Por amor a España

Rosa María Artal

No puede ser tan desgraciado, cainita y cruel un pueblo con la capacidad de amar que alberga. Pero en las emergencias se exige acudir a las trincheras a defenderlo. Con los votos en la boca si es preciso

Un día descubres que ese país del que despotricas despierta también en ti sentimientos atávicos de arraigo. Y te confiesas que lo amas por encima de los defectos que te enervan, de esa imagen que han construido a nuestras espaldas. Ves lo que podría ser y no ha sido. Nos han robado tantas cosas que incluyen en el botín hasta la propia tierra que nos vio nacer y vivir. En el fondo es eso, que te han marcado los primeros pasos, y los segundos y todos los demás. Las caídas y los resurgimientos. Los encuentros, las despedidas. El ser tenaz, que es una característica de este pueblo en el mal y en el bien. Los olores y los sabores, la temperatura. Y desde ahí, cuanto te ha forjado. No importa ni el nombre que le demos, es mucho más profundo que una etiqueta.

Casi parece mentira que fueran del mismo país Miguel Delibes, el escritor intensamente lúcido, y el señorito Iván y la familia que maltrataba a los Santos Inocentes. Pero lo son, y todos siguen aquí 40 años después. Ahora salen por la tele y hablan de libertad: la suya, no de las esenciales que niegan, aun edulcoradas como la miel en el cepo. Tradicionalmente han confundido las trazas del amor a su España con algunas de las peores muestras de las relaciones humanas: paternalismo, posesión e imposición. Buscando una sociedad inculta a la que manipular y poner a su servicio.

Cuesta imaginar que España alumbre a periodistas como David Beriain y Roberto Fraile, y tantos nombres ignorados que luchan por informar a la sociedad, y al mismo tiempo a los que con luces cegadoras pervierten la profesión hasta desdibujarla. A los que aportan y a los que niegan elementos esenciales de juicio.

No es fácil comprender el tesón de políticos apaleados por el fascismo en su juventud que sigan afrontando la lucha por una España mejor, incluso amenazados y vituperados. Ni que se siga apoyando la gestión que ha dejado en la cuneta de la muerte a miles de ancianos. Por un puñado de… lentejas. Pero por algo somos tierra de Quijotes literarios y Borgias maquiavélicos, hijos de Papas españoles.

De siempre tuvimos pintores de cámara y precursores de la denuncia social plasmados en esperpentos goyescos. Nos avisaron que aquí Saturno devora – a veces con saña- a sus hijos.

Como el Buñuel de la misma tierra árida. O Berlanga, que ridiculizó a los prebostes en sus narices. Y todo el cine que nace aquí de manos nuevas. Para los campeones improbables. Con actores y actrices que interpretan las historias invitando a sentir y reflexionar, tal vez soñar. Con la música de un Alberto Iglesias al nivel de los mejores. Con el Madrid de Antonio Palacios y sus inmensos edificios blancos con quien nosotros, los otros, nos reconocemos.

Los grandes hacedores del Imperio escondieron sus rapiñas en estancias privadas. Cualquier disidencia era castigada con la hoguera, la guillotina, previa tortura y despelleje. En nombre del Bien, España parió para siempre la Inquisición bautizada como Santa para más bochorno.

Pioneros en intentar la limitación del poder del rey, de los ideales revolucionarios que cuajaron en Francia, siempre acudieron los castizos a segarlos. Aquellos que vencieron por la fuerza una y otra vez. Hasta a la Ilustración, a salvo de algunos métodos impropios del invasor.

España es el país del ruido y el silencio y a menudo gana, en estricta lógica, el estruendo. La caspa flotante sobre el fondo. El fondo es turbio en los lagos estancados, transparente en los ríos que corren desde las cumbres al mar.

Un español, Severo Ochoa, descubrió en 1959 la síntesis biológica del ácido ribonucleico, ARN, ese elemento esencial que ha sido base de primeras vacunas contra la Covid-19. Se había ido a Estados Unidos, harto.

Pero otra y otra vez la mayoría se queda, nos quedamos, prendidos del poeta Salvador Espriu, porque también somos «cobardes y salvajes y desdichados» como esta tierra, y la amamos más de lo que creemos.

Y hasta nos emociona tener los ojos españoles de las canciones cursis y el olor del Mediterráneo de Serrat aunque hayamos nacido en secano. Y nos dolemos con Curro El Palmo y abominamos del eterno Don Guido, aquel trueno –de ayer y de hoy-  vestido de nazareno que rescató Joan Manuel de la tumba dramática de Colliure. Abandonados Al Alba, resurgidos una y otra vez, cuerpo a cuerpo. Porque es cierto que cualquier noche puede salir el sol. Y amanecer en el bulevar de los sueños rotos. Porque, si me das a elegir, me quedo contigo.

Al repasar lo que se ve y lo que escondemos, veo paisajes solitarios del norte verde y azul que oxigenan desde los poros de la piel a las entrañas. Y el fuego dorado del sur. Y las sobriedades sólidas del extenso corazón del país. Las montañas. Las islas singulares. La valentía de los que, diferentes, rebeldes, luchan por su identidad. Al igual que Miguel Hernández en la cárcel de la muerte cruel, los vientos de este pueblo completo nos llevan. Y debería ser por los caminos de progreso. De una vez, soltar el ancla del eterno retroceso.

Y recuerdo a las madres que se echaron toda la carga encima. Y a las hijas y nietas que han tomado en sus manos la antorcha. Y sé de las mujeres que no se rendirán nunca más. Ni frente a los nuevos ataques del machismo que pretenden imponer -desde los gobiernos que logran- las pautas del terror de Gilead, cuento de criadas.

Y está el trabajo de todos, todos los días. Y la angustia de las carencias subsanables si se expulsara del poder la codicia.

No atesora España en algunos sectores fama de honestos y fiables. La corrupción de grandes notables traspasa fronteras. Aunque no somos los únicos en eso. Pero sí hay consenso internacional en que en los españoles anida el don de la creatividad, la genial improvisación que resuelve, la pasión por vivir y el saber hacerlo como pocos.  

No puede ser tan desgraciado, cainita y cruel un pueblo con la capacidad de amar que alberga. Cuando amarra a los sanitarios al puesto de trabajo en una pandemia para atender a los enfermos con medios escasos a costa de su propia salud. Cuando, ante todo lo que han visto, lo que más les duele es haber visto morir en soledad a tantos pacientes. No puede ser cierto tanto egoísmo y mezquindad como estalla en las cazuelas y los canales del odio, si estuvimos por miles aplaudiendo unidos a quienes nos cuidan de verdad -todos ellos, desde los hospitales a los supermercados- cuando hacía falta ese aliento compartido.

Aquí, en esta tierra que a veces escupe balas de rencor podrido, ocultas en el morral, se desgrana calladamente amor y generosidad extrema al punto de arriesgar la vida por salvar a desconocidos. En aras de la justicia universal, la solidaridad, la empatía, la humanidad. En uno de los mayores contrastes que pueda darse.

Esta tierra guarda los restos de nuestros seres queridos que se fueron y es la base en la que se asientan nuestros hijos. Cómo no vamos a sentirla muy adentro.

No podemos ser tan sucios como se muestran algunos en el deseo de trincar poder para usarlo en beneficio propio -desde la política oficial a la que se despliega desde algunos medios que dicen ser informativos-, si esta España nuestra, la nuestra, sigue en pie aún. La que no tortura a las personas con la desigualdad interesada, ni a los animales hasta la muerte por diversión. Si todavía hay quien apuesta por la honestidad y el bien común, contra las corrientes que los apartan.

La democracia se construye cada día. Pero en las emergencias se exige acudir a las trincheras a defenderlo. Con los votos en la boca si es preciso porque ya asoman las bombas fascistas sin tregua. Con la promesa de coraje para los tiempos que sigan. Por los que vienen, por los que se quedan. Por amor a los demás, al país que querríamos ser: una sociedad democrática y moderna y solidaria y justa. Porque este empezar una y otra vez, este ingenuo insistir solo se hace por amor.

*Publicado en ElDiario.es el 30 de abril de 2021

El fascismo desnuda a sus cómplices

Rosa María Artal

No son solo ellos quienes disparan. Y no únicamente balas de muerte. También de pobreza e injusticia. Y hay colaboradores por acción y omisión. Esto no sería posible con un rotundo rechazo social y mediático que se precisa y no hay en grado suficiente

Nunca se enteran, tampoco ahora. Resulta llamativa la sorpresa que políticos y periodistas establecidos se llevan cuando estalla una bomba largamente anunciada. Y es lo que acaba de suceder con el fascismo en España. Una explosión que desnuda a cuantos lo han hecho posible. Aunque no se muestran involucrados en el problema.

Avanzaba la campaña electoral de Madrid, intensamente crispada cuando ha irrumpido la amenaza fascista de alto voltaje: Pablo Iglesias, Fernando Grande-Marlaska y María Gámez (directora de La Guardia Civil), han recibido cartas con balas de fusil y este texto: «Tienes 10 días para dimitir. El tiempo de reírte de nosotros se terminó. Policía Nacional. Guardia Civil. El tiempo lo tienes en contra para los taponazos». El mensaje a Pablo Iglesias es algo distinto, más personal y cruel y basado en los bulos que expande Díaz Ayuso y quienes la apoyan para exculparla de su dañina gestión en los geriátricos a su cargo.  

Pero ni siquiera ha quedado ahí. Este viernes hemos contemplado uno de los episodios más trágicos del asalto a la democracia que vivimos. Un debate en la Cadena SER, sin Pablo Iglesias que se ha marchado al no retractarse Monasterio de las «dudas» que había expresado en RNE sobre las amenazas de muerte sufridas. Sin Ayuso porque no le ha dado la gana participar. Con su socia Monasterio desplegando toda su demagogia y antidemocracia y adueñándose del propio debate. Y el resto allí sentados. Ángel Gabilondo y Mónica García se han ido una hora después, en la pausa, tras enterarse de la indignación que estaba causando. Una hora. Anunciando Más Madrid que no participará en ningún debate con Vox, como había hecho ya Unidas Podemos.

Es desgarrador lo que ocurre, la propulsión de la barbarie que se dejó cocer. Hemos analizado desde múltiples puntos de vista lo que sucede en los entresijos de este país pero falta profundizar en el papel de quienes se consideran al margen de toda responsabilidad por su recto proceder. Mucha gente suele verse a sí misma con enorme condescendencia.

Una de las ideas más impactantes de Martin Luther King, el gran defensor de los derechos civiles, fue avisar que llegada la hora «no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas». Y no solo es el silencio, los hay enormemente activos como hay palabras cargadas de metralla. Textualmente.

El debate para las elecciones en Madrid, en la cadena pública autonómica, fue uno de los últimos avisos: tuvo momentos verdaderamente denigrantes. La insistencia de Díaz Ayuso de exculparse de graves actuaciones «cargando el muerto», los muertos, al entonces vicepresidente Pablo Iglesias. Mintiendo en los datos y en los hechos. Riendo en sus ataques personales como la otra pieza del tándem de gobierno ultra, Rocío Monasterio de Vox, que tampoco dijo una verdad ni por error. El partido que culpabiliza a los menores migrantes no acompañados mintiendo sobre el dinero que supuestamente nos cuestan, hablando de seguridad para hacerlo de xenofobia y autoritarismo fascista. De deshumanización con todas las letras. Tienen tantos puntos en común que, hoy, frente al desmarque de Pablo Casado o Nuñez Feijóo, el PP de Madrid, el de Ayuso y Almeida, ha puesto este tuit que luego ha borrado.

Son posiciones ideológicas, aunque no solo: son negocios. Para la desigualdad y la injusticia. Vendidas en mentiras. Y se han impuesto. ¿Cómo habrán llegado a ese extremo?

La cuestión inmediata a plantearse es ésa, definir la forma en la que lo han logrado para abrir una brecha de conocimiento y remedio. Ya sabemos de la tradicional impunidad que disfrutan en España y de las condiciones que han ido propiciando el egoísmo y la frivolidad que preside hoy buena parte de la sociedad. Pero falta ver cómo la información engañosa ha llegado a colocar en algunos centros de poder a quienes se valen de falsedades para aprovecharse del común de los ciudadanos, despreciando las vidas de los más vulnerables. Cómo se han blanqueado y alentado los fascismos.

Verán, me han asegurado públicamente que hay buenas personas entre periodistas y tertulianos que tergiversan la verdad en favor de algunos políticos desalmados. He oído que todas las ideas son respetables –algo que no comparto en absoluto– y que merece respeto quien piensa diferente. Quien piensa diferente sí, quien en su pensamiento miente a saco para favorecer precisamente a fascistas, embaucadores, surtidores de bulos, insolidarios, pues no. De alguna manera son sus cómplices y participan de la misma crueldad en el daño que hacen a seres humanos.

Aun sabiéndolo, cualquier persona normal se queda impactada al ver el repaso que Julián Macías Tovar hizo de cómo se informó en las televisiones del inicio de la campaña electoral en Madrid esta semana. Se ve en este HILO de Twitter y al parecer los participantes en estos emplastos creen estar haciendo un trabajo informativo:

Entre el ninguneo a Pablo Iglesias y los «Vox avisa» hay un fecundo caldo de cultivo de lo indeseable. Y los ejemplos son diarios. Luego vienen las consecuencias. De todo tipo. Pero vayamos al caso. Las mentiras de Ayuso fueron aceptadas sin más por algunos medios. Apoyados en un desmentido del Ministerio de Defensa que dirige Margarita Robles y sin ninguna indagación más. Lo ocurrido en las residencias de ancianos está totalmente acreditado. El periodista de InfoLibre Manuel Rico ha estado investigándolo a fondo y aporta datos espeluznantes que definen la catadura moral de aquellos que propiciaron este desastre. Y deja bien claras las responsabilidades.

Y alguien se arroga la misión de ejecutar a los señalados falsamente aunque nadie, ni los auténticos responsables, merecen la ley de la selva, sino la de un Estado de Derecho. Ése que debe detener y castigar estas amenazas que van sumando en una escalada muy preocupante. Y, como en los manuales, ahí llega la candidata de Vox a prender la mecha que le conviene y dice que no se lo cree. Luego se ha producido el lamentable debate de La SER, tomado por «la señora Monasterio» que no paraba de reírse de todos. Es un vídeo que descompone.

Y las reacciones «equidistantes». Desde la política, Begoña Villacís rechaza «los bandos» cuando ella está en el de la derecha gobernando, gracias a Vox. O desde los periódicos y tertulias. Uno de ellos, en Cadena SER casualmente, ha dicho, que lo ocurrido a Pablo Iglesias era «justicia poética». Cuatro balas y la condena «a él, su mujer y sus padres sentenciados a la pena capital». Ese ser no debería estar nunca más en un medio decente.

Martin Luther King murió acribillado a tiros precisamente, escandalizado por el silencio de las buenas personas. Fue en Memphis en 1968, cuando tenía 39 años.

 «Nosotros diagnosticamos el problema… ayúdanos a prescribir la solución«, había dicho la ex candidata a la presidencia de EEUU por el partido republicano y líder del Tea Party, Sarah Palin, llamando a sus seguidores a actuar y señalando nombres con el punto de mira de un arma. Y el 8 de enero de 2011 la congresista demócrata Gabrielle Giffords, destacada en la lista negra de Palin, fue tiroteada en el cerebro  en un atentado que alcanzó a 18 personas más de las que 6 murieron. Gabrielle Giffords tenía 41 años y quedó incapacitada mentalmente, con una madurez como la de una niña. No se exigió responsabilidad alguna a Palin.

En junio de 2016, la víctima –mortal– fue la diputada Jo Cox, estrella emergente del laborismo británico, durante la campaña del Brexit, la salida de la UE del Reino Unido al que ella se opuso. Tenía 41 años y dos hijos. Su asesino, condenado a cadena perpetua, era un neonazi, que gritó «Muerte a los traidores» al dispararle y apuñalarla durante un encuentro público con vecinos en la biblioteca de Birstall (Inglaterra).

Siempre demócratas, progresistas, a manos de fascistas. Casualmente. No son solo ellos quienes disparan. Y no únicamente balas de muerte. También de pobreza e injusticia. Y hay colaboradores por acción y omisión. Hasta entre quienes dejan pasar los graves indicios que vemos desde hace tiempo sin depurar responsabilidades. Es una cuestión tan esencial hoy en España que quienes acaban de enterarse, no dan crédito. El fascismo y esa bolsa de mentiras, rapiña, e inhumanidad que ya nos pesa como una losa, no ha llegado solo, tiene cómplices que calan en cabezas despobladas salvo de estulticia y odio. Pero esto no sería posible sin colaboradores decisivos o al menos con un rotundo rechazo social y mediático que se precisa y no hay en grado suficiente por la concurrencia de factores en un círculo vicioso.

Publicado en ElDiarioes el 23 de abril de 2021 – 23:30

El enemigo entra por la pantalla

Rosa María Artal

Lo trágico es que tantas personas no sepan ver las trampas que les tienden y no sean conscientes de que en las urnas no se elige a los líderes de audiencia del prime time televisivo, sino a quienes han de gestionar los medios y la convivencia de todos

Todo avisa y es esencial saber verlo. Enero de 2016. El entonces precandidato Donald Trump declara en Iowa: «Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y me votarían igual».  La influyente revista conservadora ‘National Review’ acababa de publicar una edición especial tratando de evitar el desastre. Todo un manifiesto titulado ‘Against Trump’ (Contra Trump) con editoriales de 22 destacados conservadores. Coincidían en advertir de que «nominar al magnate como candidato sería devastador tanto para el Partido Republicano como para el país». Y no solo fue nominado, llegó a la Casa Blanca y fue tan devastador como para salir de ella por los votos, sí, pero acompañado de un asalto al Capitolio de sus fieles en brutal y grotesco episodio que ha cambiado Estados Unidos. Trump mismo pudo haber entrado en la sede del Congreso a tiros que sus correligionarios le hubieran exonerado de responsabilidad, porque algo así terminó ocurriendo.

Trump había dicho: ‘muy poca gente lee eso’. Muy poca gente lee en general, mira aunque no vea. A las pantallas. Con portadas, encuestas, tuits, WhatsApp que le conducen. Con la televisión convertida en máximo instrumento de disuasión y convencimiento calculados. Apoyando sin pudor a sus favoritos y eludiendo ya escandalosamente al candidato molesto, en imagen y en voz.  

Pero ahí, en todas las pantallas españolas, está Isabel Díaz Ayuso con sus mentiras, su cinismo. El trumpismo encontró en ella la alumna más aventajada. Basta con carecer de escrúpulos y contar con un equipo que prepare frases simples, al modo tradicional de los nuevos fascismos. Una candidata que vuelva la verdad en mentira, acuse a otros de los errores propios y suelte escandalosas declaraciones para la sociedad del espectáculo. Y los medios lo publicitan sin el menor cotejo con la realidad. En el periodismo de declaraciones vigente, el este dice, el otro dice (si le dejan decirlo además) se meten trágalas terriblemente dañinas.

Ayuso dispone además de ese poderoso aparato del «atado y bien atado» que opera a sus anchas en España. Trump al principio también, al final reaccionaron algunos. Les Moonves, presidente y director ejecutivo de CBS dijo en 2016: «Donald Trump quizás no sea bueno para los Estados Unidos pero es una bendición para las televisiones». Y sigue en el cargo. De eso se trataba. Como aquí. Vox era estupendo para la audiencia y Ayuso también como perla del disparate. Para la audiencia y para los negocios de una minoría, principal destinataria de este tipo de gobiernos. También es fácil identificar a quienes están en los cargos y puestos que la lanzan. Por contrato con las empresas. Casi habría que pedir que, si van a hacer política, se presenten a elecciones.

Las razones, las evidencias, palidecen ante la visceralidad de quienes buscan respuestas rápidas a sus problemas y a quienes caminan en manada por las sendas del odio lanzados contra los que contravienen el mensaje. Comunistas, ETA, Venezuela, los impuestos, el asalto a los pisos, los inmigrantes. De nada les valen los datos, no los escuchan, no quieren creerlos. Con derrotar «al coletas y su banda» les vale. Aunque les quiten lo esencial, hasta la salud. Hay unos cuantos que se la pueden pagar aparte. De hecho, Ayuso podría decir como leo y comparto: «podría dejar morir ancianos en la residencia y la gente seguiría votándome».

«Es la primera vez que la derecha centra su campaña en la defensa de un estilo de vida autocomplaciente y donde todo se arregla con unas cañas. Frente a unos «opresores» que son la izquierda y sus «colas del hambre». Ayuso no tiene ni compasión cristiana por la pobreza. La banalización extrema de la política para vender anti-política y Estado-mínimo sin impuestos, ni servicios públicos, ni ética pública”, resume el sociólogo de la Universidad de Barcelona Xavier Martínez Celorrio. Con policía sí, siempre pide más, lo hemos podido comprobar.

Como el reducido grupo de quienes se benefician de sus medidas fiscales en detrimento de los demás ciudadanos. Textualmente. «La rebaja del IRPF prometida otra vez por Ayuso haría perder a Madrid 430 millones y beneficiaría sobre todo al 9% más rico«. Y la clave de nuevo: un 92-93% de la población madrileña gana menos de 60.000 euros al año. En ese porcentaje habrá gente que por televisión o radio termine creyendo que las políticas del PP le van a beneficiar, escribe Olga Rodríguez.

Nos desgañitamos de contarlo. Pero no escuchan, miran los muñequitos que se mueven en pantalla, oyen los mensajes que difunden. Las portadas, a diario. Sin duda, la mentira en política es tan antigua como la vida pero algo cambió cuando entró masivamente por multitud de fuentes banalizando a la propia sociedad y cuanto le concierne. Porque, al calor del capitalismo duro, se trataba de vender lo que fuera a cualquier precio.

Ayuso vende, como todo el histrionismo. Como el patetismo de Miguel Bosé o el de Victoria Abril, a quien le ha servido para ser llamada directamente a las cocinas de Master Chef de la televisión pública, RTVE, y renacer en la fama y el dinero. Para ambas partes contratantes.

Esto empezó hace mucho tiempo ya, causando estragos. En 2004 una de esas encuestas que hacen periódicamente algunas marcas infantiles descubrió por primera vez que casi el 80% de los niños querían ser de mayores «famosos» sin vincularlo a ninguna actividad. Se fueron acabando los bomberos y las enfermeras, los futbolistas y las profesoras de los clichés. Famosos para y por salir en la tele. Leo que ahora quieren ser youtubers, aquí y en EEUU. En España, las niñas volvieron a querer incluso ser princesas. Menos mal que a la luz del feminismo también aspiran a ser hasta científicas.

Para conseguir la fama es imprescindible aparecer en televisión o en alguna otra pantalla que amplifique el modelo. A partir de ahí se entra en la dimensión de la gallina de los huevos de oro. Aunque mucha veces sea efímera y se chafen todos. Pero la fama ya no está prioritariamente vinculada a valores como prestigio, reconocimiento o reputación. Es ser conocidos y esto se logra a menudo con actitudes histriónicas. Reinas del corazón incrustadas en reinados mediáticos de miserias morales, en particular los que se camuflan de informativos, a la par ya de figuras de la política. De toda la vida quienes más hacen por la humanidad, en la ciencia por ejemplo, apenas son conocidos en círculos concretos. Las mujeres en particular.

De ese cultivo nacieron los Trump y las Ayuso. Para canalizar en ira irracional el descontento y usarlo en su provecho. Lo peor es que tantas personas no sepan ver las trampas que les tienden en el gancho del espectáculo que convierte en trivial hasta lo más básico. Sin el menor miramiento. Lo trágico es que no sean conscientes de que en las urnas no se elige a los líderes de audiencia del prime time televisivo, sino a quienes han de gestionar los medios y la convivencia de todos. Porque avisa, y se ve, y puede ser evitado con los criterios de selección imprescindibles en este tiempo.

*Publicado en ElDiario.es el 20 de abril de 2021

El «atado y bien atado» era esto

Santiago Carrillo y Felipe González tuvieron un papel decisivo en la consolidación de la armadura de protección a Juan Carlos. Hoy, el principal valedor de la monarquía es el PSOE y sus más acérrimos entusiastas, PP y Vox, confirman los autores del ‘La armadura del rey’

La histórica frase la dijo el dictador Francisco Franco en su discurso de Navidad de 1969. Todo ha quedado atado y bien atado con la designación como mi sucesor a título de rey del príncipe Don Juan Carlos de Borbón, dijo. Había sido en julio, con el aplauso de las Cortes. Y el tiempo ha demostrado lo cierto de la afirmación y la fortaleza de ese nudo. Es el origen de gran parte de nuestros problemas en España hoy y de la dificultad de soltar ese entrelazado gordiano.

El primero en abordar la tarea fue Juan Carlos de Borbón con un nutrido grupo de colaboradores esenciales. Llegado a la jefatura del Estado tras morir el dictador, el juancarlismo se asienta el 23F en un episodio que precisa ser desclasificado como secreto oficial. El rey ya pudo vivir de las rentas democráticas de aquel hecho según fue contado. Todo lo fundamental se mantenía en pie. La judicatura, la oligarquía económica que fue tomando sitio en los medios de comunicación, el clero, el Ejército y las fuerzas policiales también han mantenido focos, la corrupción troncal como tara insalvable.

En la política dejó tan intacto e impune al franquismo-fascismo que ha resurgido impoluto de manchas, con su mismo carácter antidemocrático y cargado de las nuevas idiocias. El Partido Popular no se explica sin el atado y bien atado. Y tras tantos años y con los viejos esquemas redivivos, los sectores de la sociedad a quienes se les extirpa el sentido crítico y, con él, el aprecio por la democracia.

2020, año de pandemias, desnudó también a la monarquía española. Al rey Juan Carlos que había pasado a ser emérito, sin duda, pero quedaron más interrogantes. Tres reputados periodistas publican La armadura del Rey (Roca Editorial 2021), tras haber investigado los hechos y hablado con decenas de protagonistas y testigos de la historia. Las conclusiones certifican la conducta verdaderamente inapropiada de Juan Carlos de Borbón y el blindaje que le permitió obrar a su antojo en un pacto del que no solo él resultó beneficiado. Se advierte y así se les dice que ser rey, los reyes, la monarquía, es «otra cosa, que no entra en el baremo del resto de los mortales».

Y así fue como Juan Carlos de Borbón se hizo inmensamente rico desde la nada, desde pedir dinero a los compañeros para comprarse un traje. «La falta de transparencia marca el capítulo de la fortuna» -describe la periodista Eider Hurtado- «lo que hoy sabemos con datos ha sido gracias a la justicia suiza en particular que ha seguido el rastro del dinero». «La justicia española ha ido siempre a remolque», amplía Albert Calatrava, «en 2018, llegó un informe a la Audiencia nacional y el juez De Egea, que lo recibió, se lo ventiló en unas horas». Este juez defiende que hay que hacer un pacto de jueces para proteger al rey, comenta Calatrava. Mayor aún, debe ser.

Se constata que la fortuna de Juan Carlos es cuantiosa. Y se va describiendo cómo se establece una forma de actuar, haciendo colectas entre los amigos millonarios y cobrando comisiones que incluso le autorizó el franquismo.

En el círculo de Juan Carlos había personas interesadas en la influencia del rey «para pescar» ahí, cuenta Ana Pardo de Vera. «Prado y Colón de Carvajal, que era el que iba a por los maletines de dinero»,  por ejemplo. Pero «nos hemos centrado en los amigos políticos, en los que le ayudaron, a tapar sus escándalos, a sus cómplices. Ha habido una responsabilidad colectiva», precisa Pardo de Vera.

Venciendo respetos reverenciales, cortinas de silencio, complicidades, los autores cuentan el papel decisivo de Santiago Carrillo –Secretario General entonces del Partido Comunista- y Felipe González –del PSOE- en la consolidación de la armadura de protección a Juan Carlos. Hoy, el principal valedor de la monarquía es el PSOE y sus más acérrimos entusiastas, PP y Vox, confirman los autores del libro. Un ex presidente del Gobierno les advierte: «No habrá una república si no hay una revolución social, está todo perfectamente organizado». Atado y bien atado, pues.

El rey Juan Carlos «hizo política tanto o más que los presidentes» y su hijo también, constatan los tres periodistas. Como hemos visto. Y no solo el 3 de octubre de 2017. Opina sobre acuerdos que le gustan o no le gustan, con esa autoridad real con la que le visten.

«Este país no se puede permitir» recojo en el capítulo 6 de mi propio libro, La Bolsa o la Vida, sobre las pandemias de 2020. Una crisis institucional no se podía añadir a los tremendos problemas que vivíamos, se convino. Felipe VI comunicó su renuncia a la herencia de su padre el mismo día que entraba en vigor el estado de alarma y casi al mismo tiempo que el Gobierno detallaba las restricciones extraordinarias para afrontar el coronavirus. Una paradójica coincidencia. Supimos por el comunicado real que Felipe de Borbón sabía desde un año atrás la existencia de una cuenta offshore de la que él mismo era segundo beneficiario, según el diario inglés The Telegraph.

El 1 de mayo, con los contagios en punto crítico, aflorando el gran fiasco de los geriátricos, conocíamos otra nueva píldora juancarlista: otra maleta con destino Suiza. «Para los que se pierden con las grandes cifras: 1,9 millones de dólares son alrededor de nueve años de ese sueldo público que le pagábamos al rey emérito. Esa propinita (194.232 euros anuales) que, hace unas semanas, su hijo Felipe VI le quitó», escribía Ignacio Escolar, director de ElDiario.es. Después el rey emérito se fue de España. Y lo comunica en carta a su hijo exclusivamente y un 3 de agosto.

Si les parece podemos repasar a la luz de todo esto las noticias de actualidad relevante. La Policía desgrana, al detalle, el sistema urdido en el PP para pagar «en negro» la reforma de la sede de Génova 13. El juez imputa a Fainé (La Caixa) y Brufau (REPSOL) por el espionaje de Villarejo al expresidente de Sacyr Luis del Rivero, la creme del empresariado. La empresa que Ayuso ocultó a la Asamblea no presenta cuentas desde 2014 ni hay rastro de a qué se dedica. La había ocultado en su declaración de bienes, y tras la información de Alicia Gutiérrez en Infolibre rectificó su declaración, pero había más. Ayuso insulta a esta acreditada periodista diciendo que «son cosas de Podemos».

Las personas que vivimos en Madrid tenemos el 35% más de posibilidades de morir por coronavirus que la media de España. Lo han confirmado con un desmentido que rechazaba categóricamente que el porcentaje fuera del 54 %.

El Congreso aprueba la primera ley que protege a la infancia frente a la violencia por una amplia mayoría y Vox y PNV votan en contra.

El presidente de Vox justifica en el Congreso el golpe de Estado contra la II República. Sus medios no lo cuentan… así.

También en el Congreso, el jefe del PP Pablo Casado llama ‘gafe’ al presidente Pedro Sánchez, a voz en grito, por lo ocurrido con las vacunas… ¿en todo el mundo? Porque está siendo en todas partes.

Nudo: «Entrelazamiento de los extremos de un hilo, una cuerda o una cosa alargada y flexible y que cuanto más se estira por uno o ambos extremos, más apretado queda».

Publicado el 16 de abril de 2021 en ElDiario.es

Si la cloaca revienta

Rosa María Artal

Detrás está la batalla por Madrid, que es la batalla por España y un modelo económico e ideológico con Ayuso y la ultraderecha oficial. Ahora les urgen dos temas claves: no perder el control del Poder Judicial y atrincherar Madrid como paraíso fiscal

Todavía no había comenzado oficialmente la campaña electoral para las elecciones autonómicas de Madrid y ya estábamos saturados. Si, dados los resultados que aparentemente se dibujan, hubiera que repetir elecciones dos meses más tarde llegaríamos al delirio. España, harta de tanto Madrid, debe saber que aquí se juega también su futuro. La guerra es a muerte y desde luego no se reduce al «éste dice, el otro dice», sesgado además, con el que se informa. Grandes intereses están en juego.

La batalla se está dando en los medios. Estamos hablando mucho de periodismo. Forma parte del todo y a todos afecta. Un grupo de destacados informadores se han mostrado profundamente ofendidos por aparecer en un vídeo de Unidas Podemos. Lo cierto es que –con alguna excepción que no debería estar ahí- son ellos de viva voz proclamando bulos e inexactitudes, o cargando las tintas contra esta formación. Se han sentido insultados por verse a sí mismos. En mi opinión lo que hace la mayoría de este grupo -y algunos más- es absolutamente indefendible y degrada el periodismo.

También en RTVE se han quejado por las críticas de Pablo Iglesias, manifestando que deben hacerlo muy bien cuando todos se quejan.  Atribuyen a condicionamientos ideológicos las críticas, a través del Consejo de Informativos. Lo expliqué con más amplitud aquì en mi blog.

El presentador del noticiario más visto de España opina entre informaciones para soltar: «Podemos insiste en su estrategia de propaganda más repetida. La de colocar en una diana a periodistas y medios a los que no controla y pretende atemorizar«. Y lo dice inmediatamente después de contar que el Supremo pide procesar a un alto cargo de Podemos. Es Alberto Rodríguez, el número 3 en el organigrama, pero no se aclara que el alto Tribunal rescata una denuncia por un presunto delito una manifestación de hace siete años.  Era el mismo día en el que López del Hierro, marido de Dolores de Cospedal, dijo ante el juez que investiga la caja B del PP que no era López del Hierro.

Nunca he entendido que se pueda atacar y hasta difamar desde la prensa sin que haya derecho ni a quejarse. Pero el movimiento corporativo es intenso en ese lado de la profesión. Son los que el periodista GerardoTece llama «La Sala Vip del periodismo«. «No podéis llamar por su nombre a lo que sucede (…) porque, sencillamente, vuestro asiento en la Sala VIP lo impide». Olga Rodríguez publicaba este lunes aquí un magistral artículo, «El activismo en los medios de comunicación«, sobre este momento del periodismo, con un amplio contexto como debe ser. «Hay periodistas que afirman que nunca se han sentido presionados. Seguro que no mienten. Los sillones del establishment son reconfortantes y además, son los oficialmente neutrales, el lado bueno de la historia». Somos muchos por fortuna, pero con menos influencia que ese lobby poderoso que copa los grandes medios. Tan estricto en su derecho de admisión.

Detrás está la batalla por Madrid, que es la batalla por España y un modelo económico e ideológico, con Ayuso y ultraderecha oficial. Ahora les urgen dos temas claves: no perder el control del Poder Judicial y atrincherar Madrid como paraíso fiscal.

Apostar por el Madrid de Ayuso, por esa España, les deja como parte con opciones en el reparto de ganadores o ganancias. Todo esto ocurre durante una pandemia que nos ha dañado profundamente en múltiples aspectos de nuestras vidas. Es brutal. Pero hay poderes que no se paran en daños colaterales.

Como escribe Olga Rodríguez, cito de nuevo, «El poder mediático de masas tiene un dominio similar al que sustentaba la Iglesia en la Edad Media. Es la elite que nos guía, que nos sermonea, que quiere influir en cómo tenemos que ser y pensar, que confecciona consensos».

El periodismo ofendidito pregunta a Fernando Simón si es cierto que Madrid falsea los datos, y él –en su línea de científico- dice que «no le consta». Pero ese periodismo no mira los datos de Madrid y lo publicado al respecto. Así funciona esto.

Madrid vuelve a liderar contagios, con una incidencia ya de 336/100.000, con Cataluña en 227/100.000. Sobre la media española de 199/100.000. Y tiene el 40% de las UCI ya ocupadas por enfermos de coronavirus. No se reforzó el sistema, ni en personal, ni en medios, si exceptuamos el almacén Zendal. Y además tiene toda la restauración abierta, también en interiores contra el criterio de Sanidad.

De otro lado, la tesis de que las restricciones hunden el PIB y la «libertad» de Ayuso sanea la economía no se cumple en la realidad: Madrid cae tanto como Cataluña, Comunitat Valenciana y Andalucía.

La lista electoral del PP a la comunidad de Madrid incluye hasta cinco nombres que aparecen en los sumarios de ‘Gürtel’ y ‘Púnica’. Y lleva un cuarto de siglo al servicio de los negocios de constructoras y acaparadores de servicios públicos, privatizados o en régimen de concesión. 

¿Todavía creen los comunicadores quejosos de las críticas que están informando a la ciudadanía y que el principal problema que tiene España es Pablo Iglesias especialmente cuando los nombra?

La crispación está haciendo irrespirable el ambiente. Beneficia a la derecha. Y todavía queda un largo trecho. El lunes se despidió de Twitter la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Hoy lo ha hecho la periodista Cristina Fallarás. Los insultos recibidos en esa red social son de un calibre inhumano, insoportable, inadmisible. «Aquí he aguantado incluso amenazas de muerte a mis hijos. Y aquí seguí porque era un medio de comunicación sin igual. Ya no«, explica. Algunas periodistas de elDiario.es y de otros medios lo sufren también en distintos grados.

Es como si la cloaca que alberga España estuviera en ebullición. Lo que sí sé es lo que expande cuando se desparrama. Si sigue ahuyentando el esfuerzo de informar contra el muro, contra la marea; el de hacer y trabajar por el bien común, va a quedar apenas un pantano hediondo sin vida sana. 

*Publicado en ElDiario.es el 13 de abril de 2021

Del corazón a la política: cuando el espectáculo aniquila

Hacía años que saltaba con pértiga en el zapping del televisor sobre los programas mal llamados del corazón y algunas circunstancias que concurrían en el caso de Rocío Carrasco Mohedano me han llevado a escuchar su historia y los flecos que la acompañan. Un universo sospechado pero no visto aparece entonces como una bofetada. Y muestra un hilo común que ha emponzoñado el periodismo, la política y a grandes sectores de la sociedad. A aspectos insospechados de cada día, al conocimiento científico como constatamos en los antivacunas que terminan dañando al resto por sus actitudes irracionales que ayudan a propagar los virus. El reinado de la opinión sobre asuntos que no son discutibles, ni respetables en su caso.

Es la primera vez que opino de algo así, pero es que lo que he visto me ha dejado muda. Sé el enorme empeño y la buena voluntad que han puesto algunas mujeres implicadas en la realización de esta denuncia, sus ganas de invertir tendencias y lograr objetivos dignos, pero es una tarea de enorme dificultad ante tantas inercias.

Rociíto, como es conocida, tiene 43 años y muestra en su desolación que su vida ha estado permanentemente expuesta en la plaza pública y que, no solo se aprovechó el vividor que vio en ella la llave de una existencia regalada, sino mucha más gente. Y a su hija le está pasando lo mismo. Se para la respiración al oír como vierte al dominio público vivencias tan íntimas –como parece hacen las estrellas habituales de ese show– porque el silencio de años no la ha liberado. Y sobrecoge ver a tal cantidad de voces gritando desde los platós que destripan personas durante todo el periplo de su tragedia. Y se constata su efecto cuando ves a Rocío abucheada en el entierro de su padre mientras la chusma le grita «fuera, fuera»,  sin conocerla de nada, influida por lo que ha visto y oído en la tele y otros medios. El producto a vender son seres humanos y algunos de ellos sufren de verdad. Durante años irreparables de una vida.

Se ha visibilizado el maltrato dicen, han aumentado las denuncias por violencia machista, añaden, mucho, un 61%. Bienvenidas sean, pero se precisan cambios mucho más profundos para que la tendencia se revierta y no sea fruto de un impacto. Y no es fácil conseguirlo cuando cada paso de estas personas se convierte en carne de cañón de nuevo y se opina y se discute y se culpa y se absuelve… quien no tiene el menor derecho a hacerlo. España es el país del mal menor para sus logros, de ahí que se mantengan secularmente los males mayores.

El formato se traspasó a la política. Tertulias que dejaron de ser confrontación de ideas diversas para convertirse en el mismo espectáculo que rompe la barrera entre la verdad y la mentira. Cambiando de producto para, en vez de personas, triturar, distorsionar y vender incluso la democracia y valores fundamentales. Porque el espectáculo siempre pide más. Pide personajes histriónicos, termina incluyendo a verdaderos despojos de la comunicación –que no el periodismo– a disuadir realidades que sí parecen esforzarse en presentar algunos periodistas. El objetivo principal no es clarificar. Todo es opinable, todo es cuestionable; todo, relativo. De ahí que se haya impuesto ya que el fascismo es una ideología respetable, que lo es el machismo, el racismo, la xenofobia, la aporofobia… la mentira. Y, salvo los dos últimos aún, son principios democráticos universales.

Y no son ya solo las mesas de tertulia, el mal ha llegado a las portadas, a los artículos, a algunas homilías matinales de las radios, a informativos de gran audiencia, donde muchos espectadores se sientan a ver cómo el presentador le da un repaso, un zasca, o le deja un recado, en las nuevas terminologías orwelianas, al enemigo o punch de feria –que suele ser el gobierno o Podemos más en concreto– en un espectáculo en el que solo faltan las palomitas. Sus fieles más entregados no distan mucho de los que salieron a abuchear a Rocío Carrasco en el funeral de su padre. Ése es el problema. Los sectores sociales que se cultivan con estos métodos.

Nos preguntamos una y otra vez cómo hemos llegado al punto de degradación en el que nos encontramos en España y en otros lugares del mundo, ciertamente. EEUU nos lleva aún ventaja. Los británicos saben que sus tabloides son tabloides no periódicos serios, aquí hay una amalgama preocupante y grandes sectores de la sociedad incapaces de discernirlo. De hecho, las tendencias ultras han llenado de fake news la información y volvamos a insistir en que, como explicaba entre otros el periodista Ignacio Ramonet, las noticias falsas se difunden diez veces más rápido que las verdaderas; e incluso desmentidas, sobreviven en las redes mucho más tiempo que las reales porque se siguen compartiendo sin ningún control.

Influyen por supuesto otros grandes factores, el impacto de la revolución digital y de las redes sociales, la crisis de la prensa escrita, la multiplicidad de ofertas informativas a las que se suman más cada día, el propio sistema ultraliberal que no se atempera ni con pandemia. Una generación de youtubers y streamers, muy variopinta, están captando la atención de numerosos jóvenes y no tan jóvenes que ya no enchufan la tele ni por casualidad. Nuevas formas, viejos vicios. PP y Vox, por cierto, compiten por el voto joven en YouTube. La tertulias han sufrido una drástica bajada de audiencia. Pueden darse por contentos los que suman 700.000 telespectadores, incluso en prime time nocturno, pero sus contenidos más llamativos se propagan en Twitter, etc.

El esquema ya se ha fijado, parece haberse asentado la atracción por el morbo y el cotilleo, incluso en acciones políticas, por encima de la información rigurosa, tan imprescindible o más que nunca en un mundo al que la pandemia ha dejado con grandes necesidades reales. Ese espectáculo en el que en lugar de dar las noticias en titulares se dice «lo que sabemos» de tal cosa, apelando a la curiosidad. El que ha alumbrado a personajes tan siniestros e impostores como Isabel Díaz Ayuso o a Toni Cantó, por hablar de España.

Los sucesos de Vallecas el miércoles son el escaparate del problema. El mitin de la ultraderecha que va a provocar donde no le quieren como hacen sus correligionarios de otros países. Las provocaciones. Los altercados. Las cargas policiales. Las culpabilizaciones opinables que dejan fuera a los hechos. El blanqueamiento del fascismo. La distorsión del concepto violencia que no se limita a la física más visible.

Varios periodistas fueron agredidos por los antidisturbios. En el caso de Guillermo Martínez. colaborador en varios medios, tras decir que lo era, que era periodista. Tiene una fuerte contusión en la espalda.

Javier Portillo del El HuffPost fue golpeado, según declara, por la seguridad de la candidata de Vox Rocío Monasterio. Su jefe de comunicación dijo que «no le daba ninguna pena» por lo que cuenta su periódico. Alfonso Armada, Presidente de la Sección Española de Reporteros Sin Fronteras, muestra su inquietud por estos ataques que no suceden solo en España. Y que también los propinan algunos ciudadanos irritados, metiendo a todo el periodismo en el mismo saco muy injustamente. Fomentar la crispación tiene estos resultados.

Donald Trump, como sus correligionarios, se especializó en insultar al buen periodismo y alabar al que le era afín y poco fiable. La ultraderecha española hace lo mismo. Como pura anécdota les diré que Isabel Díaz Ayuso me bloqueó en Twitter antes de llegar al cargo siquiera.

La basura que no se sabe tirar en el contenedor adecuado ha calado en la sociedad. En España los desmanes del mal periodismo los pagan precisamente quienes se esfuerzan por informar en serio. Los increpadores de entierros consideran por igual a los desechos de las tertulias que al resto de los periodistas. Y desde luego entre esos especímenes y, por ejemplo, los freelancer  que se dejan la vida para informar de conflictos internacionales –por situar los extremos– hay un abismo. Muchos españoles entre ellos.

No todo es opinable porque existen valores esenciales que no admiten cuestionamiento. El fascismo no es respetable ni comparable a ninguna otra ideología, porque es la única que va contra derechos humanos básicos. De entrada. Nada que ver con los errores que puedan tener en su funcionamiento otros sistemas. El derecho a la información es otro de los valores esenciales que se están diluyendo. Divertirse es una de las actividades más sanas que puede desarrollar el ser humano, pero se deberían evitar los espectáculos que degradan y maltratan a las personas, a las ideas, a la dignidad. Porque también ahí se han borrado las líneas divisorias.

*Publicado en ElDiario.es el 13 de abril de 2021

«Perdón, señorita, perdón»

Ayer, en una calle del barrio madrileño de San Blas-Canillejas, una anciana se acercó a advertirme que no girara hacia la calle a la que me disponía a hacerlo: «Perdón, señorita, perdón, no entre, hay un camión y en un buen rato no podrá pasar, perdone», me dijo como azorada por haberme abordado. Miré. Era como decía. Le di las gracias, y le aseguré que ese favor era lo opuesto a algo por lo que tuviera que pedir perdón. Pero, luego, durante toda la tarde estuve pensando en que probablemente esa mujer llevaba pidiendo perdón toda su vida. Y sin haber causa para ello. Y sí para que otros le ofrecieran sus excusas a ella. Lo que habrá padecido como mujer y como española en décadas. Lo que tantos han experimentado.

Igual no era el caso, pero ese «perdón, perdón» aviva en la memoria la larga historia de la precariedad y las servidumbres a quienes se aprovechan. En todas partes, en España desde los ancestros. Mi abuela. Viuda. Sacando adelante sola a sus dos hijos de muy corta edad. Sus «señoritos» que querían convertir a su familia en unos Santos Inocentes, como en la novela de Delibes, llamando a la chica ya adolescente, a Mari, «a servir» a su casa. Era eso: a servir. Pero la que sería mi madre dijo no y se fue a una fábrica de galletas. Y luego la guerra. Y una trayectoria casi ya centenaria en la que los ganadores siguen imponiendo –a través de sus esquejes familiares y sus redes- su clasismo, su ideología, su brutal ignorancia, su falta de respeto y de escrúpulos. Y no se entiende ni cómo se tolera, ni cómo hay tantos que casi les piden disculpas. 

Porque no de otra forma se explica a la derecha española, a lo que hace y a la impunidad con la que lo hace. Dos presidentes del Gobierno y del PP testifican ante la justicia por la caja B de su partido, de cuya certeza hay hasta sentencia de la Audiencia Nacional, ratificada por el Tribunal Supremo. Caja B y maniobras sucias para taparla. Pero Aznar y Rajoy no recuerdan nada, ni siquiera que acaban de jurar decir la verdad y toda la verdad. Y otra vez la prensa a su servicio obviando un tema tan grave en sus noticias. Entre las que habrá con seguridad tinta de calamar para enturbiar el prestigio de sus adversarios. Es lo de siempre, cada vez más flagrante. El policía de la caja B ha relatado ante el juez que el jefe de la brigada «política» del PP boicoteó su investigación sobre la financiación irregular del PP con un traslado forzoso. Recordemos que Rajoy se deshizo también de la cúpula antifraude en plena investigación del caso Gürtel, ya en 2013 apenas iniciado el proceso. Y que va para tres años que el PP mantiene caducado el CGPJ, negándose a renovar la cúpula del poder judicial porque le favorece. Lo asombroso es cómo la sociedad acepta esto, qué justificación se otorgan sobre todo sus votantes.  

Es de tal calibre el emplasto de este país que leemos, sin que mueva montañas, que los cuatro concejales de Cs que han votado a favor de la moción de censura en el Ayuntamiento de Murcia tuvieron que recluirse en un hotel durante las horas previas a la sesión para evitar las injerencias del PP. Ese traficar impúdico con los diputados que se ha dado para el gobierno de la comunidad murciana. Y no se trata de una lucha por el poder, sino de avalar turbios asuntos de corrupción, según se denuncia.

Y no pasa nada. Nadie nos pide perdón siquiera por tanto y tanto grave. Por unos hechos repetidos que en una sociedad sana llevarían a repudiar a un partido tan infectado de corrupción y de una sin igual desfachatez para obviarla.

Cada día nos preguntamos cómo es posible que Isabel Díaz Ayuso pueda volver a ser candidata a la presidencia de Madrid sin haber rendido cuentas al menos por la masacre de las residencias a su cargo. Periodistas muy rigurosos han informado de lo ocurrido con detalles realmente espeluznantes, organizaciones como Médicos sin Fronteras también. ¿En cuántos países andaría Ayuso como si nada hubiera pasado y sin que la prensa y radiotelevisión generalistas no sean un clamor de denuncia sino que incluso la promocionen? ¿Conocen ustedes alguno donde esto ocurra?

No le faltaría al gobierno de Madrid más que la ultraderecha genuina, tan extrema como el PP local en realidad, al que encima ahora suman la flor naranja del desprestigiado y cambiante Cantó. Se pide el voto para el centro descompuesto desde otro partido, en el empeño del candidato del PSOE de apelar a los votantes de Cs para que sigan entregándoles su confianza, la que tanto ahínco han perdido. El centro-izquierda desiste de ir junto a las elecciones del 4 de mayo pese a la amenaza que se cierne -sobre los ciudadanos, que son quienes importan- de verse en las manos de una extrema derecha radical que es puro trumpismo. Y se traga -porque lo dicen Ayuso y Almeida- que el turismo extranjero de borrachera viene a ver museos. Empiezan a llegar las encuestas que cada vez -en mi opinión- sirven más para orientar el voto que para reflejar intenciones con mayoría holgada de PP y Vox. Ayuso y Monasterio. Las técnicas de promoción son calcadas de Trump y calan en un determinado tipo de votantes.

Y es que al final nos hemos convertido en una mezcla de tragedia y sainete. Este es un país en el que la derecha enarbola la España de la que se aprovecha y se queja de los pactos de izquierdas cuando, como advirtió el gran Nicolás Sartorius, comunista y aristócrata, represaliado del franquismo: «En la Transición pactamos con quien nos fusilaba». ¿Qué más se puede dar por bueno, verdad? Será que siguen ahí. Será.

Cuesta creer que el gobierno progresista que tanto costó formar no pueda o no quiera afrontar las desviaciones que sufrimos en este país, las de fondo. La impunidad de quienes parecen exigir libertad para que operen los tramposos, las aves de rapiña, los desaprensivos, los verdugos. Y que tampoco suene potente, enérgica, inapelable, la sociedad que se muestra ahora incapaz de verlo o de reaccionar o de exigir que lo hagan quienes deben hacerlo. Que haya incluso quienes se tragan ruedas de molino descomunales sin saber por qué luego les duele la garganta y el estómago, y el alma a los demás. Y no nos piden ni disculpas, si de algo sirvieran. Lo que cuentan son los hechos.

Me quedé con ganas de abrazar a la anciana que con tanto cuidado trataba de enderezar lo que estuviera en su mano, aunque fuera algo tan simple, y decirle que no tenga miedo por más tiempo. Que es hora de enfrentar el problema con racionalidad y fuerza, sin pedir ni permiso, para salir de la deriva a la que nos abocan. Ahondar en ese estigma que cargamos.

*Publicado en ElDiario.es el 26 de marzo de 2021

*Otros artículos, incluso los no publicados en este blog en mi perfil de ElDiarioes.

Puente de plata a la ofensiva ultra

España vive estos días un auténtico festín ultra. Lejos de amainar la tendencia, crece. Y cabe temer a dónde conduce este ascenso en volandas, dado que no es precisamente una escalada de esfuerzos. No hay apenas viento en contra a no ser el del feminismo y es precisamente lo que más se ha tratado de maniatar. No entendemos lo que se está dejando pasar con toda impunidad, lo que se prohíbe y lo que se autoriza, pero sí se advierte una batalla soterrada de fuerzas que van ganando los expertos en trampas.

Empezamos por el machismo (y el fascismo) que tomaron en sus fauces el feminismo este 8M y ayudados por la decisión del Delegado del Gobierno en Madrid, que prohibió las manifestaciones «por salud pública». Mientras las imágenes se llenaban de hinchas de fútbol amontonados o del turismo francés de borrachera que alienta Ayuso. Es el mismo delegado que autorizó la soflama nazi recientemente, como ya sabemos. El Tribunal de Justicia de Madrid, en su línea, secundó la prohibición. No fue «la justicia la que las prohibía», como decían los medios, no en ese orden. El equipo funciona perfectamente engrasado. Añadamos dos retenciones por leer un manifiesto y ataques ultras diversos.

Como el del Mural feminista de Ciudad Lineal. Tacharon las caras de las mujeres reflejadas de gran relevancia histórica, desde Rosa Parks a Frida Kahlo, Angela Davis o Rigoberta Menchú. No había vigilancia, la Delegación del Gobierno no la envió a pesar de que la diputada de Vox Macarena Olona había marcado la directriz días atrás, este mural es un símbolo, y el 8M era el día perfecto para la acción. Esta incitación al odio y la violencia también permanece impune.

¿Cómo es posible que el gobierno de Pedro Sánchez mantenga como su delegado en Madrid a Franco Pardo? O a García Marlaska en Interior. ¿Cómo sigue la Fiscal General sin dar explicaciones de sus reuniones con las cloacas?

Del flanco conservador oficial, salía la presidenta de Madrid, Díaz Ayuso, prohibiendo que la ministra de Igualdad, Irene Montero, acudiera a un colegio para evitar «adoctrinamiento». Es grave y queda impune como todo en cuanto a la presidenta de Madrid se refiera, la igualdad no es ideología sino Derechos Humanos. Autorizó Ayuso en cambio que fuera a otro centro el ultraderechista Ortega Smith. El alcalde de Madrid, Martínez Almeida, que lo es gracias a Vox y Ciudadanos, ve «profundamente beneficioso» que estudiantes «no tengan que escuchar» a Irene Montero: «Han salido ganando». Y un par de concejales del partido que tiene a Villacís de vicealcaldesa se apuntaban al feminismo «de todas».  «Si queremos evitar más episodios como éste debemos trabajar por un feminismo de todas, sin exclusiones«.  El viejo y terrible «si es que van provocando».

En el resto de España el 8M no tuvo trabas, a no ser las consecuencias del odio antifeminista que se inocula en la sociedad. Un hombre atacó a cinco mujeres con gas pimienta durante la manifestación en Barcelona. Y escribo de esto hoy porque no es problema de un día. De hecho, la vandalización de símbolos continúa porque goza de total impunidad. Este martes, 9, en Getafe. Y otro más en Huelva, recién pintado.

No es solo el feminismo, es la Memoria histórica y la cultura, como hemos visto de la mano del Ayuntamiento de Almeida en Madrid, es la democracia. Lo que quieren tachar y destruir son los derechos.

¿Y la salud? Se atreve a reincidir Pablo Casado en sus acusaciones al 8M ¿Cuántas muertes se habrían evitado sin las marchas de 2020? dice. Aunque hasta el Tribunal Supremo hubo de pronunciarse y rechazó que fueran achacables al 8M, el involucionismo español lo lleva agarrado entre los dientes como cuestión ideológica. Es el PP, el partido que con más saña ha precarizado la Sanidad Pública y eso sí causó muertes por coronavirus al verse saturado el sistema. El de los geriátricos de Ayuso con ancianos sujetos a las camas a los que se impidió ser atendidos en hospitales. Y ahora mismo ¿qué se busca con el turismo de bares y la ralentización de vacunaciones? ¿Su pulso político llega a este punto? Es todo tan flagrante que resulta irresistible.

Y ahí siguen. En olor de cloaca mediática. Y judicial en algún caso. En este país que detrae recursos del Estado en empecinarse en causas contra enemigos políticos de esa derecha que acaban en nada y son largamente amplificados en los ecos de los repasos, recados y zascas. Y tampoco conlleva responsabilidades.

¿A quién beneficia esta permisividad? ¿A quién tanta ilógica contra natura? Ruido de mareas profundas sí se advierte. De experiencias similares, España podía haber optado por combatir el fascismo como la Alemania dirigida por la conservadora Angela Merkel, pero parece abandonarse al destino que marcan problemas enquistados como en Brasil. Extremos en este caso. El expresidente Lula Da Silva acaba de ser exonerado del lawfare que le montaron, tras cárcel y muchos sufrimientos. Del país también, de su sociedad. Entronizar a Bolsonaro ha sido consagrar la barbarie, el destrozo de la salud al punto de –en combinación con la pandemia- producir casi una limpieza étnica de los más desfavorecidos dejados indefensos ante el coronavirus.

Pero sobre toda esta sinrazón las preguntas claves a responder son para determinar a quién beneficia, por qué no se mueven, a dónde conduce.

El PP se atrinchera y Moncloa cede

Es uno de los escándalos más graves que pueden darse en una democracia que merezca tal nombre. El Partido Popular vuelve a negarse a renovar el Consejo del Poder Judicial, cuya composición le favorece y mantiene sin pudor caducado durante tres años de resistencia férrea. Se juegan mucho. Esa veintena de vocales nombrados a dedo por el poder político disemina nombramientos, a dedo también, en numerosos puestos claves de la justicia. El CGPJ debía haberse reestructurado a su tiempo con la nueva mayoría política pero no le dio la real gana y ahí sigue decidiendo quién es apto y no apto para sus intereses. Y lo consigue de nuevo.

No es ni mucho menos la primera vez: son 25 años de bloqueo del poder judicial ¡25 años! –como escribía Ignacio Escolar– que le han permitido nombrar a la mayoría de jueces del Tribunal Supremo y las Salas que decidían sobre sus casos de corrupción. En 2006, el PP también se negó a los cambios y se mantuvo en sus trece para no perder ese poder. Solo se desbloqueó cuando Zapatero aceptó a Carlos Dívar, un ultra de moral pública en extremo relajada, en la presidencia.

Claramente el PP de Casado está haciendo lo mismo sin que salten las costuras de este país que se empeña en proclamarse democracia plena a pesar de estos graves desajustes. Vetar a José Ricardo De Prada, un magistrado de enorme prestigio, porque les sentenció en la Gürtel, es la demostración. Si se admite tan estrepitoso fallo del pilar de la justicia, el auténtico Estado de Derecho se tambalea. Pero los apéndices mediáticos del PP prefieren andar buscando motas en el ojo del Gobierno y en particular del socio minoritario. Y ponerles una lupa de aumento hasta la extrema distorsión.

Parecía que la renovación estaba cerrada en un pack que incluía otro de los temas atascados: el Consejo de RTVE. Pero aquí hemos vuelto a constatar otro agujero del país en el que vivimos. El PP, como sabemos, ha colocado ahí a dos de sus piezas más intragables. Los demás partidos también han metido sus bazas y han vuelto a dejarlo como otro órgano primordialmente partidista. Tres años de interinidad de mando único de Rosa María Mateo, por un error en la votación, vaya por dios, que no se repitió, vaya por dios, no se merecían este resultado. Las últimas gestiones y algunas endogamias han llevado a RTVE a unos resultados de audiencia lamentables, pero solo para los nostálgicos de la televisión pública, del periodismo sin etiquetas, porque al resto no les importa absolutamente nada. Y es una lástima porque se precisa información rigurosa y que no venda banalidad.

Al PP no le preocupa controlar el poder informativo, ya lo hace por su cuenta, pero el judicial es sagrado. El tamaño de su desfachatez se crece cuando sale Pablo Montesinos a pedir «a Sánchez que arregle sus líos internos«, desde el infinito lío que este PP causa a la sociedad. Un partido sumido en la corrupción exige que Unidas Podemos sea excluido en el acuerdo de la justicia, y por De Prada no pasan. Recordemos que se vienen negando desde 2018 y que entonces no estaba UP en el Gobierno. Aterrador el apunte de Antón Losada: «En Moncloa dicen que están muy contentos porque ha quedado claro que es el PP quien no quiere llegar acuerdos de Estado».

Lo corrobora la presidenta del PSOE dando por hecho el fracaso de la renovación del CGPJ, sin más, y aplaudiéndose por el de RTVE. Las buenas intenciones sirven sin duda para lo que el PP decida en sus políticas -nos gusten o no- pero dejan fuera lo que está haciendo con el poder judicial porque esto es una grave anomalía democrática.Así no se logra la confianza de los ciudadanos. Sin duda están los porcentajes exigidos, tres quintos, de apremiante revisión con la actual estructura multipartidista del Parlamento. Pero contra el juego sucio caben todo tipo de estrategias; todas, menos la complacencia. José María Aznar vuelve a salir de ultratumba para desnudar el alma ultraderechista del PP cuando pide que se una a Vox si no quiere extinguirse. La derecha está en sus horas más bajas y solo se miran y amplifican las divergencias en el Gobierno. Que existen, por supuesto, mientras se trabaja más de lo que parece. 

Cuando se llega a los cuatro millones de parados otra vez, como acabamos de saber, lo mínimo que se requiere de la información es recordar que hay una pandemia con la primera paralización mundial de la actividad económica en toda la historia, que millones de personas han caído en la bolsa de la pobreza por ello por todas partes y que España padece graves patologías previas. Desde el errático modelo productivo -reducido a sólo el turismo y el ladrillo-, a los gobiernos para las élites, o la corrupción en puntos troncales. El Partido Popular ha sido y es parte fundamental de la vulnerabilidad de hoy. Y es que los cimientos torcidos –no digamos los podridos- derivan en muchos males. Y ya está bien. Si el gobierno más progresista que España puede permitirse con todo el lastre que lleva encima no consigue cambiar realmente este panorama el futuro social es tan preocupante como parece.

Vuelven a sonar los cantos de sirena de ese gobierno soñado de las buenas gentes neoliberales del PSOE con el PP, que se avendría a lo que fuera con tal de salvar el cuello y con ese toque fascista tan español. Pero es que estamos todos los demás, muchos ciudadanos inequívocamente demócratas y cuantos precisan políticas decentes para el bien común. Gentes obstinadas aún que votan lo que quieren, que no es bipartidismo, que no es centralismo cerrado, ni viejas reliquias.

Repetir las elecciones en 2019 implicó que el PP se recuperara (algo) de la debacle que le había dejado con 66 diputados y un agujero, calibre sima profunda, en las cuentas oficiales. La ultraderecha, contenida por el voto útil de abril, se duplicó en noviembre, colando a 52 decisivos diputados, frente a los 24 que tenía. La sociedad entendió lo que Ciudadanos representaba y los dejó en mínimos. El PSOE hubo de pactar –tras chocar varias veces contra la evidencia y sin ganas- con Unidas Podemos si quería gobernar y aceptar los votos que la España rancia detesta. No hay otra por el momento, al menos por vías democráticas. Y limpias.

Lo que no se puede tolerar es la sensación de juego partidista y electoral en asuntos clave para el Estado de Derecho en España. Y no puede funcionar con una justicia secuestrada por un partido corrupto. No puede. No funciona así. Lo vemos. Lo sentimos. Lo padecemos. Ni con el eterno consuelo del mal menor de quienes se conforman con hacer menos de lo imprescindible. Vivimos tiempos duros que exigen métodos valientes, en los hechos y en las actitudes.

Publicado en ElDiarioes. el 2 de marzo de 2021

Ataque generalizado a RTVE y sus informativos impecables

Os confieso -esto es mi blog- que me ha entrado una duda de entidad: si dejo la profesión del periodismo o soy todavía más clara, si cabe, con quienes hacen en mi opinión un mal uso de él. La que ha sido durante décadas mi casa, RTVE, atraviesa un mal momento. Con las audiencias en mínimos, en torno al 8%, al nivel de la media de las autonómicas. Tras 3 años de dirección provisional de la Administradora Única, Rosa María Mateo, parecían haber entrado en el desconcierto. A punto de comenzar el nuevo equipo salido del acuerdo entre partidos, de nuevo, entre quienes se presentaron a concurso y ratificados por ambas cámaras del Parlamento, RTVE afronta una nueva etapa.

Han sufrido una serie de errores en programas, rótulos y esas cosas que seguramente conoceis. Hasta llegar a dos entrevistas en días consecutivos a Toni Canto, el político mutante ahora en las filas del PP de Madrid, y a Pablo Iglesias. Cantó, en su línea, acusó de falta de independencia a los informativos en La Hora de RTVE. Al parece el intenso sesgo conservador que practican no le parece suficiente. O la falsa equidistancia que siempre va a favor del agresor. Este viernes, con Pablo Igleisas sucedió esto

Siempre tropezando con el C.C.O.O, el Sindicato Comisiones Obreras respondió esto otro:

Distintas voces, muy asentadas en general en el corporativismo, se han quejado de las críticas que desde luego no se reducen a estos incidentes, sino a una línea continuada. Yo misma, soy muy crítica por lo mucho que me duele ver el deterioro de la televisión pública que considero tan necesaria. Seguro que estoy incluida en las quejas de los que se sienten agraviados. El Consejo de Informativos ha emitido un comunicado.

Del conjunto, hay un párrafo especialmente emotivo.

Participan de la extendida creencia de que «cuando todos nos atacan es que lo estamos haciendo bien». No es así, hay diversos motivos para expresar ataques o críticas, que no es lo mismo. Que Toni Cantó o el PP o Vox se quejen cuando están permanentemente en pantalla no es lo mismo que quienes son ninguneados o atacados. Y tampoco es de recibo pensar que las quejas de cualquier ser humano, y de periodistas, se mueve por motivos ideológicos y no profesionales. Acusar a otros, además, de móviles ideológicos si se mantiene el tradicional lobby bipartidista de TVE tampoco es muy presentable. En el fondo es una autojustificación en exceso benevolente consigo mismos.

Voces de desagravio, han asegurado que TVE hace unos informativos impecables. Algunos profesionales, sí, sin duda. Otros no, y la línea en general de la sección política deja mucho que desear. Yo lamento enormemente lo que veo. Me parece que no es impecable abrir el Telediario con esta pizarra sobre el famoso informe de la Guardia Civil dirigido por Pérez de los Cobos, pleno de bulos y basados en gran parte en recortes de periódicos (cloaqueros), que la propia jueza tan interesada en sacar adelante esta investigación para culpar al 8M de la extensión de la pandemia se vio obligada a desestimar y sobreseer finalmente.

Podría ser exhaustiva porque me inquieto a menudo por estos tratamientos, pero puede basta añadir otro ejemplo de informativo impecable. Ocurrió en Septiembre cuando el gobierno decide que Felipe VI que no acuda a la entrega de diplomas a la nueva promoción de jueces en Barcelona. Sobrevuelan como causa problemas de seguridad por la probable inhabilitación de Quim Torra como president de la Generalitat de Catalunya, como terminaría sucediendo días más tarde. La prensa conservadora montó en cólera. Tradicionalmente presidía el acto el Rey pero no siempre. Cuando imputaron a la infanta Cristina no fue. La Casa Real se permite comunicar que el Rey quería ir pero no se lo autoriza el Gobierno. El Consejo del Poder Judicial, caducado,, se proponía, según difundía la prensa, ¡amonestar! al Gobierno y expresarle su malestar. El Telediario abrió esta vez con la ausencia del Rey y este rótulo, porque Iglesias y Garzón había criticado la actuación del Rey.

Ejemplos hay infinitos.

Son tiempos delicados en muchos sentido, más con una campaña electoral en la que nos jugamos tanto los ciudadanos de Madrid. Y sin duda hay gente que critica a TVE cargando las tintas desde posiciones ideologizadas que dice el Consejo. Pero eludir la pura realidad es grave, muy preocupante. Porque objetivamente no lo están haciendo bien. No dan contexto. Se limitan a poner el éste dice el otro dice sin aportar los datos de quién tiene razón. Yo les pongo, en twitter, esto de la ventana que les enfada mucho. Y no solo a TVE que dentro de todo tiene los mejores informativos en un panorama bastante chungo.

Hoy también escribía en ElDiario.es sobre el periodismo, las tertulias, como se ha contaminado todo.

A mí me parece que la información es esencial y un derecho esencial de los ciudadanos. Pero con todo al final me he quedado pensando ¿y si soy yo la que creo dedicarme a una profesión que apenas existe?

Vamos que ahora es como los que en «Fahrenheit 451» creían ser bomberos y en realidad estaban prendiendo fuego a libros.