
En mi reciente visita a Granada (a las jornadas de blogs y medios) me escapé a ver la Alhambra. Viene siendo una necesidad imperiosa dar un paseo por el gran complejo nazarí cada vez que visitó la ciudad. Previamente, desde Madrid, tuve que adquirir una entrada en La Caixa, eligiendo horas libres de las visitas programadas. La riqueza arquitectónica del palacio sigue imperturbable, y continúa asombrando por su perfección, pero no fue lo mismo.

Día laborable de un mes de Abril. Por la tarde. No es temporada alta y, sin embargo, hay inmensas colas para entrar. Recorrido en rebaño. Apenas pude hacer una foto sin gente en esos arcos donde tengo –o tenía, que no las encuentro- muchas, sentada en el borde, para mirar el paisaje sin impedimentos, y sin prisa, porque otro cupo aguarda para entrar. Ahora ni siquiera se puede pasar, una barrera lo impide. En el Patio de los Leones no hay ni leones porque los están restaurando, y el Generalife de mis sueños parece más encorsertado y repulido que nunca. Muy cuidado, es cierto, pero con parte de su alma robada. No os digo más que los nenúfares estaban muertos. Habráse visto 🙂

Uno de los primeros viajes turísticos de mi vida fue a las cuevas de Altamira. Me llevaron mis padres. Y no sé si un día el alzheimer borrará el recuerdo -hasta ahora indeleble- que me produjo contemplar las pinturas rupestres de aquel templo del Paleolítico superior. Me pareció que los bisontes rezumaban sudor, respiraban, vivían. Una percepción sensorial. Y entendí, quizás por primera vez, que el ser humano precisa expresarse en cultura sean cuales sean sus condiciones ambientales. Que el arte es innato al hombre. Creo que pensé: a pesar de los pesares, somos buena gente. Al menos, lo he creído después.

Luego se cerraron al público. Construyeron una réplica, un parque temático artificial. Las personas resultamos peligrosos agentes contaminantes, lanzamos microorganimos nefastos al respirar, y en Altamira se han encontrado ya hasta hongos, como ha sucedido en las de Lascaux (Francia), que, incluso, han horadado la roca. En el caso de Altamira las pinturas estaban allí desde al menos 9.000 años antes de la era cristiana, el problema ha sido la masificación. Ahora el gobierno de Cantabria se propone reabrir las cuevas, cuando los técnicos lo desaconsejan.

La cultura se ha democratizado –que diría un periodista, un político-, y la tercera edad internacional, especialmente, se monta en autobuses y recorre los lugares turísticos viendo los monumentos, a todo correr, a través del visor de su cámara digital, -casi como en la réplica de Altamira-, en lugar de quedarse en casa contemplando su artrosis. Estupendo. Pero no sé. Igual hay que crear más fuentes de cultura, igual hay que irse muy lejos como José Antonio adonde existen maravillas que casi nadie ve.
Cuando escucho en la radio un anuncio del Teatro Häagen-Dazs Calderón, lanzó un respingo. Creo que hay otro que se llama Movistar Rialto. Yo, ya digo, compré mi entrada para la Alhambra en La Caixa. Y, no sé si poseo una desconocida faceta carca, pero me digo: no es esto, no es esto. Somos demasiada gente, son demasiadas empresas vendiendo.
Creo que empiezo a añorar cuando íbamos seis personas en un utilitario, y sin cinturón de seguridad, por carreteras imposibles y sin siquiera doble vía. Cuando se fumaba hasta en los hospitales. Y el dentista te sacaba la muela con el instrumental que había utilizado con un infeccioso o el enfermero ponía la inyección tan sólo hirviendo la aguja en alcohol. E ibas al colegio andando, sin que papá te llevara en coche por la mañana –dejando el automóvil en doble fila- y mamá te recogiera por la tarde –haciendo lo mismo-. Y nadie disponía de móvil, y podía perderse durante horas sin que le controlaran. Hoy termina por ser un desafío… comerse un yogur caducado. En ese punto hemos perdido libertad… y madurez.
Va a ser que, como Susanita, la amiga pija y tonta de Mafalda, “Amo a la Humanidad, lo que me molesta es la gente”. Ciertamente la prefiero de una en una, o en pequeños grupos.

La Alhambra desde el Mirador de San Nicolás (en día nublado que disuade la masificación de la "puesta de sol")





