«Defendíamos lo que está bien
Luchábamos por razones éticas
Aprobábamos y derogábamos leyes por razones éticas
Hicimos la guerra contra la pobreza, no contra la gente pobre
Nos sacrificábamos. Nos preocupábamos por nuestros vecinos
Construimos grandes cosas
Hicimos tremendos avances tecnológicos
Exploramos el universo
Curamos enfermedades
Y cultivamos los mejores artistas del mundo
Y la mejor economía del mundo
Tratamos de alcanzar las estrellas
Actuamos como hombres
Cultivamos la inteligencia, no la menospreciamos
No nos identificábamos por a quién votamos en las últimas elecciones
Y no… no nos asustábamos tan fácilmente.
Fuimos capaces de ser todas esas cosas
Y de hacer todas esas cosas…
Porque estábamos informados».
Este es el impactante inicio del primer capítulo de “The Newsroom”, una serie norteamericana (no emitida aún en España) sobre la lucha por hacer periodismo, por lograr una sociedad informada. Y no sin dificultades, claro está. Es demasiado jugoso el negocio, aunque se esté hundiendo en su propia trampa.
Un capítulo que se inicia con el debate político habitual en presencia de un periodista auténtico. Y quizás de otro, el moderador, que busca respuestas e inquiere como no estamos acostumbrados aquí. La tragedia, una vez más, es peor en España. Hasta los medios de información extranjeros lo resaltan: la Agencia británica Reuters dice que el periodismo español ha perdido colmillo. Muy benevolente pensar que en los últimos años lo tenía.
Ficción literaria, utopía, pero con realidad al fondo, con amor a una profesión de servicio a la sociedad. El periodista invitado arranca en una declaración impresionante ante la pregunta estúpida de una joven. Una de tantos jóvenes, maduros y viejos estúpidos que hoy pueblan nuestro mundo. ¿Es suya toda la responsabilidad?
¿Cómo es posible que cada día nos despertemos con nuevas afrentas a nuestros derechos, a nuestra inteligencia incluso, y la sociedad en su conjunto siga bajando la cabeza y aceptando lo que le echen? ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo?
Porque no están informados. Porque están en realidad desinformados. Una larga labor de disuasiones en el entretenimiento, en la infantilización, en los falsos debates donde –sin datos- apenas se deja otra opción al ciudadano que elegir la de aquél que “más le gusta”, en la selección calculada de presuntas noticias, en la manipulación, en el miedo… a algo peor. ¿Qué hay peor?
Pero aún lo seguimos intentando. Desde distintos puntos del mundo, se sigue luchando por el periodismo de verdad, dado que en estos momentos es más vital que nunca para la sociedad. En esta alocada carrera por destrozarnos, por aniquilar el sistema que teníamos, no hemos llegado ni a la mitad del camino previsto. Caemos ya por un precipio y cada vez se acelera más la velocidad a la que solo espera el impacto en derrota.
No es labor de llaneros solitarios, sin embargo. Échadnos una mano. Colaborad en buscar noticias siquiera apartando la maleza de tanta basura. Apelad a los periodistas en activo que aún queden, que aún quedan, con un mínimo de dignidad.





