Cuando era pequeña le preguntaron qué quería ser de mayor y contestó: “cortaré estrellas, unas para guardar y otras para regalar”… y todos creyeron que era una niña muy rara. Chavela Vargas ha muerto este 5 de Agosto, a los 93 años, en paz, simplemente agotado su cuerpo.
De origen costarricense, se nacionalizó mexicana y fue uno de los principales emblemas de la música de este país. Comenzó a cantar por las calles, hasta que logró trabajo profesional a los 30 años. Ya no se bajó de los escenarios. A los 93 lo hizo por última vez… en la España que tantas veces visitó.
Ocupada en vivir y morir y seguir viviendo, se perdió en largas ausencias. El alcohol y el dolor la apartaron de la canción varios años, pero siempre renacía. Es parte de la leyenda de esta mujer tan “rara”, tierna y amarga, que se atrevió -cuando apenas se podía- a ser libre y espontánea.
Su voz desgarrada, su pasión, su forma de decir las palabras y las ideas nos acompañó, durante varias generaciones, en los amores enfebrecidos, irreparables adioses y demasiado largas nostalgias. Era como darle la mano y sentirse más confortado o más vivo.
Dijo que las personas a las que amó, no la oyeron porque eran sordas. Encontró la felicidad –según comentó- cuando dejó de querer y empezó a hacerle caso a la vida.
Un tiempo finito que un día llega a la meta. Que la luz de las estrellas que guardó y repartió hayan iluminado la despedida. Aunque ella se queda. Para ofrecer el hombro en el llanto. O las alas inmensas al amor cuando todo se cree posible. O la calma que llega en la sabiduría al priorizar lo esencial. Adiós, querida.





