Valiente y documentada tribuna en El País de Emilio Sánchez Ulled, presidente de la Unión Progresista de Fiscales y fiscal Anticorrupción en Barcelona.
Apenas falta un aspecto por analizar. Entresaco algunos párrafos:
«Hemos asistido al afloramiento de repugnantes ejemplos de corrupción pública, germinados en esa zona en la que confluyen el desarrollo de las políticas públicas y la actividad económica privada, zona que corre el riesgo de convertirse en una auténtica ciénaga. Con ejemplares endémicos de sapos, claro.
El desconcierto se acrecienta ante la reacción de las fuerzas políticas cuando alguno de sus responsables es investigado: deslegitimación de la investigación atribuyéndola a oscuros fines conspirativos, ataque personal a los investigadores y, por si fuera poco, indiscriminado cuestionamiento de las instituciones de persecución penal así como de los instrumentos de investigación, sin importar el perjuicio que ello puede generar en la lucha contra el crimen en general y el organizado en particular. No es una conducta novedosa. Encontramos ejemplos extremos en la Italia de Il Cavaliere: reformas legales destinadas a restringir hasta la inoperancia práctica las intervenciones telefónicas, en cuanto éstas han puesto en apuros al gobernante; persecución infamante de fiscales y jueces activos en las investigaciones de la corrupción gubernamental; recorte de los plazos legales de prescripción de los delitos de cuello blanco».
(…)
«El perjuicio directo que los comportamientos corruptos causan al interés social es enorme: rapiña de los fondos públicos; alteración del mercado; descontrol de la economía especulativa; urbanización salvaje (agravada en este caso por una excesiva concentración en el nivel municipal del poder decisorio sobre el suelo sin un correlativo incremento de los controles externos); daño medioambiental; lesión de los derechos de los más débiles en las relaciones socio-económicas (trabajadores, inmigrantes, pequeños ahorradores). Y, siempre, el torcimiento del buen gobierno.
En este caldo de cultivo pueden producirse también consecuencias indirectas, sociológicas si se quiere, pero igualmente nocivas: apatía ciudadana ante la democracia, facilidad para la infiltración mafiosa, e incluso el surgimiento de liderazgos populistas que con recetas falaces y demagógicas se presentan como la solución a los miedos sociales».
Advertido y diagnosticado, el problema, los problemas, sigue su curso inexorable.






Eliecer
/ 9 diciembre 2009Sólo una cuestión que me empieza a parecer preocupante, “reacción de las fuerzas políticas cuando alguno de sus responsables es investigado”. Francamente la única fuerza política que apuesta al 100% por esta reacción es el PP, entiendo que los políticos caen gordos, se han convertido en una clase social a parte, con sus prebendas y privilegios, ajenos totalmente a la realidad de las personas a las que representa. Pero ya basta de meter a todos en el mismo saco. Entendiendo que es necesaria que exista una alternativa al poder, pero el PP es un cáncer en la democracia y en el país, sólo cree en una y otro cuando conviene a sus intereses. Es populista y demagogo en los asuntos claves para la convivencia pacífica, tiende a radicalizar a sus adversarios. Demoniza a sus enemigos y adoctrina a sus bases, a través de medios de comunicación afines, en el odio político. Por eso empieza a cansarme que para criticar las peores actitudes de este partido se critique a todos los demás.
Galgo de Casalarreina
/ 9 diciembre 2009La corrupción es el mayor daño que se le puede hacer al sistema democrático y sirve de punta de lanza para el florecimiento de elementos roji negros totalitarios.
La política es servicio, no un cómodo modus vivendi.
La política está reservada para los mejores, no para el enriquecimiento o el salario seguro para los mediocres entre los mediocres.