Que me lo arreglen otros

Las desmesuradamente aireadas primarias del PSOE en Madrid han revelado que en toda la Comunidad hay 18.000 afiliados a este partido y que ni siquiera todos acudieron a votar para tomar una decisión significativa. Cuenta Miguel Ángel Aguilar –alarmado por la misma cuestión- que los militantes con carné del PP han llegado a los 90.000 en Madrid. Que son 700.000 en toda España, frente a los 360.000 del PSOE y los  55.000 de Izquierda Unida. Las cuotas de los socialistas representan 6 euros al mes, dice Aguilar, salvo los cargos públicos que cotizan en función de sus ingresos (aunque parece que no pagan más de 20 euros mensuales).

Ignacio Escolar encontró hace poco un informe de la Comisión Europea en donde se mostraba que España es uno de los países con menor afiliación sindical (el 15% frente al 25% de media con más del 70% en Suecia y Dinamarca) y con mayor número de empresas inscritas en las patronales (el 72%).

De estas canteras se nutren los cargos (políticos, sindicales o empresariales). Todo ello explica muchas de las situaciones que padecemos. Sus picos significativos son éstos, en mi opinión:

  • Escasísimo compromiso de los españoles por las cuestiones de todos.
  • Mayor en la derecha y en la patronal que en la izquierda o las uniones de trabajadores.
  • Peligrosa endogamia.

Puede que hayan sido los males seculares de España…

  •  40 años, uno tras otro, de tutela franquista que nos trató como súbditos con debilidad mental, creando una inercia que tardará en irse.
  • La recurrente falta de educación de la ciudadanía que induce actitudes profundamente egoístas.
  • Ver la obsoleta y jerárquica estructura de las organizaciones que disuade de participar en ellas. Salvo, como vemos, en las empresas.

En las formaciones de izquierda aparecen como grupúsculos (comparados con los votantes) que se guisan y se comen –sin duda echando sal a los dulces, y azúcar a los salados por fastidiar al rival- un pastel que debiera competernos a todos. Todo fruto de la endogamia. Apenas 500 votos han separado a Tomas Gómez de Trinidad Jiménez y el hecho ha ocasionado un terremoto que hace temblar los cimientos de La Moncloa. Poco más de 7.000 personas han tomado una decisión que termina afectando a todo el país. Aunque siempre sea mejor a que lo haga una sola persona, una camarilla o los miembros de una ejecutiva.

Los movimientos vecinales están prácticamente muertos. Proliferan en cambio minoritarias asociaciones eufemísticamente llamadas –en muchos casos- “sin ánimo de lucro”, ávidas de subvenciones públicas, para reunirse de vez en cuando y hacerse chapitas y carteles con su nombre. Como casi todo lo que ahora sucede, esta situación ha sido promovida desde los poderes varios, pero la sociedad no se libra ni mucho menos de culpa. Huímos del compromiso, por las razones que sea, dejando en muy pocas manos lo que se dispone para todos. Es decir, la antítesis de la democracia.

En otros países no sucede lo mismo. La implicación en los destinos del conjunto de la sociedad es mayor. Y se nota.

  Entono la primera el «mea culpa», no tengo inconveniente. Jamás he estado afiliada a un partido o sindicato. Creía que el ejercicio asalariado del periodismo e incluso el no remunerado, me impedía suscribir una militancia que condicionaría mi independencia. Y los sindicatos están adscritos a partidos. En el fondo, ocurre también que soy más bien ácrata. Participo en algunas asociaciones, las que he encontrado más acordes con mis ideas y más efectivas en el marasmo que os contaba. Por ejemplo, ATTAC, Amnistía Internacional (ninguna de las dos recibe subvenciones públicas, se costean con cuotas), o varias ONGs de «medicina del mundo«. De la Europa en Suma que creé me echaron para convertirse en sucursal de la UE oficial.

  Os animo a empezar por algo. Pero la solución final es que nos impliquemos más, que cambiemos las estructuras del sistema con la masiva participación en sus cauces. O creemos nuevos si encontramos viciados los que existen. No son de recibo estos datos de los que hoy hablamos. Insisto en que no es así en otros países que han logrado mayor bienestar del conjunto, todos los ciudadanos se benefician. El patriotismo es eso, no lo que nos cuentan.

22 comentarios

  1. Bravo!

  2. Querida Rosa, creo que has metido el dedo en la llaga, la falta de compromiso y de implicación es el gran problema de esta sociedad. Al menos en Madrid, se ha perdido totalmente el tejido vecinal, que creaba redes de colaboración y apoyo, la política se hacia de forma espontánea en la calle. Ahora el individualismo, el aislamiento nos hace desconfiados y egoístas. Es necesario promover el cambio, involúcrarnos. Para eso hay que empezar, buscar los puntos coincidentes y dejar al margen las discrepancias, porqué las discrepancias, se convierten el excusas para la exclusión. Es imprescindible hacer un esfuerzo por proyectos inclusivos, en los que las discrepancias no tengan cavida.

  3. apajerabierte

     /  5 octubre 2010

    Yo creo que lo que pasa, además de la comodidad, es que hay una gran decepción generalizada.
    He vuelto hace poco a releer «Rebelión en la granja» y es una historia que se repite una y otra vez. Cuando una idea se institucionaliza gana en poder, pero pierde la esencia. Si a esto une los grandes -tremendos- diría yo, YOES de cada uno , al final tenemos lo que tenemos. Algo completamente diferente a la idea original, contrario, vamos.
    Cosa distinta pasa con las organizaciones que defienden intereses. Éstos son más palpables.
    Por cierto, la Guardia Civil está registrando el ayuntamiento de Murcia, supongo que buscando pruebas sobre corrupción urbanística… ¡¡¡ En Murcia!!! ¡¡¡Que desfachatez!!!, ¡¡¡Rubalcaba no para!!!
    Saludos corciales a tod@s

  4. Y la solidaridad se ejerce a distancia. Mientras se critica el derecho a la huelga de los vecinos, se escandalizan de la falta de derechos similares en Irán o Cuba, o se justifica enviar gente a morir por los derechos de las mujeres afganas. Eso sí, no me hagan huelgas, que molesta. Es falta de implicación y exceso de vagancia. La foto me tiene un aire a Caspar Friedrich. http://educacion.ufm.edu/uploads/assets/Caspar_David_Friedrich.jpg

  5. rosa maría artal

     /  5 octubre 2010

    Es verdad, qué parecida. Isla y de espaldas, un clásico 🙂

  6. Gran verdad. Tenemos lo que nos merecemos, por acción o por omisión, y por mucho que echemos las culpas a terceros -políticos, sindicatos, bancos- siempre nos olvidamos de que somos nosotros -el pueblo- los que los hemos encumbrado y los que los sostenemos sobre nuestras espaldas.

    Nuestra es la responsabilidad, nos guste o no, y sólo en nuestras manos está el cambiar las cosas.

  7. Estoy de acuerdo en que nuestra sociedad es cada vez más individualista, y el yo, después el yo y si sobra algo el tú es frecuente. Es cierto que cuando aparece la catástrofe en la primera página del periódico, véase el terremoto de Haíti, somos solidarios del momento, nos rascamos el bolsillo, pero después todo pasa.

    Puede que nos falte tradición asociativa, puede que el hecho de militar, nos parezca a muchos un pelín sectario, contrario a la discrepancia, y eso nos echa para atrás. También un componente de ellos se lo guisan y ellos se lo comen, que parece que nunca haya espacio para el resto.

    Probablemente un poco de todo. Pero parece claro que habría que superar todas estas barreras para poder articular una sociedad civil capaz de ofrecer un contrapeso a los poderes clásicos, a través de asociaciones, o lo que fuera. Otro problema que se me ocurre es que quizá mucho de los modelos nuevos que han surgido, en cuanto a fines, composición etc., al final han derivado en estructuras clásicas, en más de lo mismo.

    Complejo debate este, y me movido mi varita mágica un par de veces pero de momento no me da ninguna solución. Seguiré provando.

    Por cierto Rosa, ahora que me he animado con el Twitter, ya te tengo «fichada»

    Un saludo.

  8. Juan Carlos

     /  5 octubre 2010

    Efectivamente, gran parte de la solución pasa por participar en los partidos. Queramos o no, son las herramientas de representación de política en las instituciones del Estado. Otra cosa son los movimientos sociales, algunos muy encomiables, pero con muy poca repercusión en la estructuración de nuestra legalidad.
    Desde luego, participar en un partido no es ninguna bagatela. Tiene muchos, muchísimos, sinsabores, llegas a flipar con lo que ves dentro y con las [malas] formas de ejercer la dominación. Pero, creedme, se puede pelear. No es fácil, ni dura poco tiempo, pero poco a poco, con el suficiente tesón, puedes llegar a reunir un grupito en tu agrupación (es evidente que hablo del PSOE) que defienda algunos ideales de esos hoy tan olvidados, que ese grupito sea necesario para configurar mayorías en la agrupación y no tengan más remedio que llamarte para pactar con el grupo mayoritario y, de este modo, puedes conseguir algunas concesiones. Poco a poco puedes ir consiguiendo puestos para el grupo cada vez más arriba en la organizacion y, por tanto, ejercer mayor influencia.
    Es un trabajo muy duro y el camino -muy largo en el tiempo- está lleno de tentaciones, traiciones, sinvergüenzas y aprovechados (como cualquier otra empresa u organización humana), pero hoy por hoy es la única manera de intentar cambiar las cosas. Luego está también la participación en organizaciones como ATTAC, Amnistía Internacional, Greenpeace… no es incompatible con la militancia en un partido y, además, como tienen gran capacidad de influencia sobre la opinión pública, hay veces que son una buena herramienta para conseguir ciertas concesiones del poder.
    De nada vale criticar agriamente a los partidos si nadie está dispuesto a venir a echarnos una mano a los que nos están partiendo la cara dentro de ellos. Y al César lo que es del César: en el PSOE se vota y se puede ganar a los caraduras. Pero hay que trabajar, escoger bien las compañías internas y ser suficientemente inmunes a las tentaciones que surjan, porque conforme el grupo vaya adquiriendo importancia habrá ofertas para sus líderes y ese será el momento crítico del ser o no ser.

  9. No es raro encontrar -cuando hablas de política en medio de un grupo de gente (que por cierto, es algo que cada vez resulta más desafortunado)-, quien repite aquello del «son todos iguales» o «los políticos son todos… etc.» A lo que yo siempre respondo automáticamente con un «Si crees que quienes nos gestionan son unos sinvergüenzas y unos ineptos, ¿por qué no te implicas y haces tú su trabajo?»

    Acertado y oportuno artículo. Inquietante también por los datos que se reflejan. Y más en los tiempos que corren, nada buenos para la lírica, que nunca debe abandonarse, como por ejemplo, añadir una foto al texto. Otro acierto en un mundo en que la imagen reina por encima de todo. O casi.

  10. Enrique

     /  5 octubre 2010

    Rosa,

    te animo a apoyar también a Greenpeace, asociación que no recibe dinero de empresas ni administraciones.

    Enhorabuena por el blog.

  11. Pepa

     /  5 octubre 2010

    Totalmente de acuredo. No se sabe por que todo el mundo asume que nada es su responsabilidad. Curiosamente, la gente comunmente demanda los beneficios que pueden producir las estructuras sociales sin asumir ningun compromiso. Luego cuando algo funciona mal o de forma distinta a lo esperado, rapidamente buscan un culpable que siempre es»otro». La verdad es que no hay libertad sin ataduras.

  12. Desde el punto de vista de un ex-afiliado al PCE, miembro de CCOO, de Cruz Roja y de la asociación de vecinos de mi barrio, es algo, eso que cuentas, difícil de solucionar en la sociedad española actual.
    Cuando la gente se queja, por ejemplo de que la huelga general la hicimos tarde y que los sindicatos no hacen nada por el trabajador, lo que realmente quiere decir es que los sindicatos ya no sacan como antes las castañas del fuego del que «pasa» de todo. Las consecuciones obreras fueron consecuencia del compromiso de los trabajadores. Compromiso que llegaba a que les quitaran la vida. En 1936 la CNT tenía 300.000 afiliados, por ejemplo.
    No hay costumbre de afiliarse a nada a no ser que lo necesites para que te saquen de algún problema. Y luego hay quién se afilia para medrar.
    En fin, que todo lo que usted explica, mejor que yo, sirve para que sepamos porqué estamos perdiendo desde derechos como trabajadores, hasta porqué ayuntamientos como el de Madrid, se pasa servicios como la recogida de basuras o la limpieza de calles, por el escroto del señor alcalde.
    Nadie quiere meterse en problemas y los que reivindicamos diariamente cientos de cosas estamos mal vistos. Así somos los de este pueblo transpirenaico. Exigimos en nuestra casa lo que no estamos dispuestos a dar en la calle y queremos que quién nos avasalla, deje de hacerlo aunque nosotros nos comportemos igual.

    Siempre pido más escuelas, porque la educación es importante. Un pueblo culto, tiende a tener educación y al compromiso.

    Salud, república y más escuelas.
    http://celeming.blogspot.com

  13. Víctor

     /  5 octubre 2010

    Voy a intentar explicar cuales creo yo que son las causas de esta escasa participación del ciudadano en España en pos del bien común. Para mí su origen está en la inexistencia de una ilustración en el siglo XVIII y consecuentemente en el XIX, salvo la pequeña excepción catalana. En España el feudalismo, en un país eminentemente agrario, se extendió hasta muy entrado el siglo XX. Este país fue el de los caciques, auténticos señores feudales y sus siervos, los agricultores sin tierras, temporeros en sus infrautilizados latifundios. La mentalidad dominante fue la del pequeño burgués provinciano, rentista, católico hipócritamente bien pensante, con una estrechez de miras apabullante, absolutamente mediocre y retrógrado. Mientras en Europa ocurría la revolución francesa y un pensamiento nuevo crecía de espaldas a esta España miserable. Rousseau buscaba la definición del bien común, superior a las individualidades egoístas, Kant construía todo un sistema ético basado en el deber, “actúa de tal forma que tu acción siga una regla universal”, válida para todos, Hegel hablaba de la idea como motor de la historia. Durante el siglo XIX, en España, sí arraigó un movimiento opuesto a esa mediocridad pequeño burguesa, entre los siervos. Fue el anarquismo. Toda una religión laica que era una forma de vida. Sus valores eran los de la dignidad humana, la solidaridad, la cultura. Fue perseguido (para ello se creó la guardia civil), demonizado (como hoy el movimiento antisistema), masacrado. Salvo la extraordinaria excepción de la República, los únicos que han mantenido sus organizaciones de clase han sido los que han tenido el poder, los que siempre han dominado, eso explica su mejor organización. Ahora en que en el mundo está triunfante la doctrina neoliberal, basada en un neofeudalismo en que las grandes corporaciones actúan como los señores feudales, ejerciendo un poder que les permite imponer su voluntad y los neosiervos, perdemos toda clase de derechos y nos convertimos en insolidarios y pasivos consumidores, en España tiene el campo abonado para actuar. Como desde siempre, el bien común importa un pito, esa es la base de la ideología que domina y que en España, país católico y feudal, siempre ha existido.

  14. Trancos

     /  5 octubre 2010

    Vale lo de la desmotivación, pasotismo, comodidad y demás del personal. Lo admito como causa primera de lo que expones. Pero además, aquí en el 81 comenzó una intensa labor de desmobilización (paralela a la de «deseducación») de la sociedad. Las asociaciones y organizaciones (algunas muy activas y convativas) eran incómodas, molestas e incordiantes. Se las estranguló como se pudo, muchas veces comprando a sus líderes con un «carguito» o un plato de lentejas. Otras veces, se las «institucionalizó» y burocratizó o hizo depender de instituciones, a se las amordazó con sobvenciones y mordidas. Los aparatos de los partidos convirtieron a los mlitantes en monaguillos paniaguados («el que se meneaba no salía en la foto», dijo Guerra) y consiguieron un notable éxito profesionalizando la política («la política la hacen los políticos, afirmó sin pudor Fraga en su día). Muchos de nuestros políticos no han sido nunca nada más que eso, y no serían nada si dejaran de serlo, así que se aferran a la poltrona, pasan de unos cargos a otros, se apoyan en mediocres y lameculos y postergan a cualquiera que les pueda hacer sombra. Así que ¿qué quieres que te diga? que hay que tener mucho cuajo para militar en algunos partidos. Y si vas ahí, sacando pecho, reivindicando cambios, exigiendo explicaciones, generando o liderando sectores críticos, duras más menos que un telediario sin contar los deportes. Te lo digo porque lo sé.

  15. Trancos

     /  5 octubre 2010

    Perdón por lo de «convativo» (si me lo corriges lo copiaré 100 veces sin copy paste 😦 )

  16. Zana

     /  6 octubre 2010

    Pues hoy discrepo de algunos puntos del artículo y de algunos comentarios.
    ¡Vaya!, ya estamos haciendo política demócrata, es decir yo opino, tú opinas, todos opinamos…, la vida misma. Es un error creer que la política son cosas que suceden en la estratosfera. La política es el precio del pan, los libros del cole, la libertad de un blog…
    Entonces de lo que se habla es de, cuando nos referimos al desapego, trabajar e implicarse en un proyecto político y ahí los hay que no lo hacen por los 6 euros mensuales (aunque parezca mentira), otros por la imposibilidad de llegar y besar el santo, y otros muchos por vagancia intelectual.
    Además no creo que Franco y sus secuelas ( y ya no digo nada del siglo XVIII) tengan nada que ver con la actuación de una población entre la que sólo 2 de cada 10 sabe quién y qué fue Franco. Nada, disculpas y una estrategia montada por varios gobiernos en materia educativa diseñada para estupidizar al personal y así poder manejarlo mejor. Cuestión ésta que debo decir, les ha salido redonda.
    Por otro lado tampoco comparto la idea de que » los sindicatos están adscritos a partidos». No es el caso del más importante de España CC.OO. Te lo puedo asegurar. Puede que en el pasado (hasta mediados los 80) estuviese, más o menos, en la línea del Partido Comunista, pero ahora nasti de plasti, nada de nada. Ahí tienes a sus dos últimos secretarios generales. Uno Gutiérrez en el PSOE (y aún sigue ahí después de la reforma salvaje contra los trabajadores). El otro Fidalgo haciéndose carantoñas con Rosa Diez (otra que brilló por su ausencia en esta batalla librada por los trabajadores y a la que, en breve y una vez pasada la lucha, volveremos a ver en su salsa) Así que creo que es una simplificación el haber recurrido a ese tópico de que los sindicatos están politizados.
    Y como ya es muy largo mi texto, y sé que aburren los largos, simplifico otra discrepancia. No es buena idea, desde el punto de vista político social, solidario y altruista, al atomizar los votos. Pero esto ya lo explicaré…
    Salud, república y + escuelas públicas

  17. Jose Humar

     /  6 octubre 2010

    Hola. Yo sólo quiero decir que descubrí hace poco este blog. Me gusta y quiero felicitar a Rosa María por decir, y bien, lo que pensamos unos cuantos.

  18. eliecer

     /  6 octubre 2010

    Lamento haberte ofendido, Juan Antonio. Desde la sima estéril de mi prosa no alcanzo a vislumbrar leones blancos, ni tiempo, ni arena, sólo un negociete de señoritos con puro. Saturado como estoy de argumentos falaces y frases hechas, a veces confundo deporte con arte, actores con valores y que sé yo.

  19. Manuel Matamoros

     /  7 octubre 2010

    Como Celeming, yo también fui militante del PCE. Sólo que hasta el 76, cuando un grupo de camaradas (palabra que evita el compañeros y compañeras) intentó expulsarnos por derechistas de la Agrupación (ya no era Célula) de Derecho de la Complutense, lo que sólo impidió el Comité Provincial de Madrid. No obstante, me fuí. Ellos, todos los que dirigieron la revuelta, acabaron de funcionaros del Sindicato. Por supuesto tuve muchas oportunidades de seguir militando, pero sentía que la política había cambiado y junto a las aspiraciones de los amigos de antes se mezclaban otras que no la hacían interesante. ¡Y eso que el PCE todavía era ilegal!

    Perdón por esta anécdota personal, pero trataba que refleje

  20. Manuel Matamoros

     /  7 octubre 2010

    Como Celeming, yo también fui militante del PCE. Sólo que hasta el 76, cuando un grupo de camaradas (palabra que evita el compañeros y compañeras) intentó expulsarnos por derechistas de la Agrupación (ya no era Célula) de Derecho de la Complutense, lo que sólo impidió el Comité Provincial de Madrid. No obstante, me fuí. Ellos, todos los que dirigieron la revuelta, acabaron de funcionaros del Sindicato. Por supuesto tuve muchas oportunidades de seguir militando, pero sentía que la política había cambiado, y junto a las aspiraciones de los amigos de antes se mezclaban otras que no la hacían interesante. ¡Y eso que el PCE todavía era ilegal!

    Disculpa por la anécdota personal, que trata de reflejar una de las causas, a mi juicio, principal, de la falta de militancia en los partidos de izquierda. (La derecha, con vicios parecidos, es otro mundo por razones largas de explicar, de las que no es la menor una veneración del Poder que deja a Lenin en pardillo, y la convicción de que les corresponde por Derecho Natural)

    Al haberse convertido en la Oficina de Empleo, en régimen monopolístico, para ciertos y golosos puestos de trabajo -muchos de ellos bastante descansados, salvo por el manejo de los codos, más intenso que el de un defensa central- además de hacer florecer comportamientos clientelares, de suyo incompatibles no ya con la democracia, sino con la eficacia, se constituyen en una carrera de obstáculos para el que pretende tener cierta independencia de criterio.

    He conocido agrupación local del glorioso PCE donde no han admitido durante años militantes nuevos para no perturbar su pacífico equilibrio en el reparto de ventajas municipales. Hoy, su municipio lo gobierna la derecha.

    Y por esas experiencias personales -y otras, que también he estado muy cerca de ellos al tiempo de desempeñar algún cargo intermedio de escasa relevancia en el Gobierno de un famoso escritor de novelas y tertuliano- hoy, sin mala conciencia alguna, sigo sin pagar más cuotas que las de Amnistía y Derecho a Morir Dignamente, y de echar una mano amistosa y ocasional, desde mi oficio, a alguna organización medio espontánea de okupas. Punto.

    Lamentable escepticismo, lo admito, pero no lo puedo evitar.

    Pero hay que tener presente que el funcionamiento antidemocrático y más feudal que un Departamento universitario de los propios partidos está en la base de la abstención de la participación de los ciudadanos conscientes. La Derecha es otro mundo, ya lo dije y lo digo ahora más claro, aunque me pongan a parir, porque la Democracia les importa una higa. El fin es el Poder y trampear con el Mercado y el Estado, y todo lo demás, un coste a soportar. Tenias que ver un elección de Presidente en una Organización empresarial, que yo también lo he visto, para saberlo.

    Y digo todo ello, sin negar lo que tú reclamas. Pero, para arreglarlo como tú dices, Rosa, pide un carné y prepárate a sufrir.

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