Periodismo ¿Qué hemos ganado?

He vivido estos días una curiosa experiencia: viajar al pasado, incluso a un cuarto de siglo atrás y más. Bajé del altillo el viejo vídeo Beta y dos cajas de cintas. Y hasta que feneció –quizás por el largo desuso-, he estado buceando en un tiempo que permite aportar una perspectiva de cómo muchas cosas se han ido gestando. Especialmente el periodismo, en particular la televisión.

Recuerdo entonces cómo nos concedía una entrevista para Informe Semanal, un ministro recién defenestrado, caliente aún su bilis. Entrábamos en las cárceles y nos hablaban los delincuentes, abogados, jueces, expertos. Ciertamente, todo el mundo nos atendía. Políticos, catedráticos, el más famoso entre los famosos… que tuviera algo qué decir. Y lo que se denunciaba tenía repercusión. Disponíamos de tiempo, además. Las intervenciones en un reportaje podían durar un minuto, dos, no 10/15 segundos como ahora. Técnicamente, la imagen resulta hoy arcaíca, con moho, en muchos casos, no en todos. Mis mínimas posibilidades de edición no me permiten en este momento mostrar los ejemplos que me gustaría.

España ha cambiado mucho. Veo una ejecutiva del PSOE, en no sé qué crisis, y todos, absolutamente todos, son hombres. En realidad, en todos los partidos, consejos de administración, gradas de los estadios de fútbol incluso, sólo se veían hombres, como ahora en los países musulmanes.

Rescato un programa de La Clave, aquel lugar imprescindible al que acudían políticos de primer nivel, expertos de primer nivel de aquí y extranjeros, y ni un «tertuliano«. Para hablar con toda calma, con toda profundidad. No se había inventado aún el discurso de píldoras que consagró desarrollar una idea en 59 segundos.

José Luís Balbín trata en esta ocasión una de sus obsesiones: mantener la privacidad. Y allí me encuentro a un señor del PP, García Margallo, indignadísimo porque en España se iba a implantar… el NIF. Él y su partido «se oponían radicalmente» -eso sí permanece inalterable-. Por esta informatización de los datos, aumentaba el control y se avecinaba una intolerable persecución fiscal. Los ingresos debían venir… reduciendo el gasto público. Lo peor es que un experto aseguraba que fichar con más datos a los ciudadanos era “ir contra el mundo moderno”. Resulta casi doloroso ver los derroteros que ha tomado la “persecución” fiscal, y… el control de la sociedad.

Otro reportaje –que me costó sangre, sudor y lágrimas, que ni siquiera leí en protesta por las presiones recibidas- habla de la puesta en marcha de la LODE. Dos años de recursos del PP, 3 marchas sobre Madrid con Iglesia católica incluida, récord de enmiendas en el Senado, 16 meses en el Tribunal constitucional que se pronuncia… a favor. ¡Adónde íbamos a llegar! ¡La democracia jamás se había encontrado con semejante reacción de rechazo! Y total se trataba de implantar la educación obligatoria y gratuita hasta los 14 años, arbitrar que los colegios concertados recibieran subvenciones y no cobraran a sus alumnos o crear la figura del Consejo Escolar con amplia participación de padres y profesores en la educación.

Y ahora quiero que prestéis atención a este breve fragmento. 1990. Matanza de Puerto Hurraco. Un reportaje del que estoy «casi» muy satisfecha. El montaje de urgencia, en dos cabinas, y terminado a la hora de emisión, me cuela al comienzo un vergonzoso regodeo en el dolor. Ése es el «casi«. El resto trata de buscar causas. Y lo que he seleccionado es lo que me llamó poderosamente la atención. Acababan de echar a andar las televisiones privadas, fue su puesta de largo.

La matanza de Puerto Hurraco tuvo un responsable fundamental: el aburrimiento. Pero allí estalló la competencia por cazar el máximo bocado posible al “pastel publicitario”, ése que en España es “como para una boda”, dado que somos el tercer país del mundo en impactos publicitarios. El editor de Informe lo vio enseguida, en el acto, por eso se ensañó con las imágenes de dolor del comienzo. El festín había comenzado. Luego vendría Alcasser y todo lo demás.

Asisto a reuniones de jóvenes periodistas, a sus debates por todo tipo de medios. Les preocupa su futuro, en demasía “el modelo de negocio” y si tendrá mejores resultados en web o en papel -debo reconocer que esa disyuntiva ha llegado a saturarme-. Y todo se resume en bien poco: hay demasiados periodistas, como hay demasiados tenderos, fabricantes de coches y de todo lo que se venda. Las empresas periodísticas también tienen la vista puesta en “la venta”. Ése es el problema esencial.

¿Qué hemos ganado con la supuesta pluralidad? ¿Ampliar los jugadores en busca de negocio? Ni siquiera. ¿Defiendo los monopolios? No. Además eran inviables ya entonces con la comunicación por satélite y después con Internet. Lo que sí sé es que algo se hizo muy mal, porque la ciudadanía estaba mejor informada que ahora con la masificación. Que lo uno llevó a lo otro y que no hay más voces para cumplir el derecho y la necesidad social de la información. Sólo hay más grupos y personas buscando de qué vivir de una forma que al menos les satisfaga humanamente. Pero buena parte de ellos sólo encuentran frustración. Y mucho miedo al futuro, en el mejor de los casos. Puede que la mayoría estén tan perdidos como el resto de la sociedad.

Gran parte de lo que está ocurriendo en España y en el mundo se debe a la deriva tomada por periodismo, al hurto de la información, no deliberado en todos los casos. No es de recibo que haya más periodistas que vecinos en un suceso ¿verdad? ¿Alguien me puede explicar qué hemos ganado? Éste fue el comienzo. Lo repito

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