Pocos dirían al ver a María Dolores De Cospedal, número 2 del PP, defendiendo ante los medios sus conocidos postulados, que en apenas 24 horas se casa. Lo hace –y esto no son “ecos de sociedad”- con Ignacio López del Hierro, un señor de 62 años -18 más que ella- que, según estimaciones de El Mundo -que de capitales sabe-, se embolsa cada año un millón de euros. Es consejero o asesor de importantes empresas, un trabajo de gran responsabilidad que, pese a todo, deja bastante tiempo libre.
Siempre me ha llamado la atención la fascinación que ejercen los sesentones –preferentemente adinerados- sobre mujeres de toda edad, aunque, como en el caso de De Cospedal, tengan su propia carrera. «La dote de la novia tampoco es escasa, pero dista mucho de esos ingresos», aclara El Mundo en relacióna ese millón de euros que obtiene el novio. No sé si tendrá algo que ver.
Son muchos los hombres conocidos que se sienten rejuvenecer en los brazos de una pareja que acudía al parvulario cuando ellos ya descubrían el sublime sentimiento del amor, o los ardores del sexo. Mi amigo, y compañero de RTVE, Luis de Benito, en otro de mis libros, destacaba el fenómeno que se produjo en la famosa transición. “Con la llegada del divorcio progres y no progres, cambiaron a sus mujeres por chicas jóvenes y dejaron a una generación de mujeres que tenían 40 ó 50 años muy perdidas”. El precio de la libertad fue para las mujeres la soledad, no para los hombres.
Les quedaban -y parece que siempre les quedarán- los sesentones. Dos de mis mejores amigos lo son, además de solteros. A los 40 ya me manifestaban su preocupación por cómo se les pasaba el arroz y dispondrían de menos oportunidades, uno de ellos sobre todo que idolatra la juventud femenina. Ahora casi no recuerdan aquel temor. Ni mucho menos en la indigencia, no atesoran tan abultadas carteras como quienes vemos reflejados en los medios, pero igual cosechan éxito entre numerosas mujeres, incluso ubicadas en la veintena. Sus coetáneas, las de mis amigos, habrán de esperar a la repesca del asilo para volver a experimentar dulces pasiones. Allí sí, los abuelos tienen muy claro que ya no pueden andar con melindres y desperdiciar ni una sola de las oportunidades que se les brinden. Entre apósitos, dolores de espalda, y pastillas para el colesterol, apuran la vida al límite.
Un caballero a quien conocí, de mi edad, tuvo a bien explicarme el gran misterio que no lograba entender. Con gesto de superioridad, como si hablara con alguien que desconoce lo más elemental, me dijo: “es que ellas saben apreciar lo que ofrecemos: inteligencia, experiencia, madurez, seguridad”… “¿Lo mismo que las mujeres en la cincuentena?”, osé replicar. Convino él -fulminándome con su desprecio- que “no es lo mismo”. Y veo que no. El físico deteriorado es en las mujeres un impedimento que no se aprecia en los hombres. Especialmente, si ganan un millón de euros o incluso algo menos. ¿En que lugar nos deja? En el de siempre, eso es inamovible. La mujer ha engordado y adelgazado toda la vida al ritmo que le han impuesto desde afuera, y, siempre, ha tenido que ser joven y bella. El hombre sólo parece precisar -para optar a lo que quiera- la aportación de… «seguridad».
Cada vez más mujeres están rompiendo las barreras de la edad y de los convencionalismos sociales, pero la mayoría –ésa que sirve para sustentar teorías-, a partir de los 40, corre a embutirse de botox, a tumbarse en un quirófano para que el bisturí levante todo lo que la ley de la gravedad empuja hacia abajo, tratando de mantener una falsa apariencia de juventud –ese sobrevalorado estadio de la vida-. Sólo hasta entonces es competitiva en el mercado de las relaciones. Su inteligencia, experiencia, madurez y seguridad, no son bienes tan valorados como en el hombre. Quizás sí la “seguridad”: apestando a dinero la arruga femenina se disipa un tanto, la masculina se enaltece.
Se trata de compartir la vida, las ideas, las costumbres, los recuerdos, los proyectos, la cama, los fluidos corporales… y ahí los hombres sesentones adinerados no tienen rival. Tanto menos, cuanto más abultado son su paquete de acciones y sus cuentas bancarias. ¿O no?
¿Hay algo reprobable en ello? ¿Por qué parte? ¿Por la del hombre que elige una mujer más joven y la encuentra? ¿Por la de la mujer que se compromete con la vida y la cama de un hombre mucho mayor que ella a cambio de la inteligencia, experiencia, madurez y seguridad que se le suponen? ¿Una transacción e intercambio de intereses? ¿Contribuye por un casual a pertetuar el papel de objeto de la mujer? Nada de eso, es el amor y sus insondables mecanismos que no conocen barreras.
Vagabundo
/ 2 septiembre 2009Una mujer puede ofrecer y valorar lo mismo a un sesentón sin problemas (salvo el aspecto, claro como no). El caso es que el hombre puede elegir entre jóven y de su edad… la mujer, con 60 años ¿qué elige? ¿Un hombre con el que ha estado toda la vida o la compañía de 20 gatos? Es absurdo… quizás lo de la mujer si pueda llegar a ser amor (en el caso de De Cospedal es mezcla de afecto bancario quizás)… en el hombre… intervienen otros aspectos tengo entendido. Y es que desde siempre la mujer ha tenido que rendir cuentas a miles de canones de belleza distintos… el hombre, no.
kalicom
/ 2 septiembre 2009Los hombres maduros son capaces de amar con una ternura que está reservada a quienes han conocido la alegría desbordada de las quinceañeras, la belleza perfecta de las de veinte, la plenitud de las de treinta, la serena hermosura de las de cuarenta y la espléndida riqueza de matices de las de cincuenta. Y mientras aman, se sienten inmensamente felices fantaseando mansamente por los rincones más queridos de su memoria.
Pero, dicho esto, ni a Cospedal ni a ninguna otra mujer joven le aconsejo que elija como pareja a un maduro, salvo que sea por amor. El amor es un disolvente en el que se desintegran la pesadez de las reiteraciones, la recurrencia de las enfermedades y la acritud que genera el miedo a un futuro incierto en tiempo y contenido.
Viator
/ 2 septiembre 2009Supongo que los sesentones que llevamos más de la mitad de la vida casados y vivimos de una suficiente jubilación nunca estaremos en el mercado del amor-interés.
No es que lo lamente, pero es una experiencia a la que nunca tendremos acceso. Como la de ser millonarios…
Mati
/ 2 septiembre 2009Estos señores no tienen la certeza de que se casen con ellos por amor,creo que estan seguros de eso, salvo en los casos en que la señora joven este en las mismas condiciones economicas. Tambien hay casos, aunque menos, en que una señora mayor y adinerada tiene detras un hombre mas joven, por ejemplo la duquesa de Alba.
Food and Drugs
/ 2 septiembre 2009Aquí creo yo que parece que no hubiera más explicación que el millón de euros anual, pero si escarbamos un poco enseguida se ve que, la verdadera dote del novio, son los contactos e influencias que maneja entre los potentados de su generación, y a los que el arrebato amoroso de la De Cospedal por fuerza les ha de ser bienvenido.
Esta mujer está obsesionada con ser la primera presidenta del país y hará lo que sea necesario para conseguirlo.
¡Qué ruina de personaje!
Z
/ 3 septiembre 2009A qué libro te refieres Rosa Maria?
rosa maría artal
/ 3 septiembre 2009«Ellas según Ellos», pero la editorial, Espejo de Tinta, ha quebrado. No por mi culpa ¿eh? 🙂
Z
/ 4 septiembre 2009Ja, jajajaja
Muchas gracias; ni por un segundo he pensado q pudiese haber sido por tu culpa. Felicidadaes por un blog tan acertado, por hacernos pensar, y por tener tanto criterio. ( del bueno, a mi entender)