¿Tibieza o compromiso?

Tengo un amigo que ha dedicado su vida, entre otras cosas, al trabajo en un medio informativo. Pero no siente el menor interés por el periodismo, ni siquiera aprecio, cree que incluso lo detesta porque encuentra prepotencia en muchos de sus representantes. Sigue la actualidad a diario, pero como alguien que no hubiera hecho de ella su profesión durante tantos años. Dice ahora  que «hay vida fuera de los blogs», cuando manifiesta su voluntaria ignorancia por casi todas las nuevas tecnologías y formas de comunicación.
Ha desempeñado variedad de facetas relacionadas con los medios informativos y ha ocupado cargos de responsabilidad. Pero desconoce formas y personas que laten en el mundo actual. Juega al squash y al golf, se manifiesta prácticamente siempre prudente en sus comentarios y atesora una gran cantidad de amigos. Es una persona muy valorada y apreciada. Entre otras, por algunos que han hecho del compromiso social una razón de vivir.
Mi amigo opina que «deprime leer los periódicos» y trata de minusvalorar -no sé si conscientemente- mi nueva ocurrencia del blog. Comparte conmigo la opinión sobre que el mundo marcha mal. Pero rebate que hay muchos luchando por convertirlo en algo mejor, desde la medicina, la abogacía o multitud de actividades y que, incluso, tiene amigos que se van con alguna ONG a Mozambique a ayudar a quien lo necesita.
No veo obstáculo en ser médico y comprometido, ser enfermera y comprometida -como otra de mis amigas- y alabo a quien posee el coraje de irse a echar una mano al hambre y la desesperación en condiciones muy incómodas. Muchas de esas necesidades perentorias se solucionarían cambiando el rumbo en el origen. Pero sin duda es más lento.
Mi amigo hace gala de la tibieza o, al menos, la valora tanto como la dedicación a tratar de cambiar la sociedad por medio de las palabras. Diría más: infravalora el periodismo, y, si lo miro, así lo ha confesado. Yo creo que su planteamiento vital es egoísta.
El poeta Manuel Celaya escribía hace muchos años, en tiempos difíciles -no se sin tan difíciles como estos-: «porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser, sin pecado, un adorno: estamos tocando el fondo». «Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse».
En el extremo opuesto está el genial personaje de la película «Mr. Chance» -que fue la única que otro tibio histórico, Peter Sellers, protagonizó con cierta pasión-. Alguien cuyo lenguaje desconcertante hablando sólo de jardinería, es interpretado como pensamientos profundos causando un gran impacto no sólo en su entorno, sino mediático al más alto nivel, e incluso un cambio social.
¿Son variados los caminos para llegar al mismo fin? Mi «filosofía» de andar por casa busca que la gente, las personas olvidadas y no, se involucren en el proyecto de cambiar la sociedad. Quienes tienen en sus manos nuestro destino lo están haciendo muy mal. Incluso que se eche al ruedo este tibio amigo, calido sin embargo en los afectos. Me gustaría abrir un debate sobre ello. ¿Tibieza o compromiso? Y también: ¿El periodismo es un gran fraude, el más injustamente valorado canto de sirena? Yo no lo creo. ¿Y tú?
Pero mira más abajo y hoy… no dejes de obamizarte.

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4 comentarios

  1. Avatar de juanjo

    juanjo

     /  20 enero 2009

    Este mundo de los blogs está bien, una nueva manera de comunicarse. Pero sólo eso, creo. La sociedad es mucho más compleja. Y pretender dar lecciones de compromiso escribiendo unas líneas bien intencionadas desde la comodidad de la sala de estar pues vale, pero, en fin, es que hay gente dejándose la piel por los demás y tienen la humildad o el sentido común de no creerse los salvadores del mundo mundial.

  2. Avatar de Viator

    Viator

     /  20 enero 2009

    Leo las anteriores reflexiones de Rosa y, más que una toma de postura a favor del compromiso, me parece estar asistiendo a una pelea doméstica. Personas que se aprecian y se respetan, supongo, en lo profesional (con el correspondiente ex- a causa del ERE célebre) y en lo personal, pero que disienten respecto a al valor del periodismo y su influencia sobre la sociedad.
    En tales peleas domésticas, lo propio es que no intervengamos los vecinos de al aldo, o corremos el riesgo de que la pareja haga causa común en contra del intruso.
    Si se me permite la boutade, yo sólo he sido funcionario. Nada que ver con la alta misión del periodista.

  3. Avatar de adhoc

    adhoc

     /  20 enero 2009

    Soy periodista y estoy orgulloso de serlo, pero no tanto. Después de muchos años de leer, mirar y preguntar para después escribir y contar, he llegado a la conclusión de que no es mal oficio, sólo eso. Nada de grandes responsabilidades, de grandes hazañas, de grandes obras. Un elemento más en la maquinaria, una pieza del engranaje que hace que todo gire como alguien quiere que gire. Bajados los humos y los pantalones tantas veces, queda acaso la satisfacción de haber sabido juntar palabras o imágenes para que a alguien, alguna vez, le hayan hecho reflexionar. No es mucho. Mucho menos que poner una vacuna a un niño enfermo de África, por supuesto.

  4. Avatar de rosa maría artal

    rosa maría artal

     /  21 enero 2009

    El periodismo, amigo adhoc, ha perdido gran parte de su épica romántica. Porque, hoy, todo, o casi todo, son grandes emporios guiados exclusivamente por intereses económicos. En efecto, en ellos, los periodistas somos peones. Hay excepciones. En Rusia se puede pagar a veces con la vida informar. Y medio centenar de reporteros caen muertos cada año por ejercer nuestra profesión.
    Cuando por una trampa conveniente te privan de la posibilidad de informar -EREs varios-, si de verdad has amado el periodismo, lo quieres mucho más. Será la gente quien lo cambie todo. Pero necesita saber qué quiere hacer y porqué, y la información puede ayudarle.