Paisajes vividos

La casita que se quedó en esbozo. Está en Madrid. Un capricho arquitectónico.  Tres metros de ancho que arrojan cemento y un solo ventanuco en lo alto. Probablemente el edificio anexo que esperaba se perdió en el camino de la crisis.  ¿Una mirada tras los cristales? No alcanza la vista para saberlo.

Enfrente se ubica un precioso parque: la Quinta de Los Molinos. Con un suelo mullido y árboles en flor temprana. Cálido arco para pasear.

Una ventana. En un diminuto pueblo de los Monegros oscenses: Usón. Árido paisaje  que se abriga en cariño tras las paredes.

Otra ventana. En Alhama de Aragón. Agua, vegetación y calma.  Vivencias en armonía, luces y lucidez.

No sólo hay «venecias» en Italia. Esto es Girona.

El gusanito lector. Una libería con alma. En Sevilla, una ciudad que la rezuma  por los cuatro costados.

San Simón. Pontevedra. Isla Do Pensamento. Un puntito en el océano que brilla. Y mucho. Tranquilo mar en brazo de río.

También hay mar en Altea. Y arte. E indignados llenos de vida. Y cálidos afectos.

Vitoria. El quiosco de las citas amorosas, me cuentan. Nieve. Mucho, mucho calor.

Acabo de cumplir años. No sé si os ocurre a vosotros, pero a veces se elabora una especie de balance vital, estético y sentimental. Faltan muchas imágenes en este recorrido. Son las que están. Y una más que no he tomado con mi cámara pero he vivido, todos lo hacemos: caminos que convergen hasta juntarse y luego se separan. Huellas en la arena que pronto borrará el viento. Porque únicamente lo sólido permanece.

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