La modernidad

La ultraderecha mediática está desatada profiriendo durísimos y hasta soeces insultos contra los andaluces que no han dado al PP la mayoría absoluta como habían planeado y apoyado. Lo que se lee, escucha y ve -aunque no quiera uno-, en portadas y columnas de colaboradores, en espacios de radio y televisión, es de tal calibre que algunos de sus autores deberían ser inhabilitados para la comunicación pública. Lo peor es que este gobierno se muestra muy próximo a esa ideología que le sustenta en buena parte de los medios.

Ocurre –y eso es lo más suave que les dicen- que los andaluces en bloque, atrasados e incultos, no entienden “la modernidad”. Y es que, en esta temporada del siglo XXI, “se llevan” los “revivals” de toda la historia de la Humanidad.

De la Edad Media vuelve el que los siervos costeen las pérdidas de los señores feudales cuando deciden hacer lo que les viene en gana en uso de sus más altas atribuciones.

De la preindustralización el esclavismo laboral con despidos arbitrarios, cambios de horario o rebajas de sueldo al arbitrio del amo.

De la tradición española más arraigada, la “picaresca” impune. Es decir, robar a manos llenas las arcas del país sin que tenga consecuencias. A los Quijotes que intentan imponer justicia se les tilda de locos o se les aparta por inhabilitación. Agradecidos deben sentirse por no dar con sus huesos en la mazmorra o el exilio como sin ir más lejos les ocurrió a los hoy afamados impulsores de la Constitución de 1812. Y eso que fueron tan “modernos” como nuestros gobernantes actuales, dicen ellos.

Del franquismo se ha rescatado prácticamente todo: la propaganda y la manipulación de masas a la cabeza, ahora multifocal, y con mucho entretenimiento. Y el “como dios (no sabemos cuál) manda”. El paternalismo. El considerar a los súbditos de la autoridad competente tarados mentales. El poder incuestionable de las élites. Se llevan también los cortijos, las prebendas, los nepotismos y enchufes de los miembros de la casta. La obediencia y la represión de la disidencia.

Vuelve con fuerza la educación y la sanidad de calidad solo para los ricos que pueden pagarla. La sustitución de la ciencia por la creencia. La cultura de la superficie costeada por los mecenazgos que tanto éxito tuvieron en su día, cuando no existían los Estados. La penalización de los derechos de la mujer, la violencia de género a soportar “en el entorno familiar”.

La familia, precisamente, como colchón de ayuda social dado que la inversión pública en esa materia -que ya estaba a la cola de Europa- sufre aún mayores recortes. ¿Qué mejor que la familia para echar mano de los ahorros y ayudar? Aunque  empieza a ser un problema porque lo que realmente está en boga en España es el paro e incluso que todos los miembros del clan consanguíneo  carezcan de ingreso alguno por seguir los dictados del desempleo. Algo poco elegante sin embargo porque, ahora, quien no encuentra trabajo es «un vago»: solo «están al día» los emprendedores.  Queda la mísera pensión de los abuelos ya en los talleres de Alta Costura para ser remodelada

Triunfa el nacionalismo español que traga carros y carretas de potestades superiores, la bandera y hasta comienza a ser tendencia la vistosa peineta local con mantilla, la corbata y el traje, y cualquier atuendo caro. La zapatilla y la ropa cosida en explotación en los países menos desarrollados para los no pudientes. Estudiar – de hecho- chino, ser chino en derechos y libertades. Lo más chic hoy es combinar la ignorancia con la sumisión.

Uno ha de estar a la moda, se impone ser moderno como el que más. Abrazar la cultura de los tiempos y no desentonar. Los diseñadores ya preparan nuevos lanzamientos ¡atentos para no perder el carro de la Historia! ¿Los andaluces? No tienen la menor idea de modernidad, aunque la disfruten irradiada desde los grandes centros de decisión. Como todos los demás atrasados, palurdos y analfabetos carentes de estilismo fashion way of life.

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