Soltera y sola en la vida el día de San Valentín

Me vais a perdonar que hoy cambie radicalmente el sentido del post. Una es tan humana como los demás y este fin de semana viene demasiado cargado de amenazas a la integridad emocional. Es San Valentín. No soy la única que se siente afectada:  en mi sin igual twitter –no sabéis con que gente tan maja lo comparto-, contemplo a veinteañeros desolados porque se van a perder el evento. No tienen pareja. Todavía no han aprendido que “la de la vida”, como toda las salsas, viene con fecha de caducidad.

Descubro que los comercios ya han establecido su propio “logo” –que no falte un logo- para la conmemoración. Y asalta como un disparo directo al ojo. Y luego están las cenas románticas, las flores –que tengo cerca varias floristerías-, las canciones, las películas. Anoche mientras mis amigas salían a celebrar el carnaval –que ésa es otra-, vestidas de cariocas invernales –quiero decir con ropa, mucha ropa, no como en Brasil-, zapeé por los canales de cine. Y sí, no estaban dispuestos a dar tregua. ¡El príncipe de las mareas!, ni siquiera es mi favorita para llorar y la sé de memoria, pero me quedé. Me quedé a ver al atractivo Nick Nolte –antes de que supiéramos su pasión por el alcohol- y a la pobre Barbra Streisand a quien no le sale una a derechas. Porque pase perder a Nick Nolte pero ¡a Robert Redford! “Tal cómo éramos” (del certero Sydney Pollack ), me sacude más con aquella inolvidable frase: “Es que eres demasiado intensa”.

Cuando mis amigas no se visten de cariocas, bucean –a veces- por portales de encuentros. Sin resultados en general. Los hombres de nuestra edad buscan mujeres mucho más jóvenes –en España no más arriba de los Pirineos en general-. Y, si quedan con ellos, no les gusta verse en el espejo de sus arrugas. El encuentro se diluye en gaseosa. Y no solo por esa razón. A una amiga le separó del caballero enamorado como un colegial en tres días, el Caso Gürtell. Como lo oís. Fue él quien desapareció ante la elegante objección de ella a su proclama conservadora y complaciente con la corrupción.

Así que anoche probé yo también. Se despliega el menú disponible y eliges características. A la carta. Pinché 16 páginas de señores, a razón de 6 por hoja (casi un centenar de hombres).  Y, en efecto, con 55 años, las buscaban –ellos también tienen acceso al menú del local- hasta de 35, no más de 45. Siempre menores de su edad, salvo un señor catalán que admitía hasta ¡un año! más que él.

Abundaban los anuncios de este tenor:

“La belleza de una puesta de sol, de la luna cuando aparece al anochecer o de mil luceros colgados en tus cabellos que desean acompañar al brillo de tus ojos. La armonía y la belleza nos rodean y son un continuo canto a la vida. Sigo aprendiendo a vivir. Feliz porque cada día llega a mí un hálito nuevo, en forma de un soplo de aire o de la mirada alegre de un niño, una sonrisa cómplice de un adulto o las preguntas de mi pequeña princesa de cuatro años”.

Y en la misma línea, otro poeta de altura:

“Si al mirarte en el espejo amas lo que ves en él;

si tu cuello una sala de confortable mobiliario sustenta; (inciso, este tópico parece estar de moda, la variante más utilizada: cabeza bien amueblada)

si el corazón te empuja a ayudar a los demás;

si rezumas dulzura y grata estela dejas;

si tu rostro permite a tu sonrisa enseñorearse;

si con la vida, tras lo malo, haces las paces;

Si con tu hombre te gustara conversar de lo Humano y lo Divino;

si co-inspirarte y co-aprender con él te sedujera;

si te atrajera del Plan a la Acción saltar juntos;

si a Noble Reto te sonara el hacer -juntos- un mundo mejor;

si desearas que tu paladar de gourmet él tentara;

si Chaval de 50 es platillo que no has degustado aún;

si Ternura y Virilidad son sazones que de ese platillo esperas;

y si tras lo Humano y lo Divino, tu corporeidad quisieras devorada,

entonces puedes buscarme”.

¡Dios mío! ¿existen personas así? Debe ser un gozo la convivencia.

De repente salta algo más sugestivo:

“Soy docente de historia del arte, y tengo la suerte de hacer un trabajo que me satisfacen enormemente. Vivo en Barcelona, pero viajo mucho, por trabajo y también -aprovechando- por diversión. No veo la tele, me encantan los libros y todo lo que tiene que ver con la «cultura». Para mí, es importante la atracción, en todas sus vertientes: física, intelectual, sentimental… Lo ideal -como siempre- sería encontrar a alguien con quien experimentar una…. «afinidad electiva». Ahí queda eso, sobre todo lo de la «afinidad electiva«.

Pues bien, además, era vegetariano, “no le gustaba el humo” y pedía –como tantos otros- que la mujer viviera “sola”, de hijos nada.

Y tenía muy determinado el modelo apetecible:

 De 52 a 56 años. Su altura de 168 a 172 cm. Su peso de 62 kg a 66 kg

Pues no encajo; por ejemplo, soy más alta.

Más adelante se anunciaba este otro:

“Persona sincero, simpático, animado, divertido, extrovertido, bien parecido. Con ganas de encontrar su compañera ideal, dispuestos a andar juntos, sin apoyarnos el uno con el otro. Complicidad diria que es la palabra adecuada. Dispuesto a compartir los dias de mi vida con sinceridad. Amigo de mis amigos, incapaz de traicionar a nadie. Dispuesto a escucharte cuando tengas ganas de hablar y a guardar silencio cuando sea conveniente. Me gustara acompañarte cuando quieras ir de compras y presumir de ti ante todo el mundo”.

Olvidó anotar una característica importante: elevada autoestima. Lo sé porque adjuntaba foto y se había definido como “bien parecido”.

Ah, y los “amigos de sus amigos”, una invasión. En el programa clandestino de RNE del que ya os he hablado varias veces, cuando alguien mencionaba lo de “muy amigo de mis amigos”, o quien lo completaba con “busco una mujer sencilla y sincera y muy amante de sus amigos”, nos echábamos a temblar: se había arruinado la divertida sección.

Porque ésa es otra. No os podéis imaginar la cantidad de hombres que “odian la mentira” en este mundo nuestro.

Avanzaba la noche, y lucía el sol en todo su esplendor al otro lado del atlántico, al parecer. Súbitamente se despierta el chat del portal, y me aparecen al mismo tiempo tres señores estadounidenses. Miré sus perfiles, y elegí al más alto, sin más. Pues bien, resultó ser un Mayor de la US Army, viudo, muy interesando en si había contactado yo en alguna ocasión a lo largo de mi vida con cualquier otro miembro del ejército norteamericano, vaya Vd. a saber por qué. Es escaso el cómputo de posibilidades de que una mujer en Madrid haya hablado alguna vez con un soldado estadounidense, menos aún con un Mayor. Me despedí pronto y le dije que volvería más tarde. No lo hice. Me fui a dormir.

Y he soñado con este castillo irlandés (Dunguaire). No sé bien si para pasar una velada romántica donde las haya con un desconocido o… para no enterarme de que es San Valentín.

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