Bermejo dimite como ministro de justicia

Mariano Fernández Bermejo ha presentado por fin su dimisión como Ministro de Justicia. Fue a cazar con 60 personas entre las que se encontraba el Juez Garzón, instructor de casos de presunta corrupción, vinculados al PP. Es difícilmente creíble que allí planearan contubernios, ni siquiera que hablaran de trabajo, tenían mil lugares para hacerlo. Como de hecho practican a menudo, numerosos líderes políticos con periodistas, con jueces y con quienes les parece. El propio Pedro J. Ramírez se citó a comer con Rajoy en torno a la publicación de las fotos de la famosa cacería.

 Hay una profunda confusión en nuestro país entre los poderes del Estado que fundamentan la democracia -ejecutivo, legislativo y judicial-. El Vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial, Fernando de Rosa Torner,  ataca al Juez Garzón y elogia a su antiguo empleador, el Presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, citado por algunos de los implicados en el sumario. Le califica de «gran presidente» y «hombre absolutamente honorable», con fe religiosa que no precisa pruebas. Y no dimite, pese a que se lo piden dos asociaciones de Jueces y fiscales progresistas.

Bermejo sí. La chapuza de la cacería le ha salido cara. El PP lo ha utilizado como bandera electoral. Y ha tumbado a un ministro, sin ninguna intención de averiguar el fondo de la cuestión: las sombrías acusaciones que les circundan. Su comisión de la trama de espionaje de Madrid duerme también en un cajón, tampoco parece interesarles averiguar la verdad. Federico Trillo se había convertido en ariete de la lucha por derribar a Bermejo. Precisamente él. Quien nunca dimitió por invadir el islote de Perejil, ni por la cadena de errores -nada inocentes, según atestiguaron familiares de las víctimas- que acabó con la muerte de 62 militares en el Yak 42. Ahora también carga contra Garzón, dándole un ultimátum para que se aparte del caso.

Este «Watergate» de vía estrecha apesta. La desproporción del hecho y el castigo en el caso de Bermejo no tiene parangón con los casos que jalonan al PP y que no parecen suscitar indignación alguna. La campaña mediática es igualmente sesgada. ¿Dónde están los editoriales que pidan dimisiones y ceses para toda la basura que estamos contemplando?

 Al lado de la cacería, estaba la reforma de la Justicia. Parecería que la administración de este poder fundamental del Estado estuviera absolutamente informatizada y ágil, hasta que llegó el PSOE al Gobierno. Hace falta un cinismo mayúsculo para obviar la inacción secular anterior. Y la huelga de los Jueces que parte de que uno de ellos no  tramitará una orden de detención que -«presuntamente», otro día hablamos de los «presuntos»- acabaría con el asesinato de una niña.

   Que una montería -repugnante para cualquier progresista por sì misma- desplace trampas, «presuntas» malversaciones, uso indebido de la política, es una auténtica vergüenza.  Lo dije en otra entrada, España es el reino de la impunidad. ¿Quién ha pagado por la conspiranoia del 11 M, por ejemplo? Por tantas y tantas otras cosas.

 El mapa que se cuaja en España con todos estos hechos es muy preocupante. Si a nadie le importa que concomiten la justicia y la política, la política y la prensa. Si sacar pecho y atacar se convierte en arma de presión eficaz. Si las más que sombras de sospecha de gravísimos hechos de corrupción y espionaje permanecen impunes ¿adónde vamos? A la emigración, sería lo más sensato. La calidad de nuestra democracia es lamentable y a pocos parece importarles. Esto es lo realmente OBSCENO, como gusta calificar las cosas Rajoy.

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