
Si mi cámara fuese mejor apreciarías al Capitan Nemo emergiendo del mar entre una densa niebla. Nemo autoriza a pasar y sentir en la Isla de San Simón la magia. Galicia aúna el verde y el azul que, para mí, es el paisaje perfecto. El sol y la bruma, incluso en el mismo día. Temperaturas mesuradas. Unas materias primas de primera en gastronomía. La isla sobria y hermosa, mar para anegar y calmar, es pura Galicia.

Hablamos de periodismo con xornalistas galegos y de mucho más allá. Cabalgado alguno, como Damián Loreti, en una ley de innovación y lucha para Argentina. Temen los periodistas en activo por su presente y futuro, sin embargo. Por el periodismo, pilar fundamental del contrapoder social que hoy robustece un sistema injusto. Pesimistas, ¿desorientados buscando el rumbo con pasión? No, esto no se acaba, el periodismo lleva en sí el germen para regenerarse… si queremos. Y muchos queremos. No es magia, sino razón. Nunca cerrar horizontes si la meta merece la pena. Y los periodistas, al menos, solemos tener un buen radar.

Cuando a una solo le gusta volar con sus propias alas, ha de recurrir al tren para viajar. 7 horas y media para llegar de Madrid a Vigo, parando mansamente en muchas estaciones. Como antes. “¡Como en la Edad Media!” me responde un anciano sabio cuya agudeza voy comprobando al escucharle en conversación con su mujer en la larga travesía. Pronto tendrán AVE que acortará algo el viaje. Cuando media España se alcanza en menos de tres horas, a Galicia se lo ponen difícil, y ellos no protestan, no presionan.

Si la cama de vuelta hubiera como ésta, con su Virgen del Pilar y todo, el traqueteo hubiera sido menor, espero. No era así pero casi. 9 horas y 40 minutos. Si volase podía haber ido y vuelto 5 veces (a salvo de retrasos). Inmenso calor familiar en pausa hasta la estación. Ingenio y armonía por doquier despertando neuronas en toda la estancia. El verde y el mar en mi retina. Y uno de los últimos cuadros de mi hermano Fernando. Creo que también veo en él a Galicia.






