El papel más importante de la familia en la sociedad actual es, a juicio de casi la mitad de los españoles, el de «criar y educar a los niños«. Y el 45% opina que es la mujer quien debe reducir su jornada laboral para atender el hogar. El CIS ha preguntado a los españoles sobre la familia. Las televisiones hablan de la familia. El PP cambiará –se presume- el Ministerio de Igualdad para convertirlo en el de La Familia.
Lo primero que habría que preguntarse es si existe la familia tradicional o es una entelequia, cuánto de tradicional es la familia idealizada.
El modelo nos habla de un chico que conoce a una chica –de similar edad-, se enamoran y se casan, viven juntos 40 años o más, tienen varios hijos con los que conviven. El trabaja fuera y ella cuida del hogar y la prole. Están en casa los abuelos, que cuentan cuentos a los niños. En Navidad la madre y la abuela hacen pastas y hojaldres para todos. En sus ratos libres bordan. Y, si nos atenemos a las añoranzas planteadas cada vez con más intensidad, a la caída de la tarde rezan en rosario en familia.
Como decía Jesús Encinar (fundador de «elidealista») en un brillante artículo), esta descripción es una completa anomalía en la historia de la Humanidad, que casi podría circunscribirse a los países desarrollados y a mediados del siglo XX.
Hace cien años la esperanza de vida en Europa era de 35 ó 40 años, en España en concreto de 35, igual que ahora en algunos países africanos o poco más en Afganistán, por ejemplo. Era muy fácil por tanto casarse «para toda la vida«, luego se volvió mas complicado. La familia «tradicional» solía estar compuesta de un padre con sucesivas mujeres e hijos de varias de ellas. Y el amor no fue hasta muy recientemente una razón para casarse. En los matrimonios había diferencias de edad, siempre a favor del hombre, mayor que su esposa. La familia estaba basada en la subordinación y aún anulación de la mujer, se sostenía a costa de ella. Y había una gran presión social para que la mujer aceptara su papel. También se sustentaba en la explotación de los hijos. Como se producía una fuerte mortandad infantil, la mujer pasaba embarazada y cuidando niños buena parte de su vida. Vemos que incluso en el año 70, cuando tímidamente estaban cambiando algunas cosas, nuestro crecimiento demográfico era aún muy alto: más del 10%, como sucede en los países «en desarrollo«.
¡Y ahí estaba la mujer tradicional de la familia tradicional! Lavando la ropa a mano, fregando el suelo de rodillas –porque aún no había fregona-, yendo al mercado todos los días porque tampoco disponía de frigorífico, y cargando con la compra porque ni la enviaban a casa, ni se iba en coche a por ella, porque tampoco lo tenían más que un 4% de la població (informe FOESSA 1970). En cuanto a los niños, sin enseñanza obligatoria y universal como ahora, a los 14 años trabajaban muchos y aún antes, ahí tenemos la figura del botones o el aprendiz. Y no nos olvidemos de otra figura interesante: «la querida». No existía el divorcio, pero el hombre sobre todo el adinerado podía tener una «querida». El adulterio femenino estuvo penado en España hasta 1978.
En las familias de siglos pasados había muchos más huérfanos, alcohólicos, maltratos, violaciones, abusos e injusticias de los que nos podemos imaginar. Ésa es la familia tradicional. ¿Excepciones? Todas las que queráis aunque muchas veces el recuerdo idealiza la realidad.
Pero llegó la democracia. Y una Constitución. Y la reforma del derecho de familia, y el divorcio, y el aborto, y acabar con la ley que permitía a las niñas casarse a los 12 años porque era cuando ya podían ser madres (sucedió en 1981), 14 para el chico, y que todos los hijos fueran iguales y adquirieran derecho los ilegítimos, y el desarrollo con sus electrodomésticos y otras facilidades «para la mujer«, y el fin de la prohibición de la píldora y mayores medios para evitar la concepción no deseada, y por tanto el comienzo de la liberación de la mujer.
¿Y qué define ahora el modelo mayoritario de familia en la que vivimos? Que sale a la luz en cierto modo el de antaño. Hogares en los que conviven una pareja con hijos de distintos matrimonios. Tenemos también muchas más familias monoparentales, aunque casi el 90% están constituidas por una mujer como cabeza. Parejas homosexuales que propició la ley socialista. Muchos abuelos están en residencias, o viven separadamente. Ya no cuentan cuentos a los niños, aunque a menudo son utilizados para cuidarles en ausencia laboral de sus padres.
Pero, en mi opinión, lo que realmente define a las nuevas familias es su dedicación a la fiebre imperante del consumismo, que parece situar como prioridad pagarle al banco la hipoteca de la casa en la que viven y adquirir muchos bienes que creen necesitar. Y eso va en detrimento de los hijos, de estar físicamente con los hijos. Y así están las criaturitas, que dan miedo.
Podemos hablar a la vista de todo esto sobre la idealizada familia ¿no?