
Pensar. Tensando los músculos todos, al punto de marcarse incluso los tenues de la frente. La barbilla apoyada en una mano que parece doler de la tensión, pero que termina en unos dedos relajados. Robustas piernas que salen de un bronce tallado como la piedra. Fortaleza, introspección, quizás preocupación. La postura activa, presta a actuar. Mostrando que pensar es una acción.
Debe hacer veinte años que vi por primera vez «El Pensador» de Auguste Rodin (París, 12 de noviembre de 1840 – Meudon, 17 de noviembre de 1917). Contemporáneo del impresionismo pictórico, sus obras tienen la perfección neoclásica y la fuerza de la expresión. Rodín estudio en profundidad la anatomía humana, porque toda labor artística mejora con conocimiento y preparación. Y, como tantos otros, fue envidiado por sus colegas. Llegaron e acusarle, incluso, de sacar los moldes, directamente del cuerpo de los modelos, algo que la evidencia muestra falso.
El Pensador representa a Dante y se expuso por primera en 1988. En 1906, se lanzó una suscripción pública y el bronce pertenece «al pueblo de París». Se expone en el Museo dedicado al escultor francés. Está considerado como un símbolo de la democracia frente a las dificultades. Por ello, fue expuesto en 1993 en la plaza Tiananmen de Pekín. Cuando El Pensador pasea, lo hace con motivo.
Ahora tenemos el privilegio de poder verlo en Madrid, en la calle, en Caixa Forum, cruzando la acera frente al Museo del Prado. Se exponen otras 6 esculturas igual de valiosas. La exposición concluye el 22 de Marzo. Los fines de semana El Pensador está muy acompañado, en los días laborables se encuentra, casi solo, meditando.
Le añoraba. Me ha gustado reencontrarle. Ahora que pienso con mayor libertad que nunca, que casi nada me ata. Reivindico la facultad de pensar y estoy convencida de que la democracia -en España y en el mundo entero- vuelve a precisar de símbolos regeneradores.





