Desnudarse de la propia piel no parecía una posibilidad hasta que he visto este cuadro de Verónica Rubio. Me ha parecido una pintora fascinante, inquietante. No ceso de darle vueltas.
Cuando hasta la piel escuece, cuando sobra cualquier peso por mínimo que sea, surge una cremallera liberadora. Pero tras ella asoma un hondo vacío. ¿O no tanto? Es una forma de verlo.
O cuando arde, o cuando sobran ataduras y se precisa menos peso para volar hacia cualquier destino.
O que todo es accesorio, hasta la piel.
O que hay pieles de quita y pon para cubrir el cuerpo.
- En el resto de la obra, Verónica Rubio da más pistas…
Un hombre roto y cosido…
Una mujer resquebrajada, enlazada…
Pero, bien, las heridas desaparecen, son… epidérmicas.
Medio vestido, medio desnudo, siempre la doble opción. Hundirse en la no materia o despojarse de ataduras para recubrir al gusto el negro. Y volar si a uno le place. Un mar de dudas. Pero es magnífico encontrar sugerencias artísticas que despiertan sentidos y emociones.
El Periscopio 
narbona
/ 19 agosto 2010Fantástico que hayas traído hoy a la gran Dama del jazz, Diana Krall. Imprescindible Diana. Pero sobre todo su The Look Of Love
Manuel Matamoros
/ 19 agosto 2010Otra vez, gracias por tu música. Y por tus sugestivos comentarios a la obra, efectivamente inquietante, que nos muestras, manifiesto contra lo superficial.
Javier
/ 19 agosto 2010Y entonces, ¿qué queda? La verdad
Sin artificios ni disfraces
Retroclasica
/ 19 agosto 2010Coincido totalmente: qué grande Diana Krall. Muy apropiada para hablar de lo que queda a flor de piel.
Vogler
/ 20 agosto 2010Siento discrepar pero a Diana Krall la encuentro algo fría, académica y distante. Es como un aceracamiento del jazz a la «música de ascensor». No le quito gusto ni calidad vocal, pero el jazz para mí es otra cosa.