Tomás de Iriarte (1750-1791) ha pasado a la historia por sus fábulas. Destaca entre ellas ésta que títuló “Los dos conejos”.
Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.
De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente,
amigo, ¿qué es esto?»
«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego…;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».
«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos.»
«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo.»
«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso.»
«Son galgos, te digo.»
«Digo que podencos.»
En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.
Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.
Miguel
/ 26 diciembre 2011Este texto lo estudié en la EGB. Muy buena fábula y, muy oportuna en los tiempos que corren.
Saludos indignados!!!
http://15mikel.blogspot.com/
Ramón
/ 26 diciembre 2011Simplemente genial como siempre Rosa. Felicitaciones. Lástima que no todos nos daremos por aludidos. El problema es que pensamos que los “maleables e ignorantes son siempre los demás”. Saludos
laperritamarilin
/ 26 diciembre 2011Es una fábula de personificación, pues se ajusta al comportamiento humano mucho más que al del conejo, que siempre está tramando ardides y corre en zigzag para despistar al enemigo. Lo explica muy bien el adagio Cada loco con su tema; el Titanic que se hunde, y la orquesta que sigue tocando o un siniestro inminente, y el ladrón que sigue robando carteras a la gente. Nos vemos incapaces de asumir las evidencias y cuánto más trágicas son, más seguimos hablando de cotilleos. Los mismos judíos se negaban a creer lo que se iba a hacer con ellos y así desaparecieron hasta seis millones en un abrir y cerrar de ojos. Cuando las circunstancias nos sobrepasan, agachamos la cabeza. No quiere decir que capitulamos, sino que nos ponemos en el lugar de los supervivientes y ello nos da arrestos para que la debacle no nos arrolle. Dice Terencio: soy humano y nada de lo humano me es ajeno. Y vista la distancia que hay entre las palabras y las cosas, hay que seguir haciendo lo que amamos y amando lo que hacemos.
María Dolores Amorós
/ 26 diciembre 2011También yo me siento identificada en el bla, bla, bla de los conejos.
Vienen malos tiempos, y debemos estar alerta, que se nos zampan.
Gracias, Rosa por tu ingenio; siempre localizas lo más oportuno.
Besos.
María Dolores
WORDGALLARDETE
/ 26 diciembre 2011Comparto lo dicho en los comentarios anteriores,y quizá sí que estemos teniendo comportamiento de conejos bobos, teniendo los predadores en los talones.¡Somos así de incáutos! , pero ellos no, estan muy al acecho del descuido.
En fin, ojalá y aprendamos ¡de una vez!
Un abrazo
Trancos
/ 26 diciembre 2011Dobermans. O rottweilers. Y de ahí no me apeo.
César
/ 27 diciembre 2011«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo
julio
/ 4 enero 2012Los profesionales del bla bla bla son los políticos, y parece que vamos a estar algún tiempo aguantando a esa gentuza.