más”, pero no ha hecho otra cosa. El problema no es Bárcenas, sino que se hable de ello. Ha tardado 25 minutos en entrar en materia. Previamente ha hecho un amplio discurso de propaganda política sobre economía, obviando datos fundamentales y ha asegurado: “Señorías, estamos a punto de salir de la recesión”. Según él, los mercados han recuperado su confianza en España, pero ésta se merma por la irresponsable actitud de la oposición y de la prensa que hablan de Bárcenas. Le ha dicho a Rubalcaba que utilizar la moción de censura es “un fraude de Constitución”. Por eso comparecía «a petición propia» para cortar “el mal que ya se ha causado al país y a la confianza de los ciudadanos”. Por difundir lo de Bárcenas, no por otra cosa. La bancada aplaudía sin cesar.
Rajoy no se enteró de la perversión de Bárcenas hasta hace 4 años, aunque haya estado 20 en el partido. Entonces fue cuando simplemente empezó a sospechar. Ha vuelto a mentir sobre la vinculación de Bárcenas con el partido que ha estado en su nómina hasta hace bien poco, y ha sido consolado con sus SMS hace cuatro días. Ni siquiera se plantea que -de ser creíble lo que dice- un país pueda ser gobernado por personas que «no se enteran» de la corrupción de su gerente y tesorero. No sé si confía en la imbecilidad de los votantes que aún mantiene.
Ha admitido el pago de sobresueldos y complementos, declarados a Hacienda, naturalmente. ¿Se ha hecho? «sí, como en todas partes, es de justicia«. Con total desfachatez le parece justo superar ampliamente lo que fijan los sueldos públicos con regalías, mientras empobrece a la sociedad española, ataca su sanidad y su educación, o merma su futuro cercenando la ciencia y la investigación. Mientras invita a irse a los jóvenes que ostentan la cifra más alta de paro de la UE.
Como ya destaqué en otras intervenciones de Rajoy, ha vuelto a identificarse él mismo con el Estado de Derecho, al hablar del «chantaje» que le hace su colaborador Bárcenas, como si lo fuera al Estado. Se ha situado como víctima, aludiendo incluso “a los peores tiempos del fascismo”. Como muletilla ha usado en numerosas ocasiones la frase: fin de la cita. Pues eso, fin de la cita. “No cabe pensar que un presunto delincuente no vaya a eludir su responsabilidad por cualquier medio”, ha dicho. Cierto. «El acusado tiene derecho a mentir, a traspasar su culpa a otros» Parece ser. Fin de la cita. De la cita que tiene con todos los españoles porque si este país fuera serio no permitiría que Mariano Rajoy siguiera ni un día más en La Moncloa.
Pero no quiero terminar sin mostrar un vídeo. Las evidencias de las mentiras de Rajoy son sobradamente conocidas. Las ha contrastado con su discurso Nacho Escolar en este jugoso artículo. Prefiero recordar también su iniquidad. Hoy resulta muy ilustrativa.